DISCIPULADO No. 22
UN BREVE RECUENTO DE MI ENCUENTRO CON EL MAESTRO
En el año 1979, a la edad de 20 años, después de haber
vivido innumerables experiencias psíquicas que aún no lograba explicar, a pesar
de la extensa lectura de libros esotéricos que había hecho, un poco decepcionado
por no entender el sentido real de la vida y de mi destino, frustrado por haber
errado en la primera elección de mi carrera universitaria y habiendo perdido mi
empleo, decidí hacer un viaje al poblado de Chaparral, ubicado en el
departamento del Tolima, en Colombia.
Vivía allí un tío con su familia y quise pasar un tiempo con ellos para
despejar mi mente de la nube de incertidumbre que parecía oscurecerla. Allí me
ocurriría lo que he dado en llamar mi encuentro con el Sendero.
Hallándome en el lugar antes mencionado, ocurrió un
suceso, misterioso para mi comprensión
en aquellos años de juventud. Los hechos sucedieron como se narran a
continuación. Me hallaba en el apartamento del
tío en compañía de su hijo. Nos aburríamos sin hacer nada y el primo
decidió salir a pasear en bicicleta. Yo no quise acompañarlo. Me quedé solo y
me dispuse a ver algún programa en la televisión. Prendí el aparato y me decidí
por un canal. El aparato empezó a fallar, a vibrar de manera extraña, y finalmente se apagó. Creí que había sido
suspendido el fluido eléctrico pero no era así, lo cual pude comprobar con la
bombilla del cuarto. Pensé que el televisor se había dañado y lo apagué. Me
recosté en la cama cuan largo era y con los ojos fijos en el techo, me preparé
para relajarme y pensar un poco en mi situación.
Dije mentalmente:
-Oh Dios, si estás ahí dame por favor un poco de luz, una
guía, un norte. No sé qué hacer con mi vida e ignoro el rumbo de mi destino.
Dímelo tú para no caminar dando palos de ciego. No deseo caminar sin rumbo pero
tampoco quiero vivir una vida insulsa. No encuentro un propósito en lo que
todos los que me rodean hacen. No quiero enrolarme en el automatismo de sus
vidas. Ten compasión de mí y muéstrame el camino, si lo tengo merecido.
De repente, sentí como un zumbido aterrador en el interior
de mi cerebro y quedé completamente paralizado, de pies a cabeza. Escasamente
podía mover un poco los ojos. No sentí miedo. Alcancé a vislumbrar a mi lado
derecho una luz azul tan intensa y hermosa como ninguna luz que algunos ojos
humanos hayan visto. Me invadió una extraordinaria sensación de paz. Mi Ser
perdió en ese momento la sensación de límites. Me sentía como un Ser infinito,
ilimitado del que el cuerpo era apenas una ínfima parte. Sentía que era a la
vez todas las cosas de este mundo, como si fuera una vida única manifestada en
múltiples formas a la vez y con diferentes grados de consciencia, viviendo
existencias simultáneas. No sentía que era yo, tal cual me había conocido hasta
ese momento, sino todos los yoes del universo, pero a la vez ninguno en
particular. Era una sensación de ser la única cosa existente. Pensé que era el
fin de mi vida, que Dios había respondido a mi ruego llevándome a otro mundo,
aunque a la vez , en ese estado, comprendía que no había un Dios en otro lado
sino que estaba ahí, justo en mí, y me pareció delicioso, pero no era la
delicia del placer de los sentidos. Era un gozo inmenso, inexplicable, un gozo
espiritual. Sentí que lo que fuera que yo era se estaba difundiendo en el Todo.
Y ya no hubo ni siquiera la posibilidad de un pensamiento, pero tenía una clara
consciencia de existencia. No sé cuánto tiempo estuve así porque en ese estado
no percibí tiempo, ni lugar tampoco. Todo desapareció, hasta mi cuerpo, las
paredes, el lugar, la Tierra, todo. No obstante no me sentía en el vacío porque
todo era plenitud. Reapareció luego la sensación de un cuerpo individual,
perdiendo aquella extraordinaria sensación de consciencia absoluta. En aquel
tiempo no sabía cómo se llamaba ese estado de consciencia. Hoy en día
claramente lo sé. Ya saliendo del estado exaltado de consciencia, a mi izquierda divisé un resplandor de luz
dorada que me enceguecía y escuché una
voz ininteligible.
