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miércoles, 21 de febrero de 2018


DISCIPULADO No. 28
EL GRAN MAESTRO, EL MAESTRO ARQUERO Y EL DISCIPULO


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Este escrito ha surgido como resultado de la experiencia vivida mientras me hallaba consciente en los mundos superiores en la noche del 3 de enero de 2018, después de haber hecho tres días de seclusión voluntaria.

Al igual que la nieve al caer se convierte en cristales cuya estructura depende del ambiente, adquiriendo infinitas formas, al igual que el agua se precipita en forma de lluvia o de granizo, la sabiduría llega a la mente y adquiere diversas formas de conocimiento. Traducir una experiencia interna arquetípica, al idioma de la mente, no es una fácil tarea, y espero que el ambiente de mi mente y de mi corazón ofrezcan las mejores condiciones para no deformarla y ofrecer una diáfana enseñanza.

Estábamos dos hombres, en un bosque de árboles grandes y hermosos, al pie de una fortaleza con muros de piedra, velando, al raso, en medio de la oscuridad, recostados en un viejo tronco, un tanto adormilados por lo avanzado de la noche, cuando de repente apareció de la nada un Maestro de túnica y capucha, alto, vigoroso, de mirada profunda, larga barba y voz  fuerte pero amorosa.

-No se duerman. El enemigo siempre puede estar cerca, al acecho -dijo.
Nos pusimos de pie al instante echando mano de nuestras espadas. Hizo el Gran Maestro un gesto con la mano y, mirándome con venerable autoridad, enfatizó:
-La espada ya no es tu arma. Desherrumbra tu arco!
-No soy arquero - le repliqué.
-Sí que lo eres. Eres el Maestro arquero. Recuérdalo ahora y busca el arco. Ah! y enséñale a tu discípulo, el de la barba escasa.

Haciendo una respetuosa venia, como muestra de aceptación y de obediencia, hice una seña al hombre que estaba conmigo y corrimos presurosos al interior de la fortaleza, a la armería. Los recuerdos vinieron presurosos a la mente. Allí estaba mi viejo arco y el de mi aprendiz. Salimos con ellos al bosque para no descuidar la vigilancia. Allí aún estaba el Gran Maestro.

-No uses más tu espada. Enváinala, pero llévala contigo por si el enemigo te sorprende demasiado cerca. Ahí, en el combate cuerpo a cuerpo, el arco será inútil. Ahora recuerda y enseña. Basta un instante de silencio. Unas pocas palabras o un símbolo para que la enseñanza arquetípica aparezca, si no duermes, por supuesto. La fortaleza que cuidas es tu Alma. El enemigo es tu ego. La enseñanza se desplegará al retornar a tu cuerpo, en la madrugada.

Diciendo esto, nos envió un rayo de luz y desapareció como llegó, esfumándose en el aire.

Al volver a mi cuerpo en la mañana, los recuerdos eran vívidos. La enseñanza se precipitó con claridad.

Las cuerdas de los arcos eran metálicas y estaban llenas de herrumbre. Con una piedra procedimos a limpiarlas. La de mi compañero se rompió no bien intentó quitarle el orín.

-Ahora recuerdo que solo lo adquirí pero jamás lo usé, porque no pude hallar a un Maestro arquero -me dijo el muchacho, un joven fuerte y decidido de rostro suave, en el que aparecían apenas los primeros vestigios de la barba.
-Ve por un arco nuevo. Ahora es el momento.

Bajo las viejas capas de óxido que parecían corroer toda la cuerda de mi arco, apareció una cuerda más fina, dorada y brillante, de un material fuerte y a la vez flexible. Vino pronto el guerrero con su nuevo arco y empezamos la instrucción.

