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sábado, 8 de noviembre de 2014

DISCIPULADO No. 17 LO QUE ERES



DISCIPULADO No. 17

LO QUE ERES




Te has preguntado alguna vez qué o quién eres en realidad?  Más allá de tu nombre, de tu profesión, de lo que haces, de tu nacionalidad, de tu género, de la edad que tienes, del papel que cumples en esta vida, ¿qué eres?

La inteligencia que te anima no proviene de tu cerebro, ni de tu mente. Cuando viniste a esta Tierra tu ser biológico comenzó por un diminuto huevo, más pequeño que la punta de un alfiler, que contenía toda la información de lo que ahora es tu organismo físico, al igual que una semilla lleva en sí misma un árbol en potencia. Durante los primeros días de gestación no había ni rastros del cerebro, ni del pensamiento como ahora lo usas. Una misteriosa inteligencia está asociada al fenómeno de la vida biológica. Una Inteligencia innata es la que creó el cerebro y es la que hace funcionar cada parte de tu cuerpo sin que tu mente racional, tu pensamiento, esté pendiente de ello. Esta Inteligencia no depende del conocimiento de tu memoria consciente.

Todos los corazones, los hígados, los riñones, los pulmones, los ojos, las manos, los intestinos de todos los seres humanos funcionan igual, independientemente de nuestras creencias y conocimientos. Es la misma Inteligencia la que nos anima. Es una Inteligencia Universal. Es la misma que anima al cristal, a la roca burda, a la planta, al animal y a la galaxia, siguiendo maravillosos patrones de organización geométrica, matemática y funcional.

Sea lo que sea que eres, tienes esa Inteligencia. Esa es tu Sabiduría verdadera pero no puedes verla con tu pensamiento ordinario. Ella trabaja en silencio y tu mente hace mucha bulla, un ruido incesante que en algunos tiene conexión directa y automática con lengua. Si quieres percibirla de verdad debes aprender a sobrepasar a tu mente parlanchina; debes ir más allá del pensamiento. Allí queda el reino interior, la fuente de toda Inteligencia real, la fuente de toda potencialidad, una fuente infinita, ilimitada, sin tiempo, eternamente presente. Allí reside el Ser que realmente eres, el Único ser existente.

Todo lo demás que creas que eres es una invención del ego, una mera ilusión que se desvanece en el ilusorio tiempo, como nube que arrastra el viento. Y si no lo crees espérate mil años y verás lo que queda de tu sueño egóico.

 Solo lo que es, el Ser Real, permanece para siempre.
¿Quién eres? ¿Acaso un ser humano que sueña que está vivo, deseando alcanzar el Ser Infinito?
Eres el Ser Infinito, dormido, soñando que es un ser humano. Despierta ya!
 Termina con esta pesadilla.

¿Qué o quién soy  en realidad? He aquí la pregunta fundamental que debe plantearse todo verdadero aspirante espiritual. El encarar esta cuestión es el trabajo fundamental que determina si en realidad estamos en un proceso de despertar hacia la liberación o no.

Las escuelas espirituales enseñan que el ser humano es un Espíritu individual, una Chispa de una flama Divina, un alma inmortal, un Ego, un Yo Superior, términos abstractos que tan solo llenan el espacio de una respuesta pero que no resuelven con profundidad el interrogante y en cambio dejan la sensación de que somos entes separados de la Divinidad, viviendo en ella, dentro de ella o fuera quizás. Vivimos casi todo el tiempo en ausencia de la consciencia de nuestra propia realidad, sumidos en la ilusión de la separatividad.

Desde esta perspectiva asumimos el papel de caminantes de un sendero especial, el camino de la espiritualidad, que nos lleva hacia una salvación, redención o liberación de nuestras ataduras en esta tierra, un sendero que nos conduce hacia Dios. Pero esta visión identifica a Dios como alguien distinto de nosotros. Es una visión desde la dualidad, desde el propio vicio ilusorio que genera la creación. Es una visión desde el yo, un yo que mira hacia la Divinidad, la cual tal vez gobierna en una esfera distante arriba de nosotros, en un mundo sutil que es su lugar privado y al cual aspiramos a llegar por merecimiento, si cumplimos una serie de requisitos basados en un código de conducta totalmente dual, en el que prevalece la división entre el bien y el mal, entre lo correcto y lo incorrecto, entre lo justo y lo injusto, entre algo y su opuesto, y suponiendo que Dios está tan solo siempre del lado de lo bueno, de lo correcto, de lo hermoso, de lo justo, de la luz,  y  dando por sentado que se opone a lo contrario, como algo que está fuera de Él,  aunque de otro lado afirmemos que todo cuanto existe es su obra. 

Esto sucede porque hemos aprendido a definir la realidad a partir de nuestras percepciones sensoriales, y hemos adoptado como método de conocimiento el proceso de raciocinio y síntesis que se deriva de nuestras concepciones, formadas a partir de las limitadas apreciaciones de los sentidos. Hemos definido un mundo dividido en partes, un universo discontinuo, y a eso le hemos llamado realidad. Nuestros ojos no están diseñados para ver todo lo que existe. Nuestros oídos no pueden escuchar todas las vibraciones. Nuestros sentidos no pueden percibir la Realidad. Solo perciben una limitada cantidad de vibraciones, provenientes de la Realidad, y con esa pequeña muestra construimos en nuestra mente un universo de imágenes, de formas, nombres y conceptos. Y nuestra idea de lo que somos suele estar ajustada a este criterio.

Jamás, mientras estamos en este sueño ilusorio, se nos ocurre pensar si habrá alguna otra forma de conocimiento, más allá de la limitada percepción sensorial. Nos hemos puesto de acuerdo en una cosmovisión y nos apegamos a ella como lo único válido. Y esta visión ilusoria de un universo discontinuo, formado por seres separados, nos llevó a clasificarlos, a nombrarlos y a categorizarlos como buenos o malos, bellos o feos deseables o indeseables, siempre en esa obsesiva manera de medir las cosas y calificarlas en uno de dos opuestos polares. Y la ilusión de la separatividad condujo a la idea de un espacio entre lo separado y de un tiempo requerido para recorrer ese espacio e ir de una cosa a otra.

