LA RECAPITULACION EN LA VIDA DIARIA
El proceso de recapitulación hace parte de la Ley de Evolución, la cual cubre a todas las oleadas de vida de nuestro esquema. Este mecanismo consiste en desarrollar, en forma resumida, breve y ordenada, un trabajo evolutivo realizado anteriormente en mayor extensión. El ser humano ha experimentado muchas recapitulaciones de diversa índole durante su camino evolutivo, y aún en el presente sigue resumiendo los distintos pasos del esquema. De acuerdo con esto, la vida de un individuo está sujeta a las leyes cósmicas, incluido este proceso de repaso abreviado. Cada etapa de la vida humana se convierte, desde este punto de vista, en un pequeño periodo de recapitulación de alguna vivencia desarrollada durante millones de años de evolución. Si se conoce el proceso que se vivió, se tendrá el conocimiento necesario para vivir una vida más acorde con la Ley del Ritmo que es la que determina cuando repasamos y cuando comenzamos una nueva etapa. Esto nos permitirá desarrollar nuestra vida inteligentemente y tener una idea de lo que debemos hacer en cada época de nuestra existencia.
Recordemos que nuestro Esquema evolutivo está dividido en siete grandes Periodos Mundiales de Creación (Saturno, Solar, Lunar, terrestre, Júpiter, Venus y Vulcano), los cuales a su vez se subdividen en siete revoluciones cósmicas. Cada revolución o ronda se desarrolla en siete globos (A, B, C , D , E, F, Y G), y en cada uno de éstos la obra evolutiva comprende siete épocas (Polar, Hiperbórica, Lemúrica, Atlante, Aria, Nueva Galilea, Epoca de Oro). Cada época, en el presente estado de evolución, se subdivide en siete razas (Aria,Babilonia-asirio-caldea, Persa Greco Latina, Céltica, Teutónica Anglosajona, Eslava y séptima raza) y estas en subrazas. Durante cada subdivisión septenaria se lleva a cabo una recapitulación cada vez más breve y precisa, durante la cual se realizan algunas mejoras, dando lugar a la Epigénesis o genio creador, que nos permite inventar las nuevas adaptaciones, de acuerdo con las necesidades presentes. Así por ejemplo, la tercera subraza recapitula el trabajo realizado por la tercera raza, la tercera época (Lemúrica), el tercer globo, la tercera revolución cósmica y el tercer Periodo Mundial de Creación (Lunar). Por eso se dice que en el proceso de la creación existen espirales dentro de espirales de la gran espiral del Plan Evolutivo.
Una vida humana recapitula, indudablemente, todo el esquema cósmico, y de hecho cada etapa de siete años representa una de las múltiples divisiones y subdivisiones septenarias del esquema. Así mismo cada uno de los siete vehículos de expresión se corresponde con una de esas siete etapas de desarrollo, de acuerdo con el periodo o revolución en el cual fue dado o despertado el germen respectivo. Veamos a continuación las siete principales etapas de la vida humana, su relación con el esquema y algunos aspectos a recordar y considerar.
Primera etapa. Desde el nacimiento hasta los siete años cumplidos. Primera Infancia.
Durante este época recapitulamos el trabajo realizado en el Periodo de Saturno. En aquella lejana época de nuestro pasado evolutivo estabamos bajo la custodia de las Jerarquías Superiores y en especial de los Señores de la Llama quienes en la primera revolución cósmica nos dieron el germen del CuerpoDenso y en la séptima despertaron nuestro Espíritu Divino. Teníamos una conciencia similar a la del trance profundo y éramos totalmente dependientes. En forma similar, durante este ciclo el niño es totalmente dependiente de sus padres de los cuales ha recibido el material para su cuerpo Denso y su conciencia evoluciona muy lentamente. Todo el énfasis es puesto sobre el Cuerpo Físico y se da especial cuidado a su nutrición, la cual es suministrada fundamentalmente por la madre. La primera etapa a su vez se subdivide en siete años, cada uno de los cuales representa uno de los siete periodos de desarrollo.
El primer año corresponde totalmente al Periodo de Saturno y durante éste, el niño no tiene ninguna conciencia de sí mismo, estando aún enfocado hacia el interior. Su sentido más agudo y sensible es el oído, ya que éste fue desarrollado arquetípicamente en el primer Periodo Mundial. Durante el segundo año se recapitula el Periodo Solar cuyo trabajo principal fue la obtención del germen del Cuerpo Vital, en la segunda revolución cósmica y el despertar del Espíritu de Vida en la sexta. Allí el Cuerpo Físico se mejoró diseñando el Sistema Digestivo y Glandular. En esta segundo año de vida el niño se muestra más vital y su sistema digestivo se ha adaptado mejor para recibir alimentos diferentes a la leche materna. También es la época en la cual comienza el control de esfínteres.El sentido del tacto cobra importancia y el niño quiere cogerlo todo, puesto que este sentido fue preparado en el Periodo Solar. Sin embargo, recordemos que el cuerpo Vital aún actúa desde la matriz del cuerpo Vital Planetario. El sacramento del bautismo debe ser administrado en esta época, ya que el Cuerpo vital es el reflejo del Espíritu de Vida, a través del cual fluye la energía crística.