Luego, vi la figura
de un hombre muy alto, que vestía como una túnica de luz blanca y cuyo rostro
brillaba tan intensamente que su luz me hería las pupilas y me impedía ver sus
facciones con claridad. Sus cabellos eran largos, claros y bellos, y sus manos
eran blancas y brillantes. Me parecía que su boca me sonreía en el resplandor
de su faz. No logré ver más de su rostro. Pensé que era una especie de Angel,
alguien que venía por mí para llevarme a otro plano de existencia. Me miró y quizás sonrió, como adivinando mis
pensamientos. Cuando traté de observarlo con más detenimiento, desapareció,
pero volvió a aparecer al otro lado de la cama en un abrir y cerrar de ojos.
Traté de mirarlo nuevamente y volvió a cambiar de sitio tan misteriosamente
como antes. A su lado percibí la presencia de otro hombre, más visible él, de
menor tamaño y alcancé a escuchar un corto diálogo entre ellos.
-¿Es este el hombre? – preguntó el más pequeño-.
-Sí. Este es el sujeto – contestó el segundo-.
-¿Está seguro Maestro?
-Completamente – confirmó el hombre luminoso-.
Me invadió una gran sensación de paz, de amor y de
felicidad nunca antes vivida. Luego, los hombres desaparecieron tras la puerta
de la habitación y yo recobré mis movimientos. Me incorporé y salí en su busca
pero todo fue inútil. Yo estaba solo, completamente solo en el apartamento.
Ensayé el televisor y vi con asombro que funcionaba perfectamente.
¿Quién era aquel hombre? ¿Por qué brillaba así? ¿Por qué yo
había quedado paralizado? ¿ Quién era su acompañante?¿Por qué aquella sensación
de amor y paz, jamás antes vivida? La respuesta a estas preguntas vendría a
saberlas años después. Aquel encuentro misterioso vino a cambiar mi vida. Vino
a ser el comienzo de una nueva existencia que me enseñaría a explorar confines
más altos, horizontes supremos, cumbres de felicidad. Aquel encuentro
misterioso haría que yo encontrara el verdadero sendero de mi vida. En aquel
día, que mi ser jamás olvida, siento que verdaderamente morí y al resucitar yo
era otro, tenía otra consciencia , otro corazón o tal vez fuera el mismo pero
colmado de amor, de un inconmensurable amor por todo y a la vez por nada. Tenía
esperanza y la maravillosa sensación de estar conectado invisiblemente con
todas las cosas.
Siempre he considerado que todos los acontecimientos
ocurridos durante mi infancia y mi adolescencia, todo ese matiz de dolor y
sufrimiento, esa extraña impresionabilidad de mi carácter, ese bullicioso ir y
venir de mis ideas en busca de la verdad, fueron sin duda alguna el preludio de
los fantásticos acontecimientos que habrían de sobrevenir en el futuro y fueron
una preparación previa a la gran escuela en la que se convertiría mi vida.
Luego de mi viaje a Chaparral, empezaron a ocurrirme cosas
muy raras, aún más extrañas de las que me habían ocurrido. Recuerdo una ocasión
en que me hallaba haciendo un dibujo a escala. Me hallaba en una habitación,
completamente solo, sentado frente a una mesita sobre la cual trabajaba. Tenía
mi escuadra favorita y con ella hacia los trazos, pero no estaba graduada, por
lo cual tenía que tomar las medidas con una escala. Trabajaba divertidamente y
con calma cuando de repente noté que mi escuadra había desaparecido. Yo pensé
de inmediato que podía tratarse de algo que suele suceder muchas veces a
cualquier persona. Cuando la mente está agotada por un exceso de trabajo, algún
objeto se nos pierde de repente, pero se trata de una pérdida irreal, pues en
verdad el objeto está junto a nosotros, medianamente oculto, tal vez por alguna
hoja u otro implemento. Traté por todos los medios de convencerme de que era
materialmente imposible que un objeto común y corriente desapareciera
instantáneamente de mi vista. Sin moverme de la silla, busqué por todos los
rincones y bajo todos los objetos que tenía conmigo. Revisé la mesita,
previendo que mecánicamente hubiera guardado la escuadra. Media hora más tarde,
revisé por completo toda la habitación. Luego salí de ella. En la casa sólo se
hallaba mi madre, ocupada en el lavadero. Por si las dudas, le pregunté si ella
había entrado en la habitación o me había visto salir de ella. Todo fue en
vano, mi escuadra favorita desapareció.
