DISCIPULADO No. 26
PACHAMAMA
Satsang pronunciado por Alipur Karim en
el Ashram.
En la creación todo está impregnado del
Espíritu Divino. La naturaleza subyacente de todo lo aparentemente
separado es el Absoluto. No obstante, en este juego de la individualidad
en la multiplicidad, todas las cosas que creemos ver como diferentes
están impregnadas de un Espíritu, aparentemente individualizado, que refleja a la
Divinidad: es un espejo pulido en el que la Divinidad se refleja; es la copia
exacta, la imagen y semejanza de la
Divinidad.
Las Galaxias tiene su propio
Espíritu, su propio centro; las estrellas tiene sus Logos Solares y los
planetas tienen sus Espíritus Planetarios y los hay de diversas jerarquías.
La Tierra tiene su Espíritu viviente, de naturaleza femenina; los aborígenes
le llamaban, “La Pachamama”.
Pachamama ha dicho a Alipur Karim: “La
Tierra no pertenece a nadie, a ninguno de sus habitantes; todos ellos le
pertenecen a la Pachamama. Todos ellos están cobijados en su seno. Yo
estoy encargada todo el tiempo de velar por su vida y porque su plan se
cumpla; soy un Espíritu que sirve ante el Trono del Logos Solar, un
Espíritu gigantesco que cobija en su seno hasta la más pequeña hormiga.
Los minerales no lo han olvidado, los espíritus de la naturaleza tampoco,
las plantas no lo olvidan: dirigen sus raíces poderosamente hacia mi
corazón; los animales no lo olvidan: saben que soy el sustento, que lo proveo
todo y confían siempre en la provisión de Madre Tierra; tan solo el
hombre ha olvidado de dónde ha surgido, ha olvidado quien le cuida”. Pachamama
ha dicho también: “El hombre ha inventado el día de la tierra, como el día de
la madre. ¿Se puede ser madre solo un día? ¿se puede ser Tierra solo un día? Una
vez se es madre, todos los días son los días de la madre, una vez se es tierra,
todos los días son los días de la tierra”.
El hombre debe recordar su fuente
nutricia, su fuente de protección. Pachamama no necesita que la recuerden;
solo por su divina compasión quiere recordarnos que es nuestra fuente nutricia;
solo quiere recordarnos que hemos olvidado que ella nos alimenta, nos da la
vida, la fuerza y la energía. Es bueno considerar que todos los días son
los días de la tierra y es bueno proponer que una vez al año cada persona
haga un día de la tierra, pero no un mismo día, sino un día diferente;
cada persona haga su día de la tierra y se acuerde de no contaminarla, de
favorecerla, sembrar un árbol, dar de comer a un animal, escuchar el canto de un
pájaro, escuchar el ruido del viento, oír el murmullo del agua, apreciar el
fuego, sentir el éter que vibra, el sonido de la tierra, cantarle a la tierra,
honrar a la tierra, hacer un ritual a la Pachamama, tocar el polvo, sentir la tierra entre sus manos y bajo sus
pies y poner la frente humildemente en el suelo y reconocer que la tierra
es la Madre. El Espíritu de la tierra nos favorece, nos cuida, nos
guarda, es nuestro guardián en esta prisión, pero es un guardián benévolo, como
una madre.