El tercer año corresponde al Periodo Lunar (donde recibimos el germen del Cuerpo de Deseos en la tercera revolución y se despertó el Espíritu Humano en la quinta). Nuestro Cuerpo Físico fue mejorado en germen para poder construir el sistema muscular, esquelético y el sistema nervioso involuntario. El niño, aunque su Cuerpo de deseos está en incubación, da muestras de sus primeras emociones infantiles y desea verlo todo, puesto que los ojos fueron construidos en germen en este Periodo. El movimiento cobra importancia para él y no permanece en quietud ni un instante durante la vigilia. También aquí se recapitula la época Lemúrica durante la cual ocurrió la división en sexos. El infante comienza a diferenciar el sexo masculino del femenino y se muestra interesado en los órganos sexuales. Esta es una época excelente para dar las primeras enseñanzas acerca de que existen dos sexos. El cuarto año recapitula el Periodo terrestre, época en la cual obtuvimos el germen del Cuerpo Mental y desarrollamos nuestro sistema nervioso voluntario y el sentido del gusto de la Epoca Atlante. El niño se muestra interesado en preguntar el por qué de las cosas y desea saberlo todo aunque su mente está todavía en embrión. Despierta su sentido del gusto y acepta o rechaza la comida por su sabor. Igualmente se identifica como una personita separada, ya que en esta época la mayoría de la humanidad alcanzó la consciencia de sí misma. Es el momento en el que los padres deben enseñar los primeros pasos acerca de la lógica y del proceso razonador. Es también un buen tiempo para enseñar al niño el primer paso rudimentario de la meditación, a saber, la lectura de cuentos de hadas o similares.
El quinto año corresponde al Periodo de Júpiter, quinta revolución, época Aria y Espíritu Humano. El niño da muestras de rebeldía ya que el Espíritu Humano recibe la energía separatista de Jehová. El olfato cobra importancia ya que fue desarrollado en la quinta época (Aria) y el niño muestra su agrado o disgusto por diferentes olores. Este es un momento especial para enseñar al niño el Espíritu de independencia para que el infante se valga por sí mismo. De hecho los niños desean hacer muchas cosas solos. También se deben dar las primeras enseñanzas acerca de la pureza (Espíritu santo), así como de la energía creadora. El infante debe ser educado para ser creativo y hacer uso de las Epigénesis. El sexto año corresponde al Espíritu de Vida, a la sexta revolución y al Periodo de Venus. Deben darse enseñanzas con respecto al amor, a la fraternidad universal, a la unidad de la vida, a la existencia de Cristo, a la oración y al recto obrar. El séptimo año es el del Periodo de Vulcano, la séptima revolución y el Espíritu Divino. La voluntad debe ser fortalecida en esta época mediante la enseñanza de la confianza en sí mismo y la disciplina. El niño debe aprender que la voluntad divina gobierna todas las cosas y que debemos ser humildes y mansos, pero con deseo de cambiar.
Segunda Etapa. Desde los 7 hasta los 14 años cumplidos. Segunda Infancia.
En su totalidad corresponde a la recapitulación del Periodo Solar y el trabajo sobre el Cuerpo Vital, el cual nace aproximadamente a los siete años, dando lugar a una fase de rápido crecimiento, que se da gracias a la acción del Eter Químico, el cual madura en esta época, facilitando la asimilación y excreción. En esta etapa debe existir un completo control de los esfínteres, una mayor actividad de la hormona del crecimiento (Sistema Glandular), y una gran vitalidad. La educación debe enfocarse en el cuerpo Vital cuyo principio es la repetición. La enseñanza fundamental debe orientarse a la formación de hábitos constructivos mediante la Autoridad de padres y educadores y la obediencia discipular del niño.
De acuerdo con la mecánica de recapitulación, hay una subdivisión septenaria que recrea nuevamente el esquema, a mayor velocidad, en un nivel más elevado y con un enfoque particular referente al trabajo sobre el cuerpo Vital.
El octavo año de vida es el primero de este nuevo ciclo y en el ocurre una adaptación del cuerpo Físico a la exuberante vitalidad que ahora recibe del cuerpo naciente. En este año debe prestarse atención a la importancia de manejar convenientemente nuestras energías vitales. Debe enseñarse al infante la estrecha relación que existe entre éstas y el cuerpo Denso y cómo la malversación de estas fuerzas tienen un impacto negativo sobre la salud. Es necesario que se conozca la manera en que el cuerpo Físico se nutre de energía a partir del vehículo etérico para que se comprenda la importancia de una excelente alimentación vegetariana, del ejercicio físico, de recibir suficiente sol, de un ambiente bien ventilado que garantice una buena respiración, de dormir por lo menos ocho horas , etc. El noveno año de vida corresponde al segundo de esta etapa y es el correspondiente al cuerpo Vital propiamente, el cual experimenta aquí una nueva adaptación para esta encarnación. Es aquí donde madura completamente el éter químico del vehículo etérico Debemos recordar que su contraparte es el Espíritu de Vida, el cual crece a expensas de aquel. Esta conexión permite al cuerpo Vital el ser una vía de expresión y manifestación de la Energía crística, lo cual hace a este año el más adecuado para los ritos de primera comunión a través de los cuales se reafirman las promesas del bautismo. Es una época especial también para crear buenos hábitos de oración y para fijar en el infante los principios básicos de profundas verdades espirituales. En general es un buen año para enseñar al niño la importancia de crear hábitos positivos con el objeto de desarrollar un buen carácter en el futuro.