Antes de la creación, El absoluto, en su infinita soledad, hizo dentro de sí un vacío de consciencia de Sí mismo y en él creó la Mente cósmica, con la cual ideó el juego de la creación. Este juego consiste en verse a Sí mismo a través de la multiplicidad, pero siendo Él Uno, sin división, debió crear un velo para ocultarse de la Unidad, en el vacío, y bajo este velo la unidad pareció dividirse en dos fuerzas, dos polos, yang y yin, positivo y negativo, generación  y destrucción. Jugó a mantenerlas en equilibrio y esto generó una tercera fuerza llamada conservación, donde los dos polos luchan entre sí y mantienen la ilusión de estabilidad y de estructura, en un universo que es  inestable, mutable, en movimiento incesante, en el cual se cumple siempre la ley de la impermanencia de toda aparente forma.

Cuando algo surge, nace, la fuerza de creación o generación  prevalece para dar lugar a la cristalización de energías que dan la ilusión de seres separados, pero la fuerza de destrucción comienza a operar y gana terreno en tanto que su opuesta mengua, haciéndose al final prevaleciente. En el equilibrio hay aparente conservación de un estado, un evento, una forma,  un ser. La fuerza de generación genera el anabolismo universal o fuerza de construcción o síntesis, en tanto que la fuerza de destrucción constituye el catabolismo universal  o fuerza de desintegración. El equilibrio de los dos genera la fuerza de conservación  que llamamos vida.

Toda la creación es el resultado de la operación de estas tres fuerzas, que en realidad actúan simultáneamente, luchando por su predominancia, siguiendo un ritmo cósmico de generación, conservación, destrucción, que da lugar, bajo el velo de la ilusión del tiempo, al nacimiento, a la vida y a la muerte de criaturas, de planetas,  de rondas o revoluciones cósmicas, de kalpas o períodos mundiales de creación, de esquemas solares, de vidas galácticas y de manifestaciones cósmicas, repitiendo una y otra ve,z a nivel macro y micro cósmico el esplendoroso juego de la creación, el cual termina cuando la Consciencia Infinita, que en realidad permea a través de todo lo existente, aflora en plenitud de consciencia y se observa a Sí misma como lo Único siempre existente.

La ilusión de ser seres separados, creada por el velo de la ilusión, nos hace ver todas las cosas desde esta dualidad y nos lleva a creer que somos simples entes imperfectos que debemos hallar la perfección mediante un proceso llamado evolución o movimiento ordenado en el espacio y el tiempo. Esta visión nos lleva a la creación de códigos de comportamiento, que se ajustan al cumplimiento de uno de los dos polos en los cuales hemos clasificado todas las cosas, lo cual a su vez nos lleva a aceptar o rechazar la Realidad que surge en el eterno presente, según si nos conviene, de acuerdo con nuestras expectativas. Surge así el mar tempestuoso de  los sentimientos y las emociones, que nos ponen de parte o en contra del presente, y los deseos de que la realidad aparente suceda de tal o cual modo. Esto opera como un gigantesco remolino de fuerzas que generan un proceso de precipitación de energías,  que cristalizan en eventos de una encarnación y nos generan apegos y deseos de que las cosas que anhelamos permanezcan, en tanto que las que rechazamos desaparezcan, creando así odios y amores que nos encadenan en la Rueda de las encarnaciones. Esto da lugar un mecanismo disolvente, la fuerza destructiva,  que busca deshacer las cristalizaciones, mediante un equilibrio neutralizante de las fuerzas que perturbamos mediante nuestras emociones, sentimientos, deseos y pensamientos. Esto es la Ley de causa y Efecto, la cual obviamente solo opera en cuanto que funcionemos desde una visión dualista del Cosmos.

La Divinidad genera, en su juego de ilusión, para verse desde la multiplicidad, un patrón de creación que se refracta en infinitos patrones de organización o arquetipos de estructura y arquetipos dinámicos, para cada cosa precipitada, en cualquier nivel vibratorio generado por el desequilibrio de las fuerzas, de suerte que toda la creación opera por resonancia con el Arquetipo original diseñado en la Mente Divina. Así fueron creadas las estructuras que llamamos cuerpo físico, etérico, astral, mental y así fueron precipitados los mundos, planos y niveles de vibración.

El velo de la ilusión que cegó la creación misma, como un recurso de la Divinidad para ocultarse de su perenne Unidad, generó la apariencia de miríadas de Jerarquías de seres y oleadas de vida, con diferentes grados de consciencia, que van desde la absoluta inconsciencia hasta la omnisciencia. En realidad, tras el velo de la Ilusión, El Absoluto permea la creación misma y se expresa en la totalidad de lo que es. En el hombre, fluye a través de un juego complejo de vehículos o cuerpos y, por efecto del velo, forma un remolino, provocado por las fuerzas de generación y destrucción en constante batalla. Ese remolino es el yo, la consciencia de individualidad, que no es otra cosa que la misma Divinidad cegada por la ilusión, creada por Sí mismo para ocultarse en su juego del escondite. Bajo esta ilusión se identifica con diversas partes aparentes de una estructura compleja, creyendo ser la estructura simplemente, aislada, separada. A veces cree ser un cuerpo biológico. En ocasiones cree ser el mar de emociones y sentimientos y otras veces cree ser el pensamiento, un conjunto de recuerdos, una historia animada por deseos generados por expectativas imaginarias. En  la ilusión del tiempo y de la imperfección se plantea metas, expectativas, retos, senderos, requisitos, códigos de comportamiento. Ha olvidado por completo que es la misma Eternidad, el equilibrio perfecto, la omnisciencia, la potencialidad pura y la infinitud.

Pero es difícil, atrapado bajo el velo de la ilusión, romper la creencia en la individualidad. Tal vez el proceso de la muerte nos ayude a recordar lo que somos. Afortunadamente, en esta trampa de la Rueda de las encarnaciones, en las que rodamos incesantemente, la vida nos hace el favor de matarnos, en el sofisma del tiempo, para tratar de romper el velo y terminar el juego del escondite.

Al morir, nuestro cuerpo va al horno crematorio. La fuerza de destrucción operante devuelve las estructuras física y etérica a sus elementos originales. El agua se evapora y vuelve al agua. El cuerpo reducido a cenizas devuelve el material prestado a la Madre Tierra y el éter del cuerpo etérico vuelve al cuerpo etérico planetario. De eso no queda nada que no sea la insistente información de ser individuales, y la historia sintética contenida en los átomos simientes, paquetes de fuerzas concentradas que guardan  memorias de estructura, viciadas por la interferencia del yo. Después de algunos años del llamado purgatorio una experiencia astral generada por nuestra propia visión dual y nuestros códigos, en la que batallamos entre la pureza y la culpa, la estructura astral se disuelve en el mar astral terrestre y de ella no queda nada que sea medible o que tenga forma alguna. Y años después siguiendo la ruta ilusoria del tiempo también la mente se disuelve y cesa el cacareo de la mente con toda sus imágenes, conceptos, pensamientos y recuerdos y toda esa energía se disuelve en el océano de vibraciones mentales del planeta.