El hombre sueña con ser el rey de la Tierra;
sueña y quiere poseer la tierra, quiere comprar tierra. Nadie puede
comprar lo que jamás le pertenece. Nosotros le pertenecemos a la tierra,
todos nuestros cuerpos han sido hechos con el material de la tierra y vuelven a
la tierra; ella nos presta la materia para hacerlo, y luego la reclama: es
suya, debemos devolverla. Pachamama posee los cuatro elementos, cinco en verdad;
el quinto lo maneja directamente el Espíritu de la Tierra y los otros cuatro
tienen ya su propia vida. Los cinco son: Las aguas que son numerosas; la
tierra que flota sobre las aguas; el fuego que está bajo la tierra, latente,
candente; el aire que sopla en la superficie de la tierra; el éter vibrante, dando
el orden de los elementos: el éter vibrante, el aire que está arriba, el agua
que está contenida por la tierra, la tierra que está bajo el agua, el fuego
adentro de la tierra. Es igual en nosotros, el aire siempre arriba, la
importancia de la mente, la mente siempre saltando en todo instante, haciéndose
notar, queriendo ser brillante, arriba donde todos la vean. El agua de las
emociones contenida por la tierra, escondida en el cuerpo, en los
refugios del inconsciente, a veces mostrándose plena cuando hacemos un drama de
la vida. La tierra ahí sobre la superficie, creyendo el hombre que es el
sustento máximo de la vida: el cuerpo; pensando que sin él no somos o no
estamos; el fuego, interno, adentro en nuestro corazón, en nuestras sangre, en
el calor que producimos, y el fuego profundo en Kundalini, escondido en
el centro sacro, un fuego poderoso. Somos como la Tierra, somos hijos de
la Tierra; el hijo se parece a su madre y a su padre: somos hijos de la
Tierra e hijos del Sol.
Hagamos nuestro propio día de la
tierra, elijámoslo cada uno, en forma diferente y hagamos ese día un homenaje a
la Madre Tierra, y recordemos que somos como ella. También tenemos en nosotros
todos los elementos.
Tierra no es solamente el barro que
agarramos con las manos, tierra es todo lo que está puesto aquí, todos los
elementos. Tierra es nuestra atmósfera, tierra son nuestros mares,
nuestros ríos, nuestros lagos, tierra es el piso que pisamos y son
nuestras montañas, nuestros minerales, cristales; tierra es el fuego que bulle
adentro, que hierve en las profundidades.
Nosotros somos como la tierra; hay que
cuidar el aire; hay que cuidar nuestros pensamientos; hay que cuidar las aguas,
que son nuestras emociones, no contaminarlas; no contaminemos el precioso río
de las emociones profundas y elevadas. Nuestra tierra es nuestro cuerpo,
tampoco lo contaminemos, hay que cavar el cuerpo de vez en cuando y sembrar
buenas semillas en él. La tierra recibe muchas semillas, semillas de plantas
útiles y semillas de plantas que son tóxicas. Nuestro cuerpo recibe
muchas semillas de muchas clases; es el sustrato a través del cual fluyen
semillas del aire, semillas del agua, semillas del fuego, semillas de la propia
tierra; incuba fuerzas físicas, fuerzas etéricas, emocionales y mentales.
Los músculos guardan nuestras emociones y el corazón guarda nuestros
pensamientos secretos. Nuestro cuerpo, nuestro corazón, nuestras entrañas,
guardan nuestros sentimientos; nuestros órganos, nuestro cerebro, nuestra sangre,
guardan nuestros alimentos; ahí hay muchas semillas; todas florecen,
todas nacen, todas crecen, todas dan un fruto y algunos frutos son dulces,
algunos frutos son amargos. Cuando sembramos malas semillas cosechamos
enfermedades, disturbios emocionales y disturbios mentales: lo mismo hacemos
con nuestro planeta. Nuestra Tierra está como está porque nosotros estamos
igual.
Hay que hay que hacer nuestro día de la tierra hacia adentro y
hacia afuera. Hacia adentro, limpiando nuestro pensamiento, limpiando
nuestras emociones, limpiando nuestras energías, limpiando nuestro cuerpo, y
también externamente, haciendo alguna obra o una labor de limpieza en la tierra
física, quizá sembrando un árbol, escuchando el canto de un pájaro,
apreciando con amor a un animal, mirando la belleza de un cristal, apreciando
el amanecer, el ocaso, poniendo nuestra frente en la tierra, nuestros pies
descalzos, tocando la tierra con nuestras manos, sintiendo el aire puro.
Hagamos nuestro propio día de la tierra; si cada uno de los seres
humanos tiene su propio día de la tierra, nuestra madre entonces es querida
todos los días y es cuidada; si solo tenemos un día de la tierra el resto
nos olvidamos de nuestra madre.
Todos los seres humanos sienten
gratitud por su madre, aunque hayan tenido un gran conflicto o un gran
disgusto con ella. Aunque no parezca ser la mejor madre del mundo, al
final el espíritu busca tener una conciliación con la figura de su madre.