El décimo año corresponde a la tercera vuelta de nuestra espiral, relacionada con el cuerpo de deseos, cuya clave es sensación. Puesto que tal vehículo no ha nacido aun, esta es una etapa preparatoria durante la cual es importante enseñar al niño a diferenciar las distintas clases de deseos que pueden existir en él y advertirle que en el futuro aparecerán nuevos y más intensos deseos para cuyo manejo debe estar preparado. Es un buen año para ayudar al individuo a cultivar elevadas sensaciones y para iniciarlo en los caminos del arte y el altruismo. El año once corresponde al cuerpo mental, y es una etapa donde este incipiente cuerpo aun por nacer, comienza a influenciar el aun inmaduro éter reflector del cuerpo Vital, el cual entra cada vez en mayor
actividad. Siendo la nota clave del cuerpo mental razón y consciencia de sí, es una etapa de fuerte cuestionamiento por parte del muchacho. Los padres deben cuidarse bien de orientarle siempre con respuestas verdaderas y claras a sus interrogantes. No olvidar que aquello que se imprime en el cuerpo Vital en un año correspondiente a éste en la ruta espiral, se grabará más fuertemente que en ninguna otra época. Es importante enseñar al niño el segundo paso de la meditación,los primeros rudimentos de concentración, invitándolo a la investigación, a la lectura de obras instructivas, de biografías de grandes seres y a la reflexión. Es además un buen año para enseñar la acción lógica y despertar el amor por el estudio. En el año doce estamos en etapa preparatoria correspondiente al Espíritu Humano, cuya clave es individualidad y separatividad. Indudablemente que aquí comienza la pre-adolescencia y que será esta una época de rebeldía frente a los patrones establecidos. Es un buen momento para recordar a nuestro hombrecillo en evolución que la autosuficiencia es la clave de una buena adaptación a cualquier proceso de desarrollo y que la rebelión interna es más valedera que la externa. En esta etapa pueden enseñarse primarias lecciones sobre meditación, enseñando al muchacho la diferencia entre el pensamiento abstracto y el concreto mediante prácticas que
le lleven a reflexionar sobre ideas abstractas de elevado orden. El año trece corresponde al Espíritu de Vida y es una edad apropiada para el estudio de las religiones y de la vida de grandes emisarios del amor como Chrisna, Jesús el Cristo, Juan el Apóstol, etc, y para inculcar el cultivo de la devoción y el carácter sagrado de la vida. La intuición es particularmente fuerte en este año y debe enseñarse al individuo a pensar con el corazón. El año catorce, el séptimo de esta etapa tiene relación con el Espíritu Divino. Nuevamente aquí, la energía de la voluntad, propia de éste, aumenta su actividad. Es un buen año para el contacto con lo Divino, para el aprendizaje de la adoración, para el conocimiento elemental de nuestra realidad espiritual y de nuestra identidad con la Divinidad. La disciplina no represiva sino por consciencia debe ser la clave en esta edad.
Tercera etapa. Desde los catorce hasta los veintiún años cumplidos.Adolescencia.
Este tercer ciclo de siete años está enmarcada por la acción predominante del cuerpo de deseos, el cual nace al comenzar este período, dando lugar a las intensas emociones, deseos, pasiones y sentimientos propios del púber. Aquí se recapitula el período Lunar, época en la cual adquirimos nuestro tercer vehículo. También recapitulamos la época Lemúrica, lejano período evolutivo durante el cual nació el germen de la individualidad por acción refleja del Espíritu Humano, el cual fue despertado en el período lunar también. Recordemos que
los lemures fueron divididos en sexos y que por la acción de los Espíritus Luciferes la sexualidad cobró importancia predominante en la vida del hombre. En esta época la luna se separó de la tierra y empezó a ejercer su poderosa influencia sobre la humanidad, siendo tal influencia más marcada en la mujer.
Recordemos también que, por la separación en sexos, la mitad de la fuerza sexual fue empleada para construir el cerebro y la laringe. Al recapitular esta etapa, el individuo se identifica plenamente como un sexo separado y la sexualidad cobra importancia en su vida. El adolescente se vuelve altamente imaginativo y emotivo debido a la influencia lunar. En esta etapa es también característica la rebeldía y el Espíritu separatista propio de la energía de Jehová. Como recapitulación de la construcción de la laringe como órgano fonador, aparece el conocido cambio de voz característico de cada sexo. La predominancia de la energía marciana se hace evidente y aparece el típico acné del adolescente. La división septenaria nos aclarará el camino a seguir en este tercer período.