 ¿Qué queda entonces? El espíritu, dirán algunos. Y, ¿cuál es su medida?, ¿cuál su límite? Oh! Es ilimitado! dirán otros. ¡Es la chispa de la Llama que a imagen y semejanza de la Divinidad no tiene medida, ni forma! Y si es ilimitado, y en realidad que lo es, ¿acaso no es ilimitado también el de todo otro que haya muerto? Ilimitado significa sin límite, sin borde alguno. Así que solo puede haber en definitiva un solo ser Ilimitado. No puede haber dos porque tendría que haber un espacio de separación y esto haría cesar su condición de ilimitados. Y si Dios, la Divinidad, El Absoluto es el Eterno Ilimitado solo puede ser Él. No puede haber un Dios Ilimitado y otro ser Ilimitado. No es posible la existencia de más de un Ilimitado y este es el Uno sin segundo, de tal suerte que es Él quien en realidad permea las estructuras de todo otro aparente ser, disfrazado en la multiplicidad, bajo el velo de la ilusión.

Así que en realidad el yo es un mito, una ficción, no hay tal ser separado recorriendo un camino hacia Dios para alcanzar la liberación. Solo es el Eterno Ilimitado quien vive tratando de liberarse del remolino del yo para terminar su juego. Solo es el Eterno Ilimitado quien permea toda aparente estructura de cualquier criatura del Universo, sin espacio, sin tiempo, en Eterno presente. Es como el agua del río de la vida eterna que fluye en busca del océano, que sigue siendo agua, tratando de disolver los remolinos que se han formado por el enfrentamiento de fuerzas opuestas,  que no son otra cosa que agua que se quiere comer todo lo que sea atrapado por su movimiento centrífugo.

Así mismo, el yo individual, un remolino de Divinidad creado por las fuerzas bipolares, se cree separado de las Madres aguas del Ser y quiere tragarse el mundo entero en su movimiento centrífugo de egoísmo, obnubilado y ciego por el velo de la ilusión que se ha echado encima. Así como el remolino no es más que agua en movimiento, el yo no es más que Divinidad en movimiento, creado por el flujo de fuerzas del río de la Creación.

La ilusión del yo debe ser disuelta. El velo debe ser levantado. Tú eres el Ser Infinito, el Único Ser, el Uno sin segundo, y todos los aparentes seres de la creación igualmente lo son en simultaneidad, en conexión y sincronicidad perfectas, en un Universo continuo, sin espacio, sin tiempo .

Hasta que no se comprenda a cabalidad esta Realidad, la Única Realidad, no se estará en verdad en un proceso espiritual para despertar la Consciencia Divina, que dormita y sueña con ser una multiplicidad de yoes . La mente es básicamente el estorbo principal porque el yo está fuertemente arraigado en ella. Las creencias distorsionadas, almacenadas en los pesados baúles de nuestra memoria, perturban el apacible lago de la estructura astral, creando tormentas de emociones y sentimientos, y levantando huracanes de deseos que arrastran en vertiginosos remolinos a la fuerza vital, distorsionando los patrones perfectos de organización, creando la enfermedad, la ignorancia, el apego y la inercia, y activando la fuerza destructiva equilibrante que conduce a la ilusión de la muerte.

Podemos hacer este proceso de liberación simple o complejo. Si queremos complicarnos, diseñaremos un sendero lleno de requisitos, metas cosas a alcanzar, seres a encontrar, reconocimientos a lograr. Si es así, solo estamos gravitando en nuestro propio remolino del yo individual, y caeremos en trampas de austeridad extrema, de rigidez e inflexibilidad, de fanatismo y separatismo, de rituales rutinizantes,  y en lugar de hallar la liberación estaremos en la más grande esclavitud, alejados de la Consciencia de Unidad con todo y con todos, hipnotizados en una ilusión de especialidad, que no es otra cosa que uno de los finos tejidos del complejo velo de la ilusión.

Podemos tener una dieta como para un ángel, vivir rodeado de altares y flores, entonar dulces cánticos, respirar como un yogui, jugar al juego de ser buenos para ganar merecimientos, pero si no hemos cambiado nuestra percepción dualista, si no hemos limpiado la mente de todo condicionamiento, para ver claramente, no habremos hecho nada, aunque llevemos decenas de años pretendiendo caminar en el sendero o perteneciendo a una organización espiritual de renombre.

Si queremos hacerlo sin complicaciones, lo cual no significa que sea fácil, pues el misterio se resuelve en el equilibrio de los opuestos, ni difícil ni fácil, entraremos directamente en la erradicación de la ignorancia y el apego, mediante la práctica de la meditación y la devoción. La primera busca la erradicación de las identificaciones para la disolución del yo y la segunda busca la renuncia a los apegos y el enfoque único en el Eterno Ilimitado.

Así como la vida nos da el regalo de la muerte entre encarnaciones, nos da también el regalo de la meditación, una puerta al infinito. Meditar es como morir y resucitar desde lo corruptible a lo incorruptible.
Pero meditar no es visualizar, ni soñar, ni evadirse en imaginaciones, ni divagar de pensamiento en pensamiento, o de emoción en emoción, ni embriagarse en el sutil vino de los sentimientos.

Durante la meditación renunciamos al método de la percepción sensorial  como fuente de obtención de datos para el proceso del conocimiento. Si alcanzamos la perfecta relajación y quietud, la consciencia se ausenta de la identificación con el cuerpo. Luego se ausenta de las sensaciones energéticas y posteriormente busca aquietar el huracán astral. Rompe el velo astral, mediante el proceso de comprensión de que emociones y sentimientos son fuerzas que surgen cuando el viento de las expectativas sacude con violencia el mar sereno de la realidad presente que aflora sin esfuerzo, al no estar el yo de acuerdo con ella. Centra  la consciencia su atención en el pensamiento y ve pasar todas las imágenes contenidas en la memoria, que desfilan en el escenario del tiempo, vagando del pasado al futuro y viceversa. Pero va aún más allá y rompe el velo mental, centrando la atención en el proceso de atender al presente, que surge en el silencio, sin historia y sin expectativas, y entra en el campo del intelecto puro, del pensamiento inmaculado, sin espacio, sin tiempo, sin inquietud, sin límites, allí donde la sabiduría que fluye a través de todo lo que existe lo hace en simultaneidad, sin pensamientos, sin construcciones de la lógica, sin recurrir a la memoria.