Al día siguiente, pensando en aquel misterioso incidente,
tuve la repentina idea de leer la Biblia. Acudí a la biblioteca, tomé el libro
y lo abrí al azar. Allí estaba mi escuadra!! Mis ojos se fijaron en un pasaje
del texto que decía: “... todo aquel que pide recibe, y el que busca halla y a
todo aquel que llama se le abrirá”. Yo sabía que tenía que haber una
explicación lógica a aquella situación. Sentí que era un mensaje, una respuesta
que me indicaba que una puerta se iba a abrir.
A fines de 1979,
volví a tener otras apariciones. Un fin de semana en casa, me encontraba en la
puerta de la cocina, charlando amenamente con mi madre cuando, de pronto vimos que en mi habitación había un gran resplandor.
Tuve miedo de un incendio. Mi madre también vio aquel brillo. Corrí al cuarto y
al penetrar en él, vi nuevamente al mismo sujeto luminoso que había observado
durante mis vacaciones en Chaparral. Estaba sobre mi cama, flotando, muy
sonriente. Brillaba con una luz que hería mis pupilas. Sólo me miró
profundamente y desapareció.
Realmente comenzaba a inquietarme aquel misterioso sujeto.
Al verlo por segunda vez no sentí miedo y sólo desee que si aquello no era producto
de mi imaginación, pudiera comunicarme con tan extraño personaje.
Muy pocos días después, tuve la idea de pintar un cuadro.
Me pasé un día entero en ello, hasta que lo terminé. Una vez hube acabado, fui
a mostrarlo a mi madre para conocer su opinión. A ella le pareció bello el
trabajo. Cuando regresé al recinto donde había estado pintando, oí que alguien
me preguntó:
-¿Ya terminaste el cuadro?
-Nada más falta la firma y ya está listo -contesté
mecánicamente sin fijarme en el que me hablaba-.
Instantes después,
me volví a mirar al que me hablaba y vi al personaje de blanco, sentado en la
silla, mirándome sonriente. Me serené, lo observé fijamente y trate de
hablarle, pero como siempre, desapareció ante mis ojos. En esa ocasión, me
convencí de que aquello era completamente real y que si el sujeto no lo era,
por lo menos su imagen sí, y que llegaba hasta mí en una forma que yo
desconocía.
El día 24 de Diciembre de 1979, íbamos a hacer una reunión
en casa, para celebrar la navidad. La invitación era para las primeras horas de
la noche, pero ya daban las once y no había llegado ni uno solo de los
invitados. Y me encontraba muy confundido, lleno de un sentimiento, mezcla de
ira y de tristeza. Esta última terminó por apoderarse de mí y decidí irme a dormir.
Cuando elevaba al cielo una oración para recuperar la paz, antes de acostarme,
sentí que tras de mi había una persona. Una de sus manos se posó en uno de mis
hombros y en mi mente sentí una voz:
-¿Por qué estás triste? - La sorpresa me hizo temblar de
pies a cabeza y creo que debí ponerme lívido del susto.
- No te vuelvas - dijo la voz.
- Soy el mismo ser a quien has visto en tres ocasiones. No
me preguntes quién soy. Cierra los ojos y escucha con atención. Ya no estés más
triste por los invitados. Todos llegarán a las doce de la noche y estarás
contento con los tuyos -.
- ¿Quién eres?- interrumpí.
- Mi nombre poco importa, mi forma tampoco . Soy un amigo
tuyo que te conoce desde hace mucho, desde antes de que nacieras en esta vida.
Quiero hacer un trato contigo, pero antes es necesario que te acostumbres sin
temor a mi presencia. No tienes nada de que temer. No soy espíritu bajo ni
fantasma, ni tampoco el producto de una alucinación. Las imágenes que ves de
mí, son proyecciones tridimensionales de mi cuerpo verdadero que llega a ti por
medio de algo que se llama tele transportación o precipitación. Piensa en esto
y cuando ya no temas volveré contigo-.
Y se fue, sin más ni más. A las doce en punto llegaron los
invitados para desearnos feliz navidad. Sobra decir que estuve muy contento,
como me lo había anunciado aquel hombre de blanco.
Días después le volví a ver. Me hallaba de aventura en una
tierra lejana, caminando en la noche en campo abierto. Busqué una carretera
pero no me aventuré a caminar por ella. Sólo quería que me sirviera de guía
para no extraviarme. Al rato, escuché claramente unos gritos en medio de la
noche. Al parecer, eran de una persona muy pequeña. Me acerqué, agazapándome
cuidadosamente, hacia el lugar de donde provenían los gritos y vi un poco más
adelante a un hombre que intentaba violar a una niña de unos once o doce años.