El año quince, repaso del trabajo sobre el cuerpo físico, lleva a este a modificarse de acuerdo con la tónica de recapitulación. Aparecen los caracteres sexuales secundarios y el cambio hormonal necesario para ello. El cuerpo físico se adapta al nuevo Cuerpo de Deseos que nace. El púber da gran importancia a su cuerpo en esta época despertándose en él una gran curiosidad. Durante este año se debe inculcar al muchacho el respeto por su cuerpo, recordándole que es templo del Espíritu y que en esta etapa más que en ninguna otra, el vehículo
denso recibirá un fuerte impacto venido del Mundo del Deseo. Un perfecto conocimiento de las modificaciones que el cuerpo sufre es deseable, para evitar la confusión del individuo. Igualmente debe informarse debidamente acerca del recto uso de la función creadora y del manejo de la energía sexual que se hará sentir físicamente. La mujer indudablemente tendrá más influencia lunar y verá a su cuerpo marchar al compás del satélite con la aparición regulada del flujo menstrual. Su Cuerpo de Deseos polarizado negativamente dará a su cuerpo una gran sensibilidad, haciendo sus órganos de los sentidos y su laringe mucho más activos, por lo cual deberá cuidar el recto uso de la palabra para no caer en el
chisme y la habladuría.
El año dieciséis recrea nuevamente el período solar. El Cuerpo Vital entra nuevamente en acción completando la maduración del Eter de Vida, el cual capacita al sujeto para la fecundación, y le dota adicionalmente de una
superabundancia de energía vital capaz de soportar el poderoso incentivo dado por el Cuerpo de Deseos recién nacido. La influencia de la fuerza Crística vuelve a ser notoria por la acción refleja del Espíritu de Vida, y esto hace que sea este un buen año para reafirmar nuestros principios cristianos y estudiar la importancia de crear nuevos hábitos de vida a través del estudio de verdades fundamentales que fácilmente quedarán impresas en el Cuerpo Vital.
El año diecisiete corresponde realmente al Cuerpo de Deseos, y es la época de mayor intensidad de la adolescencia. La clave en este caso es sensación y, nuevamente y en un nivel más elevado, debemos buscar buen alimento para el tercer vehículo en elevadas emociones y sentimientos. Por acción refleja del
Espíritu Humano recibimos una especial influencia del Espíritu Santo. Este es el mejor año para los ritos de confirmación, mediante los cuales el sacerdote purifica el Cuerpo Emocional imprimiéndole un pensamiento-forma de protección que permita la individuo salir airoso en la tentación.
En el año dieciocho, donde se recapitula el trabajo sobre el Cuerpo Mental, el Cuerpo de Deseos se adapta para ser interpenetrado por la futura mente. Esta entra en mayor actividad, aun desde su matriz cósmica, aliándose su influencia generalmente con la intensidad de las emociones, para justificarlas. En las personas más evolucionadas la razón cobra fuerza intentando controlar el Cuerpo Emocional. Esta acción generalmente ocasiona un gran conflicto interior que en muchas ocasiones lleva a la depresión momentánea. La influencia lunar propia de esta etapa se hace más notoria, incrementando la imaginación. Es la época de las grandes ilusiones. El trabajo principal aquí, consiste en la educación de la mente mediante el estudio sistemático de verdades fundamentales que enseñen al adolescente a no crear erróneos juicios y a no tener una falsa concepción del mundo. La lógica debe ser incentivada, así como la comprensión de que la mente clara y serena es la única capaz de refrenar a la emoción descontrolada.
En el año diecinueve, correspondiente al Espíritu Humano, el individuo tiende a alejarse y a rebelarse, siendo la nota clave la separatividad dada por la influencia de Jehová. Surge aquí la tendencia a la identificación con la familia, con la nación, con la raza, debido a la influencia de los Angeles Tutelares y los Espíritus de Tribu, raza, etc., quienes realizan la obra del Espíritu Santo. En esta época debe darse un tercer paso hacia la práctica de la meditación. Debe pasarse de la meditación reflexiva a la de ideas, mediante la cual, la mente abstracta se
prepara para el nacimiento. El espíritu de independencia debe ser inculcado en más alto grado con el objeto de que el individuo se haga consciente de que algún día debe ser autosuficiente.
En el año veinte, trabajamos sobre el Espíritu de Vida en conexión con el Cuerpo de Deseos. La fuerza Crística influencia notoriamente a las emociones y debe ser aprovechada para trabajar el desapego y elevar la vibración amorosa del plano de los afectos al plano de la unidad de vida, es decir, de lo sensorial a lo
espiritual. El servicio a oroso y desinteresado puede ser la herramienta de trabajo apropia da. La nota clave es el amor universal. El año veintiuno corresponde al Espíritu Divino cuya nota clave es voluntad y disciplina. La fuerza del Padre que se recibe en esta época puede ser sabiamente utilizada para doblegar algunas de las emociones más rebeldes, buscando un mayor contacto con lo Divino a través de las primeras prácticas de contemplación, donde aprendemos a observar la vida en toda su plenitud sin prejuicio alguno y a ver la conexión espiritual de todas las cosas entre sí.
Cuarta etapa. De los veintiuno a los veintiocho años cumplidos. Juventud.
Este ciclo de siete años corresponde en su totalidad al Período Terrestre, Cuarta Revolución Cósmica, Globo D, Epoca Atlante, etc. Nuestro cuarto vehículo, el Cuerpo Mental, nace y comienza su verdadero desarrollo. El
advenimiento de la mente frena la ida de intensas emociones y lleva al individuo hacia la razón, la lógica, el estudio y la consciencia de sí mismo. Las emociones lucharan para seguir ejerciendo el control y buscarán que la mente sea su aliada. El Espíritu deseará que la mente ejerza el control. Esto en muchas ocasiones genera confusión de ideas en un principio, pero el hallazgo de una ruta de conducta y de vida al final. La personalidad termina en esta etapa su completa recapitulación, ya que a los veintiocho años aproximadamente (cuando
Saturno transita el mismo signo y grado en el que estaba cuando el individuo nació), se alcanza el mismo nivel de evolución que se tenía en la evolución anterior. El Espíritu reencarnante apenas acaba de nacer y recapitular su pasado evolutivo.
