DISCIPULADO No. 7
ROMPIENDO EL VELO MENTAL
Recordando nuestro trabajo mental en el discipulado, tres
velos han de ser corridos para hacer contacto con niveles superiores de
consciencia: el velo astral, el velo mental y el velo espiritual. Ya hemos
visto cómo la ruptura del velo astral implica el ser conscientes de cómo el
pensamiento es modificado por la emoción
y el sentimiento y está asociado a individuales recuerdos arquetípicos
mentales y emocionales que están actuando automáticamente en nosotros desde el
momento mismo en que fueron implantados. Estos individuales arquetipos
emocionales actúan como improntas que condicionan nuestro actuar, hablar,
sentir y pensar y nos llevan al desarrollo de hábitos cuyo poder trasciende a
la muerte. Los llevamos encarnación tras encarnación. Cuando los hábitos son
dañinos para otros o para sí mismo se convierten en verdaderas anclas que
impiden el progreso evolutivo y el desarrollo de la consciencia.
Cuando nos hacemos totalmente conscientes del pensamiento
condicionado por la emoción y tratamos de corregir nuestras tendencias mediante
la voluntad que conduce a la recta acción, entramos primeramente en el mundo
del sentimiento o emoción cósmicos originales arquetípicos y posteriormente comenzamos
a entrar realmente en el mundo del pensamiento puro. Para hacerlo realmente es
necesario descorrer el velo mental generado por el pensamiento crítico
destructivo, cuya fuente son los juicios, tras de los cuales se halla el
egocentrismo que constantemente busca encontrar fallas en otros para hacer que el
ser egóico se sienta superior a los demás. Igualmente, los pensamientos
asociados a la maldad, propia de la naturaleza inferior que busca su propia
obtención de satisfacciones egoístas sin importar si esto genera daño colateral,
forman una espesa cortina que impide la percepción del pensamiento arquetípico
puro. El sentimiento cósmico puro que es la fuente que nutre al verdadero
místico y el pensamiento abstracto puro que es la fuente que nutre al verdadero
meditador contemplativo constituyen verdaderamente dos grandes poderes del
alma. Estos dos no pueden ser percibidos
en tanto no se purifiquen el pensamiento ordinario, el habla y la acción.
Purificar significa literalmente eliminar impurezas y aquí se
refiere a las pesadas cargas de las emociones negativas, los pensamientos
destructivos o distorsionados, los malos hábitos mentales y las acciones de
maldad. Todo esto constituye un pesado fardo que hunde al ser en los niveles
más densos de cada mundo y lo acercan más hacia la animalidad, en el sentido en
el que solo buscará la satisfacción de emociones y fuerzas instintivas que le
permiten la supervivencia. Aliviar la carga permite elevarse a los niveles
superiores de cada mundo y contactar con la fuerza espiritual de alta vibración
que por allí fluye y la cual a su vez constituye un escudo poderoso contra las
vibraciones negativas de las impurezas.
El pensamiento se proyecta al habla y ésta a las acciones. Un
hombre puede ocultar la naturaleza de sus pensamientos pero no la de sus
palabras ni la de sus acciones. Estas dos cualidades del ser nos sirven para
evaluar la calidad del pensamiento ordinario y el tamaño y fuerza del ego.
Romper el velo mental implica abandonar por completo ese pensamiento ordinario,
lo cual implica abandonar totalmente las vanas palabras y darle a éstas el
verdadero sentido de su poder. Igualmente implica alejarse de las vanas y
perversas acciones. Esto implica la liberación total del condicionamiento
mental.
Un caminante del sendero puede lograr con eficiente
persistencia la ruptura del velo mental. Para ello es fundamental que vigile el
mecanismo del pensar. Se trata de pensar acerca del proceso mismo de su
pensamiento. Es necesario darse cuenta de que el pensamiento ordinario divaga,
saltando de una idea a otra, de una imagen a otra, siguiendo descontroladamente
el mecanismo automático de asociación, como una mariposa que vuela de flor en
flor. En este proceso recorre los archivos mentales de memoria, efectuando
constantemente un proceso comparativo entre lo que percibe y lo que está guardado
en los depósitos de la mente, allí donde está justamente todo el
condicionamiento que es preciso dejar separado en el proceso del pensar.
Igualmente, la mariposa mental va del pasado al futuro centrándose
ordinariamente en lo que vivió, dándole especial y fuerte valor a la
experiencia personal como si fuera la fuente de máxima sabiduría y no teniendo
en cuenta que cada ser humano vive la experiencia desde su propia distorsión de
la realidad. Y si no ha superado totalmente la conexión entre pensamiento y
deseo, el cual es la más poderosa garra del ego, la mente volará al futuro,
soñando despierta con la satisfacción de sus anhelos. El pensamiento ordinario se
mueve constantemente en una línea del tiempo, hacia adelante y hacia atrás y
rara vez se centra en el presente.