El sujeto parecía un animal desesperado. La golpeaba y desgarraba sus ropas en
una forma miserable. La niña se defendía tratando de escapar. Me pareció que el
hombre no estaba armado. Yo no pude soportar el espectáculo y decidí actuar.
- Suelte a la niña, desgraciado! - le grité.
El hombre se sintió sorprendido al principio pero luego se
volvió contra mí, lanzando los peores insultos. Desenfundó un cuchillo que
llevaba a la cintura y se arrojó contra mí. Su velocidad fue tal que no pude
esquivarlo y me propinó una violenta puñalada en el abdomen, dejándome
enterrado el cuchillo. También me cortó en un dedo casi instantáneamente.
Cuando el sujeto me vio derrumbado en el suelo se asustó y huyó ante la visión
de mis ropas empapadas de sangre, la cual también empezó a escurrirme por la
boca. La niña estaba tirada en el suelo, casi desnuda, llorando de terror. Se
asustó enormemente, se levantó presurosa y echó a correr.
- No me dejes así - Le grité ahogadamente. Por favor vaya a
buscar ayuda, que me estoy muriendo! -.
La pequeña salió corriendo y se perdió en la noche, que
entonces me pareció tan negra como nunca. Me quedé allí tirado, bocarriba,
esperando que mi corazón dejara de latir en cualquier momento, mirando
desesperadamente cómo un río de sangre corría sobre mi cuerpo. No se por cuánto
tiempo permanecí así, deseando que alguien apareciera para ayudarme. Cuando ya
me creía desfallecer, vi una luz que se acercaba y sentí un poco de alivio.
Trataba en vano de observar quién era el que acudía hasta mí pero la luz era
cada vez más fuerte y me enceguecía. A lo lejos pude ver al fin tres figuras
resplandecientes que avanzaban hacia mí. Eran dos hombres ancianos y uno joven
que caminaba en medio de los otros. Vestían túnicas blancas y calzaban sus pies
con sandalias color oro. El joven era el misterioso personaje de blanco, a
quien ya había visto en otras oportunidades. Pensé que esta vez sí había muerto
y que los mensajeros de un mundo extraño venían a recoger mi espíritu para
guiarlo a lejanas regiones del infinito. Sin embargo, aún no era mi hora.
- Nada temas. No has muerto ni morirás ahora. He venido
para ayudarte - me dijo el hombre joven.
Yo no podía hablar y tenía el cuerpo entumecido, sin
fuerzas. Los dos ancianos permanecían en silencio. Alcancé a ver que uno de
ellos tenía la piel negra o azul oscura, pero sus cabellos no eran ensortijados
y brillaba como la luna nueva, al igual que los otros dos hombres. Mi quitaron
mi camisa desgarrada y limpiaron un poco la herida con un lienzo blanco. La
sangre seguía saliendo. El joven colocó sus manos sobre mi cabeza y los dos
ancianos se colocaron uno a cada lado de mi cuerpo.
Del lado opuesto al lugar de aparición de los tres sujetos
misteriosos, apareció un viejo armado de una escopeta y acompañado por una
niña. Era la pequeña que yo había salvado de ser violentada físicamente. Al ver
la maravillosa brillantez de aquellos sujetos, creyeron que se trataba de una
aparición celestial, porque cayeron de rodillas santiguándose.
- Bendito y alabado sea Dios - dijo el viejo.
Los hombres de blanco callaron, les hicieron señas para que
se incorporaran y les indicaron que guardaran silencio. El viejo y la niña se
quedaron quietos, absortos, con los ojos desorbitados, contemplando algo que
jamás habían visto.
Las manos del joven
vibraban sobre mi cabeza. Los ancianos volvieron a limpiarme la sangre y luego
colocaron sobre la herida un lienzo de color azul, de un azul más hermoso que
el color del cielo y que me recordaba aquella luz que había visto durante la
primera aparición en el poblado de Chaparral. Encima del lienzo colocaron sus
manos, una sobre otra. Luego cerraron sus ojos. Sus dedos despedían una extraña
luminiscencia del mismo color del paño que me habían colocado. Al cabo de un
rato, los hombres se miraron entre sí. El hombre retiró sus manos de mi cabeza
y los ancianos fueron quitando poco a poco las suyas de mi vientre. Cuando
quitaron el lienzo, no se veía ni una sola gota de sangre, ninguna herida, ni
siquiera el más leve rasguño, ni el más leve indicio de que hubiera sido
herido. El viejo y la niña volvieron a santiguarse.
- Volveremos a encontrarnos - dijo uno de los ancianos.