El año veintidós corresponde nuevamente al cuerpo Denso, el cual se adapta a la interpenetración por el Cuerpo Mental. Por ser esta la última época recapitulatoria del Cuerpo Físico culmina aquí todo crecimiento de cualquier estructura física. En adelante solo habrá modificaciones o tal vez deterioro. El sistema nervioso cerebro espinal, última adquisición durante el proceso evolutivo alcanza la máxima intensidad de sus funciones y queda completamente adaptado para la expresión del pensamiento. Es un buen año para repasar los cuidados del Cuerpo Denso y dar algún paso más en nuestra adaptación a una alimentación sana.
El año veintitrés corresponde al Cuerpo Vital. El Eter Lumínico alcanza su completa maduración, permitiendo el control de la temperatura de la sangre y la más óptima captación de las vibraciones externas a través de los sentidos. Siendo la clave del vehículo etérico la repetición, es este un excelente año para iniciar el estudio profundo del esoterismo y para iniciar prácticas superiores adaptadas al nivel de evolución del individuo. También es una buena época para la ordenación sacerdotal, ya que la energía Crística fluye por acción refleja del Espíritu de Vida. Si en el anterior año la mente encuentra una estructura densa para su expresión, en el presente se vitaliza y se vuelve fluida.
El año veinticuatro corresponde al Cuerpo de Deseos y es cuando este se adapta a su amalgama con la mente. En los individuos de condición inferior, las emociones doblegarán a la mente y se iniciará una vida ávida de placer plenamente justificada por una mente sumisa: se arraigará la astucia. En los más avanzados la mente tomará su lugar y se enfocará hacia la búsqueda de un verdadero crecimiento. La Mente se volverá "sensitiva". En la mayoría de los individuos se entabla un conflicto entre la mente y las emociones que puede durar por el resto de la vida. Es un buen año para entender la naturaleza y modo de obrar de las emociones. La clave es comprensión de las sensaciones.
El año veinticinco corresponde totalmente al Cuerpo Mental. Es el año focal, y el individuo debe reflexionar acerca de sus objetivos de vida. Es una buena época para el estudio del Cuerpo Mental y de la mecánica del
pensamiento. A esta edad el sujeto debe ser, en lo más posible, consciente de sí mismo de acuerdo con el nivel evolutivo alcanzado. El nivel vibracional logrado hasta aquí le permite adaptarse perfectamente a las condiciones de la presente encarnación. Es el año de poner los pies sobre la tierra (Globo D). Los más
evolucionados harán esto. Los menos se afianzarán en el gigantesco mundo de ilusiones creado por la mente.
El año veintiséis recrea el desarrollo del Espíritu Humano en un más alto nivel. Los impulsos de independencia y separatividad surgen nuevamente para afianzarse o ser comprendidos cabalmente. El primero enfocará al individuo a la autosuficiencia y a la revolución interior; el segundo lo enfocará hacia el egoísmo y la rebeldía. La mente abstracta cobra importancia fundamental en este año lo cual lo hace el óptimo para comenzar la práctica habitual de la meditación profunda, previo estudio de lo que ello implica. La clave es comprensión de lo abstracto. Es un buen año para descubrir que la inteligencia es superior a la intelectualidad, y que no solo se aprende a través de la mente concreta.
El año veintisiete adapta a la mente para recibir la influencia del Espíritu de Vida. Es un buen año para estudiar la contemplación, la energía Crística y las leyes universales. El servicio amoroso debe ser intensificado con el propósito de despertar el Cristo Interno, así que debe estudiarse la forma de realizar un buen servicio. La clave es comprensión de la Unidad. El año veintiocho pertenece al Espíritu Divino y es la época apropiada para el estudio profundo del plan evolutivo. Debe buscarse un mayor contacto con lo Divino, trabajando la virtud de la mansedumbre con el objeto de ser copartícipes y ejecutores de la Voluntad Divina. La clave es comprensión de lo Divino.
Quinta etapa. De los veintiocho a los treinta y cinco años cumplidos. Adultez.
Este quinto ciclo de siete años es esencialmente una etapa preparatoria para las futuras condiciones del período de Júpiter, pero también recrea la Quinta Revolución Cósmica, donde El Espíritu Humano es despertado. Este vehículo sale de su letargo en esta época y ejerce su influencia separatista y de independencia. La energía del Espíritu Santo influencia poderosamente la vida del individuo. Es una buena etapa para independizarse, para casarse, para tomar partido, para elegir una ruta definida. También es la época ideal para la meditación profunda que nos permite entrar en contacto con el mundo de las ideas. Siendo el Espíritu Humano, el que expresa La energía creadora del Espíritu Santo, es esta la edad propicia para intensificar nuestro poder de Epigénesis. Es la época de la inteligencia, de la invención, de la creatividad, de
la acción sabia. La clave de toda esta etapa es independencia creativa e inteligente.