En general todos aman a la madre, no importa como haya sido. También debemos
todos recordar a nuestra madre Tierra y amarla siempre, reconciliarnos
con ella, no importa como haya sido. A veces, el aire esta como enojado;
son los pensamientos de la tierra; entonces sopla fuerte en el huracán y el
tornado y destruye. Nosotros también a veces tenemos pensamientos agresivos que
soplan fuerte y destruyen; no vemos sus efectos, pero causan desastres. Las
aguas de las tierras se enojan a veces y crean poderosas trombas, maremotos e
inundaciones. Si llueve fuerte nos parece que llueve de más, y otras
veces seca sus aguas y nos parece que llueve de menos; también nosotros a veces
tenemos exceso de drama en la vida, exceso de emociones, sentimientos excesivos
y a veces los sentimientos parecen que han huido y somos rígidos, duros, secos,
parece que no tuviéramos sentimientos. La tierra, a veces, en
algunas partes tiembla, se sacude poderosamente como si estuviera enojada con
lo que hay encima; también a veces permite que aparezcan erupciones,
aguas calientes, aguas frías, grietas, tierras resecas, derrumbes;
también eso sucede en nuestros cuerpos físicos; a veces manejamos mal sus
energías y nuestro cuerpo tiembla, hace erupciones, se enferma. El fuego a
veces brota abruptamente de las entrañas de la tierra, junto con los temblores,
sale y quema lo que encuentra a su paso. También nuestro fuego surge a
veces en la ira, quema lo que encuentra a su paso, no le importa: son
movimientos de nuestras energías. El Espíritu de la Tierra tiene también sus
energías que crecen, evolucionan y se
mueven: son masas gigantescas de fuerzas en las que nosotros estamos incluidos.
El espíritu de la Tierra también crece. Hemos de ser comprensivos con nuestra
madre: al igual que nuestra madre aquí en la tierra a veces tenía sus
enojos y tiene sus enojos, a veces se siente mal, a veces está enferma, a veces
piensa lo que no debe, pero nosotros le amamos, también amemos nuestra tierra,
seamos consciente de que cada uno de sus movimientos tiene un sentido, hace
parte de un movimiento de su propia evolución, pero es controlada por el
Logos, que la observa, que la ama; cada cosa fluye con un sentido propio.
En nuestro ser también las cosas fluyen con un sentido propio. Amemos la Tierra
adentro y amemos la Tierra afuera, sin criticar, sin juzgar, sin maltratar,
solamente observando y amando.
La Tierra es hermosa; de su seno han
surgido tantas criaturas. Nada más pensemos que es el sustrato de toda la vida
en muchos cientos de miles de kilómetros a la redonda, una vida como la que
apreciamos y reconocemos con unos sentidos dispuestos, preparados por la propia
tierra para auto percibirse. Miles de años de evolución han llevado a la
naturaleza a crear estructuras perfeccionadas que son capaces de auto
percibirse, a través de las cuales la vida fluye, el espíritu fluye, mira a
través de un velo, pero puede también mirar más allá del velo.
La tierra tiene sus secretos, sus
estratos, nosotros pensamos que la tierra es simplemente un objeto en el
espacio donde están los cuatro elementos; sin embargo, hay una organización
profunda en la tierra: al igual que nosotros tenemos distintas
estructuras y vehículos, la tierra también tiene sus cuerpos espirituales; encima
de la tierra vemos solo un estrato físico, pero la tierra tiene también
un cuerpo etérico que se proyecta hasta la luna, se hunde en las
entrañas de la tierra y crea un
primer estrato bajo la superficie. La tierra tiene también un cuerpo
astral que se proyecta más o menos hasta la órbita de Marte, pero entra al
interior de la tierra, especialmente las regiones astrales inferiores, lo que
se llama el inframundo astral. Entra en la tierra y hace contacto con el fuego;
por eso se habla de que el inframundo es
candente; es realmente así. La tierra también tiene un cuerpo mental que se
proyecta hacia afuera, hasta la atmósfera de Júpiter, pero entra dentro
de la tierra más allá de donde entra el cuerpo astral. Allí se concentran los
arquetipos mentales de la tierra y allí está también la memoria de la tierra. Nosotros
tenemos nuestra memoria en algún lugar virtual, la tierra también tiene
sus memorias y sus planes; los arquetipos de todas las cosas creadas en esta
tierra están allí adentro de ella.