En este estado, la Consciencia se observa a sí misma, comprendiendo simplemente y permitiendo que fluya la Sabiduría, el Conocimiento intuicional, en un proceso sin palabras que te permite saber sin que medie un mecanismo dialéctico de indagación, sin especulación y lejos de toda duda. En ese instante de atención presente, siempre en el presente e ininterrumpido, se está en igual condición que al final del proceso de la muerte, pero en simultaneidad con toda la estructura física, energética, astral y mental, en quietud. El proceso suele interrumpirse cuando las fuerzas latentes del yo contenidas en el inconsciente afloran para recrear el remolino de identificación con la individualidad. Pero ante la insistencia  de la Consciencia, en un real proceso de autoconocimiento, puede lograrse la continuidad de la atención en el presente, en perfecta inmutabilidad. La Consciencia levanta entonces el tercer velo, el velo espiritual y completando así su escape de los tres velos que conforman el gran velo de la ilusión, y disuelve toda cristalización mental, todo estado de dualidad, logrando perpetuarse en la no dualidad, en la infinitud, en la omnisciencia, al verse en su plena Realidad como  el Uno sin segundo. Eso es liberación.

El proceso espiritual no es un camino en el que un yo individual se libera de algo para lograr la consciencia de la Divinidad y alcanzar la Unidad con el Todo. Es un proceso de entrenamiento intenso en el que la Consciencia Única se libera de la falacia del yo, rompiendo el velo de la ilusión, en el que a sí misma se envolvió para ocultar su Unidad y poder verse desde la multiplicidad, de la cual emerge ahora, para verse a sí misma en su plena potencialidad.

La Divinidad se libera del yo y con ella derrumba su castillo, ese feudo en el que imperaba la dualidad, la separatividad, la ilusión, la ignorancia y el Karma, todos los cuales desaparecen cuando la luz irrumpe.

Alipur Karim

lunes, 28 de julio de 2014

DISCIPULADO No. 16. DE LOS VERDADEROS MOTIVOS DE LA BUSQUEDA ESPIRITUAL


DISCIPULADO No. 16
DE LOS VERDADEROS MOTIVOS DE LA BUSQUEDA ESPIRITUAL





“Porque muchos son llamados, mas pocos escogidos”, dijo Jesús El Cristo, cuando enseñaba mediante parábolas, refiriéndose a un hombre que fue sacado de un banquete de bodas por no llevar el traje adecuado.




En el proceso de búsqueda espiritual, el intenso deseo de los fervientes devotos, el supremo anhelo surgido del corazón puro de hallar la Divina Beatitud, La Sabiduría, la Conciencia Cósmica,  es elevado a la Divinidad desde la misma esencia que habita en cada alma. Como respuesta amorosa, la Luz es enviada  a  todos aquellos que están dispuestos  y preparados para desterrar toda sombra de sus vidas,  mediante  Divinos mensajeros o Maestros de Sabiduría y sus discípulos.  Muchos  otros son atraídos por la luz irradiada y por las enseñanzas pero no siempre existe una sincera motivación espiritual en este acercamiento.

Algunos llegan con la esperanza de disfrutar de la abundancia que  bendice a quien se acerca a Dios y esperan que sus dificultades kármicas personales sean resueltas. Son los buscadores del consuelo divino que llevan un oculto interés de ver resueltas todas sus necesidades, para verse libres de toda responsabilidad antes de dedicarse por completo a la búsqueda divina. El ego busca recibir un premio anticipado. El asunto realmente funciona al revés: es primero el hallazgo de la Consciencia Divina y luego el fluir de la abundancia y la resolución del prontuario kármico.


Si nos acercamos a la Divinidad pidiendo cosas, aún estamos bajo el poder del ego y su consciencia de dualidad, pensando que todo se rige por un método de premio y castigo en el que una Gran Entidad llamada Dios, en su Infinita Misericordia, se dedica a llenar las arcas de todo aquel que se lo pida con el ojo aguado, sin más. Esta oculta necesidad de la satisfacción de los deseos  revela en realidad un gran apego por todos los objetos de los sentidos que genera encadenamiento a viejos patrones inconscientes. Esto solo produce más karma y en lugar de permitir la emergencia de la consciencia no dual sumerge al peregrino en la convicción de la dualidad. Este proceso reforzará las semillas de sus malas hierbas y lo atraerá de nuevo a la rueda de la encarnación.

Otros son atraídos por la ilusión de que todos los conflictos   vinculares que padecen y que les generan enorme sufrimiento serán resueltos, mágicamente, sin que hagan nada para solucionarlos. Buscan la enseñanza como un escampadero, un refugio para sus vidas llenas de relaciones conflictivas o para su soledad. Algunos tal vez buscan hallar solución al problema de algún ser querido cercano que se halle atrapado por el duro lazo de la enfermedad o de algún mal hábito. Este interés es propio del ego que evade el trabajo que le corresponde y se lo quiere dejar a Dios o que pretende que los problemas de los seres queridos desaparezcan de un plumazo, sin que estos hagan ningún proceso interior para liberarse, porque a la larga, debido a sus apegos, estas dificultades se harán suyas.  Quieren llegar al oasis sin atravesar el desierto.

Otros llegan por competencia. Han visto a algún par, amigo o familiar cercano acercarse al sacro camino y disfrutar de sus mieles y desean ser mejores que él o tener los mismos beneficios. Buscan solo pertenecer para obtener. Son motivados por la envidia, otro de los esbirros del ego.


Los hay quienes se acercan por pura curiosidad  u orgullo intelectual y buscan satisfacer sus dudas existenciales, mediante un proceso puramente racional. Son los que todo lo cuestionan, dudan de todo, lo comparan todo con los viejos patrones de su mente o con algunos nuevos pero de la misma índole racional. No se abren a la enseñanza porque creen saberlo todo, aunque en realidad solo poseen información a mares pero no comprenden nada con profundidad. Son simples repetidores de los hallazgos especulativos de otros. Estos sembradores de dudas atraerán sobre sus mentes el oscuro velo de la ignorancia y ni siquiera se darán cuenta de ello. Son esclavos de sus mentes, de sus apegos intelectuales.