El año veintinueve será entonces el de la independencia del Cuerpo Denso y de la subsistencia material. El individuo debe hacerse responsable de la adquisición de sus propios recursos de alimentación, vivienda, vestido, etc., así como de los de aquellos que están bajo su cuidado (hijos, padres, ancianos, etc). En el año treinta madura el Eter Reflector del Cuerpo Vital, permitiendo que el cerebro etérico esté completamente adaptado para la percepción de las ideas más elevadas. La vitalidad del individuo debe hacerse independiente de la de otros semejantes; debe depender exclusivamente de sus propios mecanismos de captación de la energía vital planetaria a través de la alimentación, la energía solar y la respiración. Debe terminarse toda forma de vampirismo consciente e inconsciente. Al alcanzar el Eter Reflector su maduración, termina aquí teóricamente la reconstrucción completa del Cuerpo Vital (se dice que este vehículo será perfeccionado en el Período de Júpiter). De aquí en adelante todo trabajo sobre éste tiene por objeto un desarrollo adicional al del nivel alcanzado en la encarnación anterior. Los éteres superiores deben ser nutridos en este año mediante acciones creativas.
En el año treinta y uno debemos enfocar la energía del Espíritu Humano hacia el Cuerpo de Deseos para buscar la independencia de nuestras sensaciones. El desapego es la clave que nos conduce a ser emocionalmente autosuficientes. Es un buen año para trabajar en el cultivo de elevadas virtudes y en la
purificación de la naturaleza inferior. La meditación será la ayuda para ello. En el año treinta y dos, cuarto de este ciclo, nuestra mente recibirá la influencia del Espíritu Humano. Es la hora de tener criterios propios, pensamientos originales y de romper nuestra conexión con cualquier tipo de condicionamiento mental. La clave es independencia creativa de pensamiento. Si estamos creciendo en forma real y efectiva deberemos dar un fruto mental en esta época.
En el año treinta y tres estaremos en el apogeo del Espíritu Humano. Su influencia, así como la del Espíritu Santo serán de gran importancia para el crecimiento espiritual. Debería ser un año dedicado a la meditación y a la creatividad. Este trabajo nos permitirá construir un puente entre la mente y el Espíritu Humano, trabajo que de no ser hecho, deberá esperar hasta la Quinta Revolución Cósmica. Al llegar a esta edad el individuo debe alcanzar su completa independencia física, vital, emocional, mental y de ideas. A esta edad de Jesús el Cristo, el Rayo Crístico penetró en la tierra para romper la influencia separatista de Jehová. El individuo que no canaliza correctamente la Energía del Tercer Aspecto, la acumulará por acción refleja en su Cuerpo de Deseos y se convertirá en alguien radical, egoísta, tal vez fanático o solitario.
En el año treinta y cuatro el Espíritu Humano se prepara para un nuevo despertar del Espíritu de Vida. Se debe trabajar mediante la meditación en la vida de Cristo y de los seres Cristificados. Cristo Jesús fue muerto en el año treinta y tres, y en el treinta y cuatro se convirtió plenamente en el Rayo Guiador de la tierra. Es entonces una buena edad para meditar en el despertar del Cristo Interior, percibiendo lo grandioso de esta idea por sí mismo. Es también un buen año para conciliar las ideas de independencia y fraternidad universal, y comprender que la creatividad, el genio, debe ser puesto al servicio de los demás para la elevación de la humanidad. Quien se adapta mal en esta época puede convertirse en un fanático religioso. En el año treinta y cinco, séptimo del ciclo, nuestro Espíritu Humano se prepara para la influencia del Espíritu Divino. Nuestro trabajo de meditación debe enfocarse hacia el contacto con lo Divino, con la Voluntad, con la Energía del Padre. Debemos dar un paso más en el aprendizaje de la practica de la adoración.
Sexta etapa. De los treinta y cinco a los cuarenta y dos años cumplidos.
Este sexto ciclo de siete años es una etapa preparatoria para las futuras condiciones del Periodo de Venus, pero también recrea la sexta Revolución Cósmica, donde el Espíritu de Vida tiene su acción predominante. Este vehículo tiene un nuevo despertar y ejerce su fuerza unificante, dejando sentir la poderosa
energía de Cristo en la vida del individuo. Es una época adaptada para el despertar del Cristo interno y para afianzar nuestros principios de Unidad y Fraternidad Universal, rompiendo la influencia separatista de Jehová. La subdivisión septenaria, siguiendo la clave recapitulatoria nos da la guía de acción en estas edades.
El año treinta y seis, primero de este ciclo, corresponde al Cuerpo Denso. La influencia del Espíritu de Vida sobre este vehículo permite al individuo descubrir la capacidad de expresar amor en forma consciente a través de su cuerpo. Es una buena época para que el individuo se convierta en un ser más expresivo, más afectuoso, más amoroso, sin distingos de ninguna naturaleza y sin favoritismos. Es un buen momento para trabajar los bloqueos afectivos que nos impiden demostrar nuestro cariño permitiendo que el cuerpo exprese el lenguaje del amor. Las personas más avanzadas encuentran aquí un buen momento para convertirse, luego de un arduo trabajo sobre su naturaleza inferior, en canales conscientes y limpios de la energía de Cristo, con propósitos curativos. El año treinta y siete, segundo de este septenario, corresponde al Cuerpo Vital, justamente la contraparte del espíritu de Vida. Es un buen año para desarrollar la parte mística con el objeto de conectar estos dos vehículos. La influencia de la fuerza crística ayudara al individuo a desarrollar el Cuerpo Alma mediante la práctica del servicio amoroso y de la lectura de escritos sagrados o filosóficos de orden elevado.
