DISCIPULADO No. 6
De vínculos, amores y apegos
En este
mundo que alumbramos a expensas de las percepciones sensoriales que
transformamos en imágenes, ideas, formas y conceptos, hacemos distinciones entre lo que llamamos
seres y los dividimos en cosas, los
seres que llamamos vivos y las ideas.
Vivimos nuestras experiencias rodeados de todos ellos. La repetición de éstas y
la cercanía nos llevan a crear vínculos o relaciones fuertes con todo lo que
está a nuestro alrededor, enfocando en ellos nuestras fuerzas vitales, emociones y sentimientos y
también nuestras ideas. Vamos creando necesidades corporales, vitales,
emocionales, afectivas, mentales y espirituales y buscamos de una u otra forma
la satisfacción de esas necesidades y de quienes las satisfacen. Esto crea
indudablemente fuertes vínculos que nos conducen al doloroso valle de los
amores y odios y posteriormente al purgatorio de los apegos.
Cuando
sentimos una gran necesidad de algo o de alguien y manifestamos nuestros afectos hacia el
objeto o ser, decimos que lo amamos. Solemos crear fuertes vínculos de
dependencia con lo que amamos y nos sentimos frustrados, decepcionados o
abandonados si por cualquier motivo nos son arrancados de nuestro lado esas
cosas o seres queridos, o a veces solemos odiarlos si en algún momento dejan de
responder a nuestras exigencias o rechazan lo que les ofrecemos. Pero luego,
sobreviene la inevitable muerte, que nos lleva de regreso al mundo espiritual,
mediante la disolución gradual de nuestra materia, vitalidad, emociones y
pensamientos. Después de un arduo
trabajo y estancia en los mundos sutiles planeamos una nueva encarnación y
regresamos a nuestro querido planeta tierra. En cada nuevo aterrizaje olvidamos
por completo las personalidades de los seres a los que nos apegamos en las
vidas anteriores. Quizás si somos algo sensibles podamos inconscientemente
percibir a nuestros viejos conocidos y sintamos atracciones y repulsiones que
nuestra nueva mente no logra explicar .
Pero los recuerdos conscientes acerca de hechos, personas, seres o cosas
concretas desaparecen por completo como si hubiéramos sido atacados por una
especie de Alzheimer espiritual .
Nuestro sabio espíritu sabe que es inútil
aferrarse a las formas y personalidades porque mientras permanezcamos en el nivel
de consciencia que nos atrapa en el mundo de la secuencialidad, todo lo que
vemos a nuestro alrededor tiene los días
contados ya que las leyes que rigen este sistema son las de la mutación y la temporalidad, es decir que absolutamente
todo lo que diferenciamos sensorialmente está sujeto al cambio y a la
destrucción o muerte.
No
obstante, la ilusión de la eternidad permanece latente en nosotros ,
alimentando nuestros apegos, y es la que nos hace aferrarnos a las formas
externas. No quisiéramos que aquello que decimos amar desapareciera de nuestras
vidas y ponemos en ellos con intensidad nuestros sentimientos. Cuando aparece
el más leve indicio de un distanciamiento o de un cambio, nos afectamos
fuertemente y tratamos desesperadamente de impedir por todos los medios que eso
suceda. Solemos convertirnos en seres manipuladores o controladores o nos
hacemos víctimas y dejamos que el sufrimiento ensombrezca nuestras vidas.
Siempre estamos tratando de acumular, construir, sostener, estabilizar y
retener lo que amamos porque hemos puesto en ello nuestra seguridad, olvidando
por completo la impermanencia de lo creado. Gastamos gran parte de la energía
tratando de hacer esto. Soñamos con ideales condiciones para nuestro futuro y
el de nuestros seres queridos y tratamos de lograr esas condiciones con la
mayor anticipación, pero suelen sorprendernos la enfermedad, la incapacidad, la
pérdida y la muerte como fantasmas que nos acechan e impiden la realización de
nuestros deseos. Nos enfocamos en lo externo porque nos desenfocamos de lo
trascendental y olvidamos que en realidad somos la expresión del Espíritu
Universal viviendo una experiencia humana transitoria.