No faltan los que acuden con el ánimo de obtener prestigio regodeándose en decir que son amigos personales del Maestro o de sus discípulos. Otros son atraídos por la simple sed de conocer para saber más y obtener el reconocimiento de sabios. A estos los motiva la arrogancia. Es un disfraz del ego que cree que en realidad no sabe nada, tiene frustración de saber, cree que necesita conocer y mostrar ese conocimiento al cual confunde con la sabiduría.


Otros acuden como cazadores de fenómenos psíquicos buscando romper a través de éstos la pétrea roca de incredulidad que en realidad llevan por dentro. Esperan ver prodigios, apariciones mágicas o hallar quizá una misteriosa pócima o fórmula secreta que les permita acceder a otras dimensiones, sin el fastidio que les genera el tener que hacer el verdadero trabajo de disciplina requerido para despertar los divinos poderes. Estos se encontrarán tarde que temprano presas de las ilusorias energías del mundo astral, engañados tal vez por falsas pero astutas entidades que se harán pasar por Maestros verdaderos con el ánimo de vampirizar sus energías. La mayoría de ellos terminarán escuchando voces o teniendo visiones engañosas. A lo mejor se harán “canales” de estos pretendidos o ilusorios maestros trayendo aparentes mensajes sutiles que no son otra cosa que la proyección de su memoria o la de la entidad y cuyo contenido generalmente no conduce al hallazgo de la sabiduría.

Indudablemente un falso buscador hallará un falso maestro, uno que trabajará para nutrir su ego. Solo allí se hallará plenamente satisfecho ya que si, atraído por la fulgurante llama de una verdadera enseñanza, se topa con un Maestro verdadero, su instrucción y disciplina le caerán como balde de agua helada y harán saltar los ejércitos del ego en su propia defensa. La oscuridad de su verdadera motivación revelada se hará incompatible con la luz del Sendero. Tal vez aguantará la repulsión un tiempo, para no ser tan evidente, o por orgullo, pero la represión le llevará a crisis  y saldrá de allí profiriendo críticas y arguyendo razones de auto justificación para emprender la huída.

Es la simiente divina latente quien ha llevado a estos falsos buscadores hacia la luz del Maestro, en un intento por despertar, pero es su ego quien la repele, debido a sus motivaciones. No estando preparados, no teniendo el vestido adecuado para la boda entre el Espíritu y la Luz, no serán aceptados en el Círculo interno del Maestro.

Tener la motivación correcta no es equivalente a decir que el aspirante al discipulado debe tener perfección absoluta de su estructura física, etérica astral y mental sino que, libre de pretensiones egoicas posee la disposición adecuada para pulir el diamante en bruto que es, el cual será tallado por el Maestro quitando una a una todas las imperfecciones que le impiden brillar como preciosa gema. La talla dolerá pero luego será agradecida por el discípulo.

El acercamiento al Maestro debe tener motivaciones que surgen del corazón espiritual del aspirante: anhelo real de percibir la luz y ojos dispuestos a verla; respeto por la enseñanza y oídos dispuestos a escucharla; verdadera intención de transformación y de ruptura de apegos; deseo sincero de correr el velo del ego para que pase la luz; acatamiento de las sugerencias, a la luz de las enseñanzas y sabia guía del Maestro.

Hallar un Maestro espiritual es una de las más grandes bendiciones que se puedan tener en una encarnación. Un verdadero Maestro espiritual es la encarnación de la palabra divina. Encontrar uno, es como encontrar un gran tesoro. El verdadero Maestro te enseñará la ciencia espiritual perfecta,  el conocimiento espiritual exacto que te permitirá establecer un real contacto y experimentar la Sabiduría del Universo. Él te mostrará  la llave de oro que abre la puerta del misterio y te dirá los medios para que la encuentres por ti mismo y traspases el umbral.


 El Maestro solo aparece cuando el alumno está preparado y sus motivaciones han surgido realmente del ser interior y no del ego.  Nadie halla un Maestro por el solo hecho de querer tenerlo, ya que no se trata de una búsqueda personal. En el proceso del discipulado el ego no está invitado. Es el Maestro quien hallará a los que verdaderamente están en la disposición adecuada para enseñarles la Sabiduría Divina Espiritual. Tras la iniciación, el discípulo recibirá la energía necesaria para permanecer en conexión con los Círculos más cercanos al Maestro. El Amor y respeto por El en cuanto a la Luz que representa, el Amor por la enseñanza, que es la exteriorización de su Luz y el Amor a la Divinidad como la meta más elevada a alcanzar en la encarnación, darán al discípulo el derecho de permanecer con los que están junto a él y recibir una enseñanza más elevada. Esto le dará acceso directo a la Jerarquía pues una vez que conoces un Maestro tienes la puerta abierta a los templos de todos los Maestros, quienes trabajan en la no dualidad, en espíritu de Hermandad Universal y en perfecta sincronía con el Plan Divino.

 

 

Si quieres  encontrar un Maestro no lo busques, haz el trabajo requerido y espera pacientemente el tiempo perfecto para el despertar. No esperes que salga el sol antes del amanecer. No saldrá porque madrugues más. Más bien, antes de que salga, quita las malas hierbas de tu jardín y procura arrancarlas de raíz. La luz las hará crecer de nuevo y no dejarán florecer tus rosas.




Si quieres asistir a la boda de la hija del Rey( la Luz Divina) con un noble caballero( el Espíritu) lleva el vestido adecuado(vida e intención puras), no sea que te echen de allí y te pierdas la boda y el banquete(Gozo Divino o Bienaventuranza). Haz lavar tu traje si ya tienes uno y líbralo de toda mancha o te pondrás en evidencia en el gran salón iluminado del palacio del Rey( el Maestro) o si lo prefieres deja ya tu viejo traje(antiguos hábitos) y hazte uno nuevo.

Alipur Karim







miércoles, 21 de mayo de 2014

DISCIPULADO No.15 POR LOS SENDEROS DEL DISCIPULADO



DISCIPULADO No. 15
POR LOS SENDEROS DEL DISCIPULADO

Buscando Algo

Un caminante avanza desprevenido por el camino de la vida. Siendo niño pequeño solo anhela sobrevivir y ser feliz encontrando la máxima satisfacción, en su infantil inocencia. El mundo gira alrededor de él y cada grito es como una orden que precipita la satisfacción de una necesidad. Va creciendo y a su vez con él la capacidad mental. Se empieza a preguntar qué es todo aquello que sus sentidos perciben y busca respuestas en sus padres, en sus pares y maestros. Todos le hablan en un lenguaje común. Es el lenguaje de las palabras, de las definiciones, de los nombres asociados a las formas. Es el mundo que todos hemos acordado ver. Un mundo construido en nuestras mentes, una representación colectiva construida con base en aquello que los sentidos perciben y a lo que llamamos realidad. Siendo niños creemos en todo ello a fe ciega.