El año treinta y ocho corresponde al Cuerpo de Deseos, cuya clave es sensación. Es un buen año para elevar la calidad de nuestras emociones mediante la expresión del amor Universal. La influencia crística nos ayudará en
esta época a romper nuestros apegos y tendencias separatistas, venciendo la influencia de los espíritus tutelares, nacionales y raciales. Nuestras sensaciones afectivas pueden ser elevadas en un grado más hasta llegar al sentimiento profundo de Amor Universal. El año treinta y nueve corresponde al Cuerpo Mental y es un buen año para el estudio y comprensión de todos los caminos que pueden llevarnos hacia la Fraternidad Universal. Nuestra meditación puede enfocarse en el estudio y práctica de leyes Universales. Es un buen año para contactar con otros grupos diferentes a los de nuestra filiación filosófica, y para tratar de descifrar su lenguaje particular de expresión y enseñanza, con el objeto de encontrar los puntos comunes de toda enseñanza y aprender a hablar en un idioma común.
El año cuarenta corresponde al Espíritu Humano. La influencia del Espíritu de Vida sobre este nos ayudara a romper nuestras tendencias separatistas. Es un buen año para la meditación profunda en ideas universales y
unificadoras y para el ejercicio consciente de nuestra epigénesis (aspecto creador de la Divinidad que se expresa a través del Espíritu Humano). En esta época debemos dar frutos creativos que unifiquen a todos aquellos que buscan la Fraternidad Universal. El año cuarenta y uno corresponde totalmente al Espíritu de Vida y es la mejor época de nuestra existencia para el despertar del Cristo interno que no es otra cosa que el poder de segundo Aspecto que se encuentra latente en nuestro Espíritu de Vida. Este año debería ser dedicado totalmente a todas aquellas actividades que trabajen a favor de la Fraternidad Universal. Es también un buen año para la comprensión intuitiva de la verdadera práctica del servicio amoroso y desinteresado. Las personas más evolucionadas pueden aquí consagrar sus vidas al servicio de la humanidad o fundar obras, movimientos o grupos que difundan estas ideas. En este año el Probacionista se convierte en un Discípulo de Cristo, y el Discípulo se muestra como su representante en forma evidente en su relación con la humanidad. Este es el mejor año para la práctica de la contemplación. El año cuarenta y dos corresponde al Espíritu Divino y es un buen año para que la influencia crística del Espíritu de Vida nos despierte a la consciencia del Padre. Es un excelente año para la práctica de la adoración, para el desarrollo de la voluntad, para el comienzo o refuerzo de nuestra Disciplina espiritual y para hacernos
más flexibles en ella mediante el amor.
Séptima Epoca. De los cuarenta y dos a los cuarenta y nueve años cumplidos.
Este séptimo ciclo de siete años es una etapa preparatoria para la divinas experiencias del Período de Vulcano, y una recapitulación de la séptima revolución cósmica y el séptimo globo, donde la actividad del Espíritu Divino predomina. Durante este ciclo el trabajo consiste en la educación de la voluntad humana para la aceptación de la voluntad Divina mediante el conocimiento y colaboración con el plan evolutivo. Este septenario debe estar dedicado a la práctica de la adoración y a la vivencia espiritual más elevada mediante la
disciplina no dogmática ni represiva y la acción recta.
El año cuarenta y tres corresponde nuevamente al Cuerpo Denso. Es una buena época para la completa aceptación de nuestro Cuerpo Denso como templo del espíritu viviente. En este año debemos adaptar todas nuestras costumbres, sin excepción alguna, a las leyes Divinas, de tal suerte que cada una de nuestras
acciones tenga un objetivo cósmico. Debe ser un año dedicado a una sana disciplina espiritual que nos muestre que efectivamente estamos aceptando la expresión de la Voluntad Divina a través de nuestros cuerpos y actos. Como este año es una recapitulación del período de Saturno, también lo será de nuestra
primera infancia, y es un buen momento para corregir nuestros patrones traumáticos de aquella época mediante la aceptación de nuestro destino.
El año cuarenta y cuatro corresponde al Cuerpo Vital cuya clave es la repetición. Es una buena época para la oración adorativa, para dar gracias a nuestro Padre celestial por su bondad infinita. Es la época de elevar nuestro corazón a Dios para decir como María: "hágase en mí según tu palabra". Es también un buen año para la lectura de aquellas obras que nos muestran el Divino plan de la creación. En esta época recapitulamos el Período Solar y es un buen momento para corregir patrones traumáticos de nuestra segunda infancia mediante la aceptación de la Voluntad Divina. El año cuarenta y cinco corresponde al Cuerpo de Deseos, y nuestro trabajo debe estar dedicado a la elevación de nuestras sensaciones al carácter de Divinas. Es una año para el contacto emocional con lo Divino, sintiendo la presencia de Dios en todos los seres. Aquí recapitulamos el período Lunar y es el mejor momento para la corrección de patrones traumáticos de la adolescencia.