La Tierra también tiene vehículos
espirituales; como el hombre, tiene su Atma, Budhi y Manas, o triple espíritu y
cada uno de esos vehículos igualmente se proyectan en una atmósfera externa más grande, y también entran en la profundidad a una mayor
distancia hacia adentro, en el corazón de la Tierra, en lo que los científicos
dicen que es un gigantesco metal de hierro. Allí en el puro centro de la
Tierra está el corazón de nuestra Madre, allí está un lugar de vibración tan
elevado como el centro del Sol, porque el corazón de la Tierra y el corazón del
Sol están conectados: tienen la misma vibración.
El corazón de la Tierra y nuestro
corazón tienen la misma vibración; nuestras estructuras están hechas como las
estructuras de la Madre Tierra: nuestros vehículos sobresalen, pero a la vez
penetran más profundamente en toda la naturaleza intrínseca de la materia.
Es por eso por lo que podemos encontrar a Dios buscando hacia afuera o buscando
hacia adentro. Pero hay más silencio adentro; igual en la Tierra hay más
silencio adentro.
Vamos a hacer un pequeño
ejercicio ahora; vamos a sentir que somos hijos de la Tierra, la Tierra es
nuestra Gran Madre, nuestra madre física. Nuestra madre biológica conecta con
nosotros a través de un cordón. Cuando estamos adentro de la madre
hay un cordón que nos nutre: es el cordón umbilical que conecta con lo que
después de nacer será nuestro ombligo; pero el cordón que nos une con la Tierra
es un cordón que conecta con nuestro corazón. Hay un cordón gigantesco. Vvisualicemos
un cordón de luz que sale de nuestro corazón, se hunde en la Tierra
profundamente, se hunde más y más, y lo vemos como una raíz profunda, conectada
al corazón de la Tierra. El corazón de la Tierra pulsa en nuestro corazón puro;
siempre estamos conectados a la Tierra por este cordón.
Sintamos por un momento que el lugar donde estamos se hace blando,
muy blando, tan blando que comenzamos a hundirnos; nos da un poco de
temor hundirnos en la tierra pero vamos sintiendo que la tierra se hace
respirable. Sintamos que nuestro cuerpo se hunde en la Tierra, en la Tierra
respirable para nosotros y se hunde más, más y más. Entre más abajo está más
caliente, pero el calor se hace agradable para nosotros: no nos quema. Sintamos
que vamos más allá de la zona del calor, muy profundamente, que nos hundimos
profundamente como si cayéramos en un recipiente vacío. Cada vez hay menos
densidad, vamos cayendo y el ambiente se hace agradable y luminosos; flotamos
en un mar interno de luz. Vamos guiados por nuestro cordón, por nuestro hilo
dorado que nos une con el corazón de la Tierra. Ese cordón nos guía y
vamos cayendo profundamente, muchos kilómetros hacia el centro de la Tierra.
Caemos a una gran velocidad; nuestro cuerpo parece de luz, todo allí es respirable
y cálido; entre más nos acercamos al corazón de la tierra más calidez y más
amor sentimos: es el amor que la Madre irradia. Sentimos una gran vibración y
una gran pulsación: es el corazón de nuestra Madre Tierra. Nuestro corazón
pulsa al mismo ritmo que el corazón de la Tierra, siempre conectados con este
hilo mágico. Este hilo conecta a nuestro átomo simiente en nuestro corazón
realmente.
Cuando nosotros creemos en la
Tierra que vamos a morir, realmente vamos a nacer para el mundo del Espíritu, y entonces la Tierra nos libera. Hay un parto,
y la Tierra corta su cordón. Al cortar el cordón, el átomo simiente deja de
funcionar y el corazón biológico se detiene. La Tierra corta su cordón
del corazón y es el parto entonces; reclama simplemente su materia y nosotros
somos liberados al mundo del Espíritu, porque la Tierra es Espíritu; entonces
nacemos al mundo interno de la Tierra, al mundo del Espíritu, al mundo
del Ser; pero nosotros vemos todo al revés.