 El niño caminante quiere obtener del mundo todo lo que su cuerpo le pide y todo lo que su mente anhela, pero bien pronto se da cuenta que no todo está a su alcance, aunque el mundo es basto, muy grande, infinito tal vez. De vez en cuando se pregunta quién lo hizo todo y se sorprende con las maravillas de la creación. De vez en cuando sueña con ser una criatura fantástica, con ser un adulto, imitando los distintos roles que ve que los seres humanos desempeñan y a veces hasta juega a ser un héroe, un mago o un Dios. Pero bien pronto crece y se convierte en un caminante adolescente. Siente que un ser extraño ha surgido de sí mismo. Deja de creer en muchas cosas y se apasiona por otras. Surge de su interior un remolino constante de fuerzas instintivas, de emociones y sentimientos. Se da cuenta que no es  el héroe que creía ser en la infancia pero acrecienta sus sueños para serlo en el futuro. Se envalentona el caminante y piensa que será el dueño del mundo. Se rebela contra todo lo que lo ataje. Todo lo desafía y quiere experimentar por sí mismo.  A veces emprende caminos que le permiten la satisfacción de sus deseos y se hincha de orgullo y vanidad y a veces se estrella contra lo que la vida impone y es contrario a sus deseos y se llena de frustración, ira, resentimiento, odio y violencia contra otros o contra sí mismo debido al condicionamiento de lo que debe ser o llegar a ser y a la frustración de no serlo o de no creer que lo hará. Le pesa el fardo del condicionamiento sociocultural y religioso. Trata de zafárselo pero no puede. Siente miedo de soltarlo y quedarse sin nada o busca uno nuevo, algo que le convenza más y se aferra a él. Se fanatiza no pocas veces, cambia su indumentaria queriendo ser diferente y único pero en realidad copia a sus pares y se uniforma con algunos de ellos. Y lo mismo que hace por fuera hace por dentro, en su mente, en lo que va creyendo que es él. Copia modelos de otros y anhela el triunfo del yo en el que se ha convertido. Pero el camino sigue y pronto la adolescencia se va. La sociedad gana la batalla y le doblega. Se ve en la imperiosa necesidad de ser condicionado y estudia en escuelas programadas para sostener el modelo establecido. Cada vez desea más cosas y se sumerge en un mundo de mayores necesidades creadas, donde es muy costosa su supervivencia. Se ve obligado a trabajar para sobrevivir y tratar de conquistar el mundo y se pierde por momentos en esa selva misteriosa de la vida donde el más avivato sobrevive y  cree ganar algo especial aunque también vaya hacia la muerte. Ocasionalmente una vocecilla interna le hace preguntarse qué sentido tiene todo esto. La monotonía del camino consume al caminante y la pesada carga de responsabilidades le agobia. El cansancio y los excesos le muestran caminos de enfermedad, de dolor y sufrimiento. Busca un consuelo, una salida. A veces escapa de su mente refugiándose en caminos de evasiones, de hábitos que callan su mente y satisfacen sus alborotados sentidos.  Pero de vez en cuando se hace consciente del camino y se pregunta realmente   adonde va, adonde quiere ir y adonde conduce el camino. Aguza el ojo y ve a la distancia el abismo de la muerte. Ve que el sendero tiene precipicios a lado y lado y que de vez en cuando otros que caminan caen al vacío y desaparecen de la vista.

De repente se da cuenta de que camina sin sentido, que realmente no sabe a donde va y que es un absurdo que el camino termine para todos en los manglares de la muerte. El caminante ha crecido por dentro y se resiste a la idea de la aniquilación. Se agarra con fuerza de antiguas creencias heredadas y vuelve sus ojos para tratar de resolver el misterio de aquel que lo creó todo con un plan fatalista. Hace un alto en el camino y se replantea el viaje. Piensa si hay otros caminos. Retrocede amedrentado. Pregunta, indaga, busca respuestas y halla toda clase de teorías  acerca del camino de la vida. Duda si es lo que cree ser y se pregunta si es algo más que el mero barro de la tierra que se organizó en moléculas complejas y permitió la emergencia de un raro ser llamado yo, que cree que piensa, que escudriña el mundo y lo define, que desea controlarlo y conquistarlo, pero no lo logra. Ve la meta del héroe muy lejana y la del super héroe ya la ha desechado por inviable. La realidad aparente percibida por los sentidos y la lógica han desmoronado sus sueños quijotescos.

Se pregunta el caminante qué o quién es en realidad y cómo funciona el mundo. Su cerebro se hace un nudo y no contesta nada coherente, pero ve en el hecho de conversar consigo mismo la diferencia entre el que pregunta y la mente que trata de responder. Por primera vez, en mitad del sendero siente que es algo inmaterial, intangible, imperceptible por los sentidos, que percibe y crea imágenes y conceptos, basado en lo que capta por medio de los sentidos. Decide no caminar a la velocidad que venía y buscar otro sendero porque aquel que transita es el sendero de lo absurdo: sobrevivir, satisfacer los pocos deseos que la vida permite, hiperexcitar los sentidos para tener sensaciones efímeras de placer, luchar con sus culpas, aferrarse a lo que ama y a unos pocos seres a los que verá  sufrir, deteriorarse, enfermar, envejecer, morir y desaparecer. Siente un pálpito en el corazón, se detiene, acalla la mente por un instante, cierra los ojos para escucharlo, siente como si le hablara. Retrocede un poco, abre los ojos, mira en otra dirección y ve un letrero que reza : “caminos de los misterios”. Sin dudarlo, cambia el rumbo, se deja llevar por la voz del corazón y emprende la nueva vía. Los del antiguo camino tratan de persuadirlo. Le dicen que se perderá por esos senderos, que está errado, que está loco, le gritan, le atajan, se burlan, pero al final les contiene y escapa.