El año cuarenta y seis corresponde al Cuerpo Mental y debe ser dedicado al estudio profundo y comprensión del Plan Divino y a la enseñanza de la obra de Dios. Es un buen año para la creación de formas de pensamiento de carácter muy elevado. La recapitulación del Período terrestre y de la época Atlante hacen de esta la mejor época para corregir patrones traumáticos de la juventud. El año cuarenta y siete corresponde al Espíritu humano expresión del Espíritu Santo. Aquí este aspecto se conecta con el espíritu Divino. Debe ser una año dedicado a la meditación con el objeto de contactar con las ideas del Plan Divino y, mediante la Epigénesis, dar un fruto espiritual a la humanidad en lo relativo al conocimiento del Plan de Dios para los hombres. Un buen año para escribir, pintar o crear obras inspiradas, donde un nuevo conocimiento es dado al Mundo. Aquí recapitulamos la etapa de los veintiocho a los treinta y cinco años y es el mejor momento para corregir los patrones traumáticos adquiridos en esta época.
El año cuarenta y ocho corresponde al Espíritu de Vida y es aquí donde este contacta con el espíritu Divino. En este año recapitulamos el septenario anterior y podemos corregir nuestros patrones traumáticos o equivocados respecto al Amor Universal. Nuestro corazón puede expresar ahora además del amor por la humanidad, una entrega total a la voluntad de Dios para el establecimiento de la Fraternidad Universal. El año cuarenta y nueve es verdaderamente el año del Espíritu Divino y debe ser un año completamente dedicado a una vida de adoración a través de nuestros actos, percepciones, sensaciones y pensamientos. La mente en especial (vehículo que será perfeccionado en el Período de Vulcano) debe alcanzar un alto nivel de perfeccionamiento. La Disciplina es la clave y la voluntad es la fuerza que deben primar en esta época. El hombre en este año debiera ser un ejemplo viviente a través del cual la voluntad Divina se expresa. En este año podemos corregir patrones traumáticos de todos los años vividos y debemos prepararnos para el segundo ciclo de cuarenta y nueve años que viene más adelante.
A los cuarenta y nueve años el hombre ha vivido en pequeño los siete días de la creación y se prepara para otro nuevo ciclo que representa un nuevo esquema evolutivo, otro día de manifestación. Estos al igual que todo nuestro proceso siguen un orden perfecto de tal suerte que el primer ciclo septenario (primeros cuarenta y nueve años de vida) corresponden a una vida de expresión física donde el desarrollo del Cuerpo Denso y la educación de la voluntad son las claves a seguir. El segundo septenario de cuarenta y nueve años corresponde
al Cuerpo Vital y a su contraparte el Espíritu de Vida y la nota clave es el amor. De esta forma podemos comprender que una vez cumplida la primera vuelta de la espiral tenemos un segundo nacimiento a los cuarenta y nueve años cumplidos donde comenzamos la segunda vuelta de la espiral evolutiva, donde el aspecto amor, es la nota clave predominante. Cada septenario de esta segunda vuelta corresponde igualmente a una etapa recapitulatoria y de trabajo relacionada con uno de los siete Períodos mundiales de creación, o con una revolución cósmica, globo, época, raza o subraza. Con el conocimiento dado anteriormente respecto al proceso de recapitulación en la vida diaria, el estudiante podrá construir las demás vueltas de la espiral. Los seres que van alcanzando un nivel de evolución más avanzado o que desean avanzar a una mayor velocidad, no necesitan esperar el lento proceso recapitulatorio de cada septenario para repasar o desarrollar algún aspecto de cada vehículo, sino que pueden hacerlo dentro de la espiral más pequeña de un
solo septenario, donde el trabajo de cada vehículo pude hacerse en un año. De esta manera los Discípulos e Iniciados trabajan a una velocidad sorprendente, sin infringir la Ley Cósmica. Igualmente si alguien dejó pendiente un trabajo de un vehículo dado en su septenario correspondiente, puede recuperar el tiempo
mediante un trabajo más intenso en el año correspondiente del siguiente ciclo septenario. Este ritmo de velocidad, llamado la ronda interna, permitiría a un individuo realizar siete espirales completas en lugar de una en cuarenta y nueve años, con lo cual adelantaría el trabajo de varias vidas. Y se aún deseará ir a mayor velocidad obviamente multiplica la intensidad de su trabajo espiritual, puede tomar la ruta de espirales más pequeñas contenidas en cada año, en cada mes y aún en cada semana.
La recapitulación es un proceso que se vive permanentemente y aún dentro de cada año hay pequeñas espirales individuales para cada persona con mágicas divisiones septenarias de las que puede deducirse la clave de acción inteligente y amorosa bajo el concurso de la voluntad Divina para llevar una vida completamente adaptada a la leyes cósmicas. El autor considera que todo estudiante ocultista debería conocer este esquema a profundidad para avanzar rápidamente en el sendero alcanzando cada vez mayores alturas y siguiendo el gran lema de la evolución: Arriba y hacia delante siempre siempre.
José Vicente Ortiz Zárate( Alipur Karim)
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