-Qué tan templada va la cuerda?
-Si muy floja, el arco no disparará la flecha. Si muy tensa no logrará la distancia requerida. Así ha de ser el temple de tu Alma. En los arcos viejos, como el mío, veintidós es la clave. Cuentas mentalmente mientras juntas los dos extremos, los cuales se aproximan, dando a la cuerda la fuerza que impulsa la flecha, y luego anudas la cuerda tres veces. Son veintidós los arcanos de la Kabalah, los senderos del Árbol de la Vida. Arco y arcano tienen la misma raíz. En los arcos modernos, como el tuyo, das veintidós vueltas completas a la tuerca que tiempla la cuerda.

-Y dónde va la flecha?
-Apoyada en la cuerda, que se tensa del medio hacia atrás, y con la vara puesta en la guía, que también está justo en el punto medio del arco. Si en la cuerda o la guía no hay apoyo en el punto medio, la flecha saldrá desviada. No darás en el blanco. Los extremos son peligrosos. Ni la punta ni el apoyo deben acercarse a ellos.

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- Cómo debe ser la cuerda? 
Muy fuerte, para soportar la tensión que dispara la flecha hacia adelante, y a la vez flexible para que pueda dar al impulso y la fuerza requeridas. La cuerda, es tu corazón espiritual. Si es débil, se reventará con la tensión. Si hay dureza, el impulso de la flecha dará un alcance corto. No has de confundir  fortaleza con  dureza. La primera te da Fuerza, la segunda te hace rígido.

-Cómo se sostiene el arco?
La mano izquierda sostiene el arco con firmeza. El da la dirección correcta. La mano derecha hala la flecha hacia atrás apoyada en la cuerda. Recuerda bien: La izquierda  fuerte, le derecha flexible. La izquierda es restrictiva, la derecha expansiva. La izquierda es orden, dirección, organización, disciplina y Conocimiento Superior. La derecha es Sabiduría y Amor. La izquierda es la vasija, el recipiente y la derecha es la luz que se recibe. La cuerda se hala hacia atrás, hacia ti. Tu corazón, tu cuerda es la que da la medida de la intención (in-tensión). Una gran intención te dispara hacia arriba. Una intención débil no te lleva más allá de donde estás.

-Y de qué son las flechas?
La punta y el apoyo son forjados por el herrero en el fuego y moldeados a golpe de martillo. El esmeril le da a la punta el filo necesario, y al apoyo el perfecto acople con la cuerda. El cuerpo de la flecha es de madera liviana, presta a volar sin carga innecesaria. Tus flechas son fuego latente, sabiduría moldeada. Las flechas son de luz cristalizada, sabiduría del alma depurada.

-A donde apunto la flecha?
-Al corazón del enemigo. Al núcleo de la maldad. Es el corazón corrupto sabiduría contaminada. Y recuerda siempre que tu enemigo es el ego. Jamás dispares tus flechas a otros que no sean los esbirros de tu ego. El ego es el capitán de los ejércitos y siempre está rodeado de muchos soldados que se defienden a morir. Como dijo el gran Maestro, no te duermas. El enemigo puede estar cerca, al acecho. Y además tiene espías, infiltrados y traidores en tu propio bando, que se disfrazan con el uniforme de tus soldados.

- Y mi espada?
-Tampoco es más tu arma. Enváinala. Solo has de usarla si el enemigo te sorprende demasiado cerca. Allí tu arco será inútil. Si dejas que el enemigo tome la avanzada, que tu ego domine tus terrenos, si te solazas con el enemigo o de dejas convencer de sus triquiñuelas o pactos falsos, si bebes el vino de tu oponente, cuando te sorprenda, estarás embriagado, y de nada te servirá el conocimiento, ni la disciplina, ni el amor. Si ves el enemigo demasiado cerca desenfunda la espada. Derriba primero a los espías y traidores pensamientos, sentimientos y fuerzas instintivas de baja calaña y luego, cuerpo a cuerpo enfrenta al enemigo. Tal vez saldrás mal herido, pero si sacas tu alma de guerrero espadachín, no perecerás en la batalla. Si huyes cual cobarde, dejando atrás a tus soldados, perderás  armamento y batallones, y estarás solo y con el alma acongojada. Si ves que el enemigo es demasiado grande, antes de atacar emprende mejor la honrosa retirada, y búscate un Maestro guerrero antes de volver a la batalla. Por eso, cambia tus armas. Usa el arco y envaina la espada. Los arqueros no dejan que se acerque demasiado el enemigo. Lo eliminan a prudente distancia. Son la clave de la victoria y protegen a los fuertes espadachines que se enfrentan a las hordas sin control, arriesgando su propia vida. En la cercanía, un puñal fácilmente te viene por la espalda. La inteligencia supera a la fuerza y la distancia prudente es mejor salvaguarda que la bravuconada.