Sintámonos acogidos por Madre tierra,
sintamos su Fuerza, su Energía, y su gran Amor. Sintamos a este Espíritu, a
esta Gran Madre, a esta divina Pachamama. El Logos Solar le ha encargado todos estos
seres que encarnan una y otra vez en la rueda del Samsara; le ha pedido nutrirlos,sostenerlos, humectarlos, calentarlos, iluminarlos, darles
vida y darles muerte, y ella, la Pachamama, tiene también sus vidas y sus
muertes. Son pocas: reencarna 7 veces en cada ronda o revolución cósmica;
realmente tiene 7 fuertes encarnaciones físicas en cada Kalpa o día de la creación
solar; sus vidas son muy largas, son vidas pacientes, vidas que contienen
múltiples vidas, muchos seres que trasiegan en la cadena del Samsara. Pero
nuestra Madre es paciente. Nos cuida, nos arrulla como una Madre que
quiere a su bebé, que lo cuida, que lo nutre, que lo arrulla, que lo calienta,
que vela su sueño; nuestra Madre es paciente y nos lleva en su vientre hasta
que es nuestra hora de morir, que es la hora del parto de cada Ser.
Nuestra Madre es una Madre de muchos hijos, miles de hijos, millones de
hijos, y una y otra vez está aquí
haciendo este proceder, teniéndonos en su vientre y liberándonos al mundo del
Espíritu, esperando que un día nos liberemos totalmente. Ella está ahí para
velar por nuestra vida, nos nutre, nos alimenta, nos cuida, nos protege, nos
quiere, nos calienta y nos ama. Sintámonos allí en el centro de la
Tierra, ingrávidos, porque en el centro espiritual de la Tierra no hay gravedad;
allí flotamos en el espacio y vemos nuestro corazón unido al corazón de la
Tierra, con nuestro cordón luminoso, sentimos su fuerza y su poder que es
nuestra fuerza y nuestro poder.
Sintámonos uno con el corazón de la Tierra
porque el corazón de la Tierra es nuestro corazón, que es el corazón del
Logos. El corazón del Logos es el corazón de Dios, que es el único
corazón existente, el centro del Ser, el Sí mismo, el Único. Sintámonos
libres, percibamos que podamos allí flotar libremente, como Ángeles que hacen
vuelos anímicos en el espacio. Para regresar, elevémonos ahora desde el
centro de la Tierra y vamos entrando en las capas más densas, en el estrato
mental de la Tierra, miremos que allí en ese estrato hay múltiples figuras
geométricas de luz que tienen sonido, muchos sonidos, cada figura tiene su
sonido; son los sonidos arquetípicos de cada cosa existente en esta Tierra, de
cada estructura que hay aquí; traspasemos la zona de la figura y los sonidos y
entremos en la zona luminosa: es el mundo astral. Pasemos por allí rápidamente,
no es tan bueno estar allí; salgamos de la zona ígnea y vamos a la superficie
de la Tierra. Sintamos el aire, volvamos a nuestro lugar en la superficie. Aquí
estamos nuevamente, pero nuestro corazón sigue unido al corazón de la Tierra, y
el corazón de la Tierra está unido al corazón del Sol, así que nuestro
corazón está unido al corazón del Sol, al corazón del Logos. Ahora, aquí en
nuestros cuerpos, recordemos que somos como la Tierra, también podemos ir al
centro de sí mismos y flotar como Ángeles, porque allí en el centro de nosotros
mismos está el portal que nos conduce a las más elevadas dimensiones de este Universo
creado.
Permanezcamos en silencio y
elevemos nuestro corazón en gratitud a la Pachamama.
Pachamama, Pachamama, Pachamama,
gracias mama, gracias mama, gracias mama!
Que la voluntad de Dios sea nuestra
voluntad, que el amor de Dios sea el amor de nuestro corazón, que la luz de
Dios nos guie siempre por el sendero recto…que así sea!
Alipur Karim
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