Ve que por allí caminan otros, en realidad no muchos; que como él se preguntaron lo mismo y dejaron que les hablara ese misterioso punto en el corazón. Nuestro caminante cree haber hallado el camino de la espiritualidad y se siente un humano emprendiendo la ruta del alma y viviendo una fascinante experiencia espiritual. En realidad siempre fue un espíritu viviendo una fascinante historia humana, una obra de teatro, una tragicomedia, con un disfraz de barro que oculta otros, hechos de retazos de emociones y pensamientos.

El nuevo portal le conduce no obstante a un abanico de posibilidades. Hay muchos senderos, cada uno con una horda de pregoneros que anuncian su propio camino como el único que conduce a la eternidad. Hay caminos de fanáticos religiosos, sectarios, que  venden la salvación a cambio de diezmos,  ofrendas y mecánica repetición de ritos y oraciones. La mayoría de ellos pretenden que la verdad está en un libro que ellos toman por el único sagrado y que saben casi de memoria, ateniéndose a la letra muerta pero sin el conocimiento de su significado. Ciegos guiando a otros ciegos. 



 Hay senderos llamados esotéricos también llenos de requisitos a cumplir, igualmente fanáticos y también le venden la idea de la salvación pretendiendo que la verdad se halla en otros libros que ellos toman por sagrados y que recitan al  pie de la letra. Algunos también cobran diezmos a su manera o le piden donaciones voluntarias que rara vez se aplican a mejorar las condiciones del camino y van a parar a las arcas de unos pocos avivatos que  vivirán durante largos años a expensas de los ingenuos. En muchos de esos caminos le ofrecen una escala de avance, con grandes promesas de logro si cumple con extremos requisitos de dieta, de abstinencia, de celibato, de sacrificio, de encierro, de renuncia a todo bien material que por supuesto será tomado por el conocedor de ese sendero y sus más cercanos.

 Nuestro caminante explora algunos de esos caminos por largos años y solo obtiene decepción, frustración, hastío, represión, agotamiento y estados cercanos a la alienación mental, pero ve que radicalmente sigue siendo el mismo.  Por un tiempo el nuevo condicionamiento que experimenta en estos senderos le hace creer que es feliz y disfruta de sus nuevos amigos, hasta que finalmente ve que sustancialmente son iguales a los del viejo camino. Seres condicionados bajo cuyo disfraz de túnica o estandarte sigue viviendo el egoísmo y el deseo como controladores de sus vidas. Encuentra allí los mismos estados de envidia, codicia, espíritu competitivo, lujuria, vanidad, orgullo, deseo de poder y reconocimiento. Seres sin libertad que se creen superiores por el hecho de pertenecer a o de haber alcanzado cierto tiempo en un sendero pero que en realidad son esclavos de sus creencias, de sus nuevos hábitos que consideran la escalera para llegar al cielo.

Nuestro caminante lo ensaya todo porque cree que estos senderos le llevarán hacia un anunciado Maestro que solo lo admitirá cuando supere una larguísima lista de mandamientos que condicionan su actuar externo. Sigue dietas estrictas y largos ayunos hasta la desnutrición y la sumisión. Su voluntad se debilita más que su ego por las dietas bajas en proteína. No mata animales para comer pero se está matando a sí mismo. Tiene alucinaciones que confunde con visiones pero que no son otra cosa que invenciones de su anhelante imaginación. Se llena de orgullo intelectual pretendiendo saberlo todo, sin conocer profundamente de nada. Cree ser un avanzado y un ciudadano del mundo pero en realidad es un ser atrapado en sus rutinas y creencias que mira a los que no son de su línea por encima del hombro y los juzga de herejes.  Ve a otros que caminan a su lado que llegan a creerse canales  de algún Maestro fallecido o inventado pero tan solo son repetidores de aquello que han leído o peor que eso, médiums presos de alguna entidad vampira del bajo astral que les hace creer que se trata de algún “maestro ascendido” y solo transmiten mensajes llenos de incoherencias o frases rosas de cajón que más que iluminar confunden y que no tienen ningún grado de profundidad.

Largos años pasan y nada sucede. Ningún Maestro. Solo humanos obnubilados que pretenden serlo. Hipócritas falsarios que visten blancas vestiduras y recitan textos de otros sabios, pero que en su interior hieden a podredumbre. Nuestro caminante finalmente huye horrorizado y nuevamente siente el griterío a sus espaldas. Nuevamente le dicen que está loco, que se condenará, intentan atajarle unos y correrle otros que ven amenazada su seguridad mental cuando nuestro amigo tiene asomo de cordura y les dice algunas verdades profundas que les hacen ver que tal vez estén anquilosados. Huye finalmente de aquellas cárceles de ideas y corre al desierto para “ayunar cuarenta días”.



 Es en ese desierto de su soledad del yo cuando deja de comer tanto conocimiento indigesto y tóxico y se purifica mentalmente.  Se pregunta si él es el pensamiento, si él es quien por dentro hace las preguntas y si es así entonces quien es el que escucha. Ve que esto no es más que un juego, una ilusión. Se descubre a sí mismo, se halla interiormente y descubre que en realidad es otro sin el yo que tanto cacarea en su pensamiento.  Se siente que es otro  cuando se observa más allá del pensamiento. Halla un Yo más elevado, sabio, que habla en el silencio del desierto, como el rumor del viento. Entonces le aparece un tentador que no es otro que su yo mental que le ofrece nuevamente los caminos del poder, de la codicia, de la pasión, de la vanidad y del deseo. Peo él lo ve claramente y descubre que hace mucho tiempo, un poco después de que aprendió a hablar cuando niño, fue desplazado de su cuerpo por este demonio, fue invadido por este parásito llamado pensamiento egoico. Entonces le hace callar y le expulsa de su vida. Vuelve a ser él y se da cuenta que es sabio, bondadoso, humilde, honesto, amoroso y que todas esas cualidades siempre han estado ahí, dormidas aún por varias encarnaciones. Y al ver la Luz interior que nuevamente brilla, cuando se ha corrido el velo de ilusión y oscuridad, regresa del desierto y halla un camino estrecho, casi oculto, poco transitado, con un letrero modesto y bien disimulado que dice: “camino del discipulado”. Siente cierto temor y a la vez una leve vanidad provenientes de su viejo yo que aún se asoma a las vecindades de su aura, pero no se acobarda ni se deja ensalzar. Se modera, le reprende y avanza. No bien da unos pocos pasos, apartando la maleza de sus emociones, ve el maravilloso resplandor de un discípulo de un verdadero Maestro que le ha estado esperando pacientemente desde hace varios años cuando por vez primera vio brillar en él ese mágico punto de luz en el corazón. El caminante se pregunta entonces si es en verdad un enviado del  Maestro o no es más que algún espejismo del desierto.