Es necesario, para entrar en el reino del pensamiento puro,
enfocar la mente en el aquí y ahora, todo el tiempo, sin distracciones. Prueba
de ello será que en las conversaciones, consigo mismo o con otros, la palabra
se referirá al presente y evitará volar, a través de descontrolados mecanismos,
hacia historias paralelas, hacia comentarios personales, a veces jocosos, que
no vienen al caso, para resaltar la experiencia o el conocimiento de la
experiencia de otros, todo lo cual no es más que un excelente truco del ego para
mostrarse docto o llamar la atención y
en el peor de los casos para sabotear al interlocutor tratando de ganar
protagonismo.. Este juego de la mente en el tiempo o secuencialidad remite
constantemente al pensador a mecanismos racionales y le distancia por completo
de la mente intuitiva, del mundo del pensamiento abstracto puro.
Romper el velo del pensamiento es impedir la interferencia
del yo en el proceso y terminar con la divagación mental y la fluctuación. Es
terminar también con la recurrencia a abrir archivos de memoria. El pensamiento
puro no es el resultado de la memoria. Reducir el proceso mental a recordar es
un completo desperdicio de energía y poder.
Cuando se logra entrar en el estado del pensamiento libre de
emoción y sentimiento, la mente adquiere fuerza y poder telepático. Cuando se
entra en el mundo del pensamiento abstracto puro, se conecta con un mundo
extraordinario de luz interior que le permite a la mente obrar sobre la
realidad. El pensamiento puro reviste a la totalidad de la mente y la palabra
corregida toma el lugar del pensamiento mariposa, lo cual conduce a acciones
coherentes con el mundo interior. Si todas estas vestimentas del ser, a saber,
acciones, palabras y pensamientos, son rectificados, las superiores cualidades
del sentimiento cósmico y el intelecto arquetípico puro que conecta con la luz
interior, pueden entonces ser manifestadas para iluminar no solo al ser que se
purifica sino a todo lo que está a su alrededor, con un poder real y efectivo.
Las inconsistencias e incoherencias en el pensar, sentir, hablar y actuar, solo
mostrarán un proceso mental contaminado, propio de seres donde el ego
gobierna, que no ejerce un poder de
transformación real ni tiene ningún poder consciente sobre la realidad. El
único poder de una mente mariposa que lleva a un hablar vacilante y cambiante,
a hablar por hablar, por llenar espacio de conversación y a un actuar
desordenado, es el poder de atraer automáticamente el karma, que no es otra
cosa que el desorden que el ser mismo ha generado.
Si bien la meditación es un excelente ejercicio para la
observación de nuestro mecanismo del pensar y para el desapasionamiento de la
mente, rompiendo la conexión entre pensamiento y emoción o sentimiento, la actitud contemplativa, el observar
simplemente lo que es sin que la memoria o la definición limitante intervengan,
sin que la mente reaccione para estar o no de acuerdo con la realidad, es un
ejercicio elevado que aquietará a la mente mariposa y la desconectará del
vaivén temporal, es decir de ese ir y venir hacia el pasado y el futuro que nos
alejan de la magia del eterno presente.
Si deseamos alcanzar la paz permanente, lo cual es el estado
de perfecta dicha o felicidad, en ausencia de cualquier forma de sufrimiento,
es necesario elevarnos al mundo del intelecto puro, lejos de toda forma
primitiva u ordinaria de pensar. Hay que estar atentos, en estado de alerta
permanente, en paz, para alejarnos de cualquier conexión del pensamiento con la
emoción, con el pasado, con nuestra historia personal que no es otra que la
historia del ego. También es necesario aclarar constantemente la mente en
relación con lo que ocurrirá. Hay que apartar la mente de ello y esperar
pacientemente y con sosiego la realización del único plan que existe que es el
Plan del Creador. Si el pensamiento lleva a la ensoñación despierta movido
automáticamente por los deseos del yo, hay que frenar este desperdicio de
energía. Solo si se alcanza una plena fusión con el Creador se puede tener
certeza del futuro; mientras tanto solo damos lugar a vanas especulaciones de
la mente.
Constantemente debe el aspirante al despertar de la
consciencia superior traer a su mente al presente, al aquí y ahora y aplicar su
voluntad a la corrección de los vicios del
pensamiento, teniendo la claridad de que recordar no es vivir sino
simplemente repetir una y otra vez la historia egoica del ilusorio yo y soñar
con el futuro no es más que recrear el guión de una nueva novela en la que el
yo cambia la escenografía y tal vez el personaje pero en el fondo sigue siendo
el mismo actor. Estas dos cosas nos atrapan en la ilusión de la eternidad de
esta personalidad, es decir en la trampa del yo, del ego.
El aspirante neófito puede sentirse aterrorizado cuando
intenta permanecer en el presente pues si no recuerda su historiografía
personal y no cede a la dulce ensoñación del mañana sentirá de repente que hay
un gran vacío en el que seguramente puede dejar de existir. Hay que desterrar
este temor ya que lo único que ocurrirá es que se comenzará a vivir realmente,
lejos de la ilusión sensorial y del falso mundo creado por la mente que vive en
el nivel del pensamiento ordinario. En ese vacío surgirá la luz de la sabiduría
y se precipitará a la mente un verdadero raudal de conocimiento cósmico, pues
la mente dejará de ser una vasija oscura y caótica para convertirse en una
mente iluminada cuando el yo se diluya y se funda con el vasto océano Divino al
igual que un río que ha llegado al mar. Todo
el karma acumulado cesará en ese preciso instante. Todo sufrimiento habrá
dejado de ser en esa mente libre que ha roto el segundo velo.
Alipur Karim
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