El
caminante consciente del Sendero ha de vivir su vida con plenitud, disfrutando
por completo de la dicha del momento presente y ha de recordar que todo lo que
está sucediendo a su alrededor junto con los seres que le acompañan constituyen
lo más grandioso que la Madre Cósmica se le ha ocurrido como el mejor recurso
para el despertar de la consciencia. Ninguna cosa, hecho, conocimiento o ser
están ahí por azar, pero igualmente ninguno estará ahí por la eternidad. Todo
mutará al igual que nosotros y se irá de nuestras vidas para siempre.
Si al
pensar en esto sentimos dolor es porque en realidad no amamos aquello que
deseamos tener para siempre, desconociendo su esencia real, que es en realidad
la invisible vida que anima lo que los sentidos perciben.
El amor del
Caminante del Sendero ha de ser sin apegos , comprendiendo el fluir de la vida
en la secuencialidad, con libertad absoluta, sabiendo partir y dejar partir
cada cosa, cada ser, cada emoción, cada pensamiento e idea, cada momento de
nuestras vidas y destilando en todo instante la esencia de la experiencia
vivida, la cual es en realidad la llave mágica del baúl de los secretos de la
expansión de la consciencia. Solamente gratitud a la Divina Consciencia
Universal ha de ser la sensación que se experimente frente a la eventual
partida de cualquier cosa, idea o ser que amamos, pues es esta actitud una
muestra clara de nuestra comprensión acerca de la naturaleza real de la
creación. En realidad, más allá de la ilusión de los sentidos, todo lo que
amamos, en esencia, ha estado siempre ahí y lo estará para siempre pues en
verdad somos la Totalidad, la Infinitud y la Eternidad, más allá del tiempo y
del espacio.
El
Caminante espiritual ha de sobreponerse a sus antipatías, aprendiendo a dejar
pasar lo que no le llama la atención pero sin censurar, rechazar o calificar,
en una perfecta neutralidad ( el llamado Punto Cero), para evitar el
desplazamiento de su energía hacia los polos opuestos del amor y el odio, ya
que esta actitud lo mantendrá anclado en la secuencialidad y la separatividad,
atrapado en la trampa del tiempo y del espacio por largas edades. Todo apego o
antipatía constituyen una dura costra pétrea que impide la expansión de la
consciencia y todo esfuerzo por soltar, dejar ser, dejar vivir, dejar partir en
su libre ruta de mutación a las cosas, los seres, las personas y las ideas
equivale al ablandamiento del tegumento de la semilla del árbol infinito que
permite que el brote creciente avance en búsqueda de luz, más allá del reino de
la oscuridad. Cada esfuerzo por comprender que lo tenemos todo, en esencia, y a
la vez no somos dueños de nada, en la ilusión de lo externo, equivale a
taladrar la dura roca de la caverna que encierra al ser Infinito, hasta logar
perforarla para que la oscuridad sea vencida por la luz, esa Luz Infinita que
siempre ha estado ahí, esa Luz sin tiempo y sin medida.
Queridos
amigos y caminantes, arriba y hacia adelante siempre, siempre. En su última
aparición, el Maestro vino para recordarme que no estamos solos en ningún
momento y que estará ahí apoyando nuestra labor. Hago extensiva su fuerza a
todos los sinceros buscadores. Confíen siempre en la fuerza divina latente en
su interior y en la provisión infinita de la Divina Providencia, esa
todopoderosa Madre Cósmica que nos brinda sin límites todo lo que considera
necesario y mejor para nuestro desarrollo. Sigamos trabajando persistentemente
y busquemos romper la ritmicidad de la ola que nos lleva de la consciencia del
mundo a la consciencia espiritual de nuestra realidad trascendental y
visceversa, a tal punto que nos hagamos cada vez más conscientes de nuestro
real propósito en esta encarnación y en esta creación.
Alipur
Karim
Excelente artículo. Felicitaciones, Yaneth
ResponderEliminarGracias hermanitos en Cristo por tanta luz, realmente necesitaba esto, Muchas Bendiciones
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