-Donde me ubico en el campo de batalla?
- Sube a lo alto de la torre o a la colina más cercana. El arquero tiene su ventaja si está en un lugar más alto que el enemigo. El arquero es el símbolo del discípulo sincero, de aquel que eleva su nivel espiritual. El discípulo como el arquero deben tener una más amplia perspectiva. El guerrero de la espada es el probacionista o discípulo en probación que aún se enfrentan con sus propios egos en una lucha sin estrategias y se escudan para no salir heridos.

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-Y las flechas, dónde las llevo?
-El carcaj siempre va en la espalda. Con la mano derecha halas tus flechas de luz hacia arriba. Asegúrate de tenerlo lleno. El carcaj representa tu columna vertebral sutil y las flechas de luz son la energía del fuego sutil que asciende por ella.
-Y cuál es la estrategia del arquero?
-Ser ágil, estar siempre atento, calcular bien la distancia para saber el ángulo del tiro, ser silencioso y no permitir que el enemigo se acerque demasiado. Debe estar siempre bien despierto. Recordar que ya no usa  escudo, ni casco como el espadachín, para hacerse más liviano. Es la transparencia del Alma sin coraza.

Recordar además que las flechas van por el aire y debe saber siempre de dónde sopla el viento. Si está a favor de la flecha favorecerá el tiro, pero si es contrario disminuirá la fuerza de la flecha o hará errar el disparo. El aire es el conocimiento. Si es equivocado, hará fallar el objetivo del discípulo, y permitirá la supervivencia del ego, dando además, por el indicio de la flecha errada, la equivocada estratégica posición del que aspira a ganar en la batalla. Dará ventaja al enemigo y le permitirá la avanzada.

También es bueno saber que un buen arquero diezmará fácilmente al enemigo pero un grupo de arqueros bien entrenados y coordinados pondrán prontamente fin a la batalla y se alzarán con la victoria.

-Y cómo habías olvidado ser el Maestro arquero? Cómo dejaste el arco olvidado y su cuerda oxidada?
-El sueño de la muerte es algo pesado. La experiencia no lo es todo pero a menudo se cree que es la madre de la sabiduría. Si bien, al morir, la experiencia es destilada, y se extrae de ella la sabiduría reposada de la divinidad inmersa en el acontecer de los hechos y las cosas de este mundo, al renacer no traemos el recuerdo consciente de nuestras anteriores batallas. Al renacer volvemos a la vida pero nuestra consciencia duerme como el árbol latente en la semilla. Es necesario despertar nuevamente. Nuestro gran Maestro siempre vendrá para recordarnos el entrenamiento. Será necesario como ahora volver a encontrar el arco y quitar el herrumbre de la cuerda, la coraza de óxido del corazón que se forma por un actuar sin consciencia, impulsado por emociones y sentimientos al amparo de una mente condicionada. Entonces, si en verdad fuiste arquero, verás la cuerda dorada, el corazón de luz que surgió de un entrenamiento previo que llevó al surgimiento de la luz de la Sabiduría. La cuerda dorada es sabiduría oculta pero no olvidada.

-Y si la fortaleza es tu alma, ¿por qué estoy aquí también de guardia?
-Tu y yo hacemos parte de una Gran Alma
-Algún consejo más?
-Ve a entrenar, recuerda todos los preceptos; no olvides nada. No se hace un arquero en la noche y se despierta Maestro a la madrugada.

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