Este amigo no le ofrece nada que sea fácil de alcanzar. No le pide ningún requisito externo. Nada de dietas especiales, nada de abluciones ni de trajes. Tan solo le muestra un espejo y le pregunta a quién ve.
         - Soy yo el que se ve reflejado allí.
  - Ese que ves allí no es más que un espejismo. No eres tú. Es lo que crees que eres o lo que te han dicho que eres.
-         - En el desierto descubrí que soy en verdad un Yo Superior pero ese no se ve en el espejo.
-         - Has de caminar con este espejo largo tiempo y trabajar en tu mundo interno hasta que veas quién eres.
-         - Y cómo podré hacer eso?. Mis ojos siempre verán la cáscara externa y esa será la que se refleja.
-         - Entonces no mires con tus ojos ordinarios. Aprende a mirar con tu ojo interno y mírate en el espejo de tu alma.
-         - Y cómo haré esto?
-     -  Medita largo tiempo, sé auténtico, honesto, transparente, escucha en el silencio de tu ser. La luz espiritual que hay en ti es tu verdadero Sendero hacia lo eterno, hacia la paz que tanto anhela tu corazón. Síguela. Es el único Maestro que debes buscar.
-         - No me llevarás tú al Maestro? Tú le conoces!
-   -   Sí que le conozco pero nadie puede llevarte al Maestro. Tal vez pueda indicarte algunas pautas para que por este camino te halles a ti mismo. Si lo haces estarás a los pies del Maestro. Es él quien te hallará.

El caminante sigue al discípulo pero ve que el camino es pedregoso, angosto, en medio de trampas y desfiladeros y siempre cuesta arriba. Le asaltan dudas y temores.
-         - No es fácil el camino
-       -  Nadie dijo que era fácil!  El Maestro vendrá a tí cuando hayas recorrido más de la mitad del Sendero hacia la cima. Nunca viene más abajo! Siempre vive en las alturas.
-        -  Podré salvar tantos escollos? No hay un camino más seguro? Tal vez algún atajo secreto?
-         - Todos los atajos te llevan al desfiladero. Camina paso a paso si no tienes luz. - No camines jamás en la oscuridad. La única luz que te puede guiar es tu luz interior.
-       -   Solo la he visto en el desierto pero ahora que he vuelto a recorrer caminos la he perdido.
-       -  Entonces detente y búscala. No camines en la oscuridad. Allí nadie te guía y hasta tu propia sombra te es ajena. Esfuérzate en romper la oscuridad de tu pensamiento. Ve más allá. Adéntrate en los senderos internos de tu alma, ausculta tu corazón más allá de todo vano sentimiento. Ahí está. Ahí ha estado siempre!
-         - Guíame tú. Muéstrame tu luz.
-        -  Si tu ojo interno no está abierto solo verás vagos reflejos. Solo si hallas tu luz verás mi luz. Es la misma! Pero solo puedes verla con tu ojo interno iluminado.
-         - Y si intento simplemente imitarte?
-     - Dejarás de ser tú y te convertirás en un reflejo, te perderás en un yo que no conoces. No te busques en mí. No soy más que un espejismo que se desvanece como una nube en el cielo. Mi yo muere diariamente. Sigue solo a tu luz. 
-   - Medita para hallarla y si es necesario ¡regresa al desierto!
-        -  Entonces para qué estás aquí?
-        -  Para mostrarte el espejo! Para decirte que si no matas al dragón de tu ego y a todos los demonios de tu mente te tirarán al desfiladero. Para decirte cuáles son los demonios de tu ego. Yo solo soy el portero del camino y un guardián que te advierte que en el sendero del discipulado el ego no está invitado. Si intentas caminar con él terminarás de seguro en el abismo. Más te valdría haber seguido por los viejos caminos, esos que implican grandes sufrimientos generados por la ilusión y la ignorancia y que terminan en los pantanos de la muerte y te llevan a despertar en otra vida para volver a iniciar el recorrido, porque finalmente el sufrimiento es una fuerza que corroe la coraza de tu ego y permite que después de largas edades la luz aflore.
-       -   Pero ya estoy hastiado de los senderos de la muerte.
-  - Entonces enfréntate al dragón y vive. Sal de la ilusión de tu ordinario pensamiento. Ve más allá de tus sentidos. Los demonios crean en tu mente maravillosas fantasías con los que ellos perciben. Jamás verás la realidad con ellos. Fueron hechos para percibir solo en el mundo físico y es lo único que verás con ellos.

El caminante siguió fielmente  las instrucciones del discípulo. De vez en cuando éste le hallaba en algún recodo del camino y le traía algún bálsamo para su alma. Una que otra vez le advirtió de algún inminente peligro. Cada cierto tiempo le volvía a mostrar el espejo y preguntaba a quien veía. Una y otra vez se miraba el aspirante en el espejo y cada vez veía más borroso el reflejo de su yo.


Un día lejano, después de haber recorrido el camino con atención, con total concentración para no caer en una trampa, con gran discernimiento para decidir en cada bifurcación, siguiendo a la luz de su alma que cada vez iluminaba más su ojo interno, meditando a veces largas horas para hallar el rastro de la divinidad interior que le revelaría el misterio del sendero, apareció el discípulo con el espejo del yo.
-         - A quién ves?
-    - Solo veo luz. No hay reflejo, no hay imagen, no hay espejo. Solo veo un destello de mi propia alma y veo que mi luz se confunde con tu luz.

         
Entonces se oyó una voz como el rumor de muchas aguas. Era la voz del Maestro:
   - Bienvenido al camino del discipulado. Aquí es donde comienza tu entrenamiento para llegar a la cima. Yo te acompañaré de vez en cuando y alumbraré el camino con mi lámpara para que tu pie no tropiece, pero mi espíritu siempre estará contigo porque has logrado vencer a tus demonios internos y ha muerto tu ego. Mereces ahora el ser admitido en el templo de los que se capacitan para ser iluminados. Yo solo seré una luz en el camino. Tú deberás hollarlo solo, hasta que tu luz interior se confunda con la mía. Entonces recorrerás los senderos de los Grandes Iniciados y llegarás a la puerta de la iluminación para fundirte con el todo. Allí, antes de entrar morirá también tu Yo superior y te sentirás como un cristal que se disuelve en el océano de la Divinidad y al disolverte sabrás que siempre fuiste el océano!

Alipur Karim