- Volveré cuando sea tiempo - dijo el joven.
Y se fueron tal y como habían venido, diciendo adiós con la
mano a la niña y al viejo quienes aún no salían de estupor. En el suelo, junto
a mí, había un charco de sangre como fiel testimonio de que aquello no había
sido un sueño o una alucinación colectiva…
Fue en diciembre cuando volví a ver al hombre de blanco, en
la primera aparición nítida que recuerde. Había más que meditado sobre el
asunto y por aquel entonces yo no sentía miedo a lo desconocido. Tenía la plena
seguridad de que no estamos solos en el universo, no somos los seres más
evolucionados ni tampoco los más atrasados habitantes del cosmos. Deseaba
aclarar todo el misterio de aquellos hombres que desde algún desconocido lugar
venían hasta mí. Tenía un profunda sed de saber, de conocer, de hallar una
respuesta satisfactoria a todos mis interrogantes. Hasta se puede decir que
estaba esperando la visita de aquel extraño amigo.
En aquel diciembre me encontraba solo en casa y había
estado todo el día presintiendo aquella visita. Por la tarde, el aire se llenó
de un sutil aroma. Escuché ruidos extraños en mi cuarto y fui a investigar.
Cuando penetré en la habitación, ésta se iluminó por completo. Supe que había
llegado el momento. Cerré la puerta a mis espaldas y esperé, con el corazón
palpitante de emoción profunda. Minutos después apareció él, sonriente como
siempre, muy resplandeciente. La visión era muy clara. Era un espectáculo que
tal vez muy pocos ojos habrían visto aquí en la Tierra. Esta vez no usaba
túnica blanca ni sandalias. Llevaba puesto un vestido que se amoldaba
perfectamente a su cuerpo. Parecía de algodón y por ningún lado se veían
cremalleras, cierres o costuras. Era de una sola pieza de tela, de color blanco
o crema muy claro. No llevaba cinturón. Calzaba unas botas del mismo color de
su vestido, de un material parecido al cuero, pero estoy seguro de que no eran
de esta material. En la mano derecha traía puesta una pulsera de color verde
brillante, hecha de un material cristalino muy similar a la esmeralda y que
despedía hermosos destellos. Más tarde sabría que aquella pulsera no era
precisamente un adorno.
Se paró frente a mí con los brazos cruzados sobre el pecho.
- Ha llegado el tiempo de que hablemos - dijo.
Fue la primera vez que le vi mover los labios y que escuche
su voz verdaderamente. Siempre le había sentido en mi pensamiento.
- He estado esperándolo - dije. Hay muchas cosas que me
gustaría saber y creo que es usted la persona más indicada para explicármelas.
-Vamos al grano joven- dijo él. Creo que ya has desechado
de tu mente la idea de que soy un fantasma o el producto de tu desbocada
imaginación. Y ya que te has convencido de que soy un ser viviente real y
tangible, podemos hablar tranquilamente. Soy uno de los muchos habitantes de un
mundo distante, muy lejano a la Tierra, a unos 443 años luz, de una región del
espacio conocida por ustedes como Pléyades o M 45. Habité en un lugar de esos
que ustedes llaman planetas. El mío es un poco más pequeño que la Tierra y con
menos habitantes. Según la nomenclatura terrestre gira en torno de la estrella
Alcione. No hay allí una vida como la de ustedes. Los planetas pleyadianos
apenas están en formación, dentro de un nuevo ciclo de renacimiento cósmico.
Nuestra vida allí se ha desarrollado en niveles o mundos de vibración etérica,
pero somos civilizaciones muy antiguas, reemergiendo de una oscura noche
estelar. Luego te contaré cómo es. Allí soy conocido como un viajero del
espacio, un investigador del Cosmos como lo llamarían ustedes. Tengo la misión
de explorar otras regiones del espacio diferentes a nuestro sistema, en busca
de otras formas de vida, para comprobar si se ajustan a nuestro tipo de
evolución, pues tratamos de descubrir la manera como nuestros antepasados evolucionaron
física y mentalmente hasta llegar al estado en que nos encontramos…Actualmente,
algunos de nosotros trabajamos ayudando en la instrucción espiritual de seres
seleccionados que han sido considerados aptos para recibir un adelanto en este
planeta. Hemos sido fundadores de un sistema de Jerarquía Espiritual desde hace
millones de años…
Algunos días después de ocurridos los hechos anteriormente
descritos, fue cuando comenzó realmente mi entrenamiento. Mi Maestro, como
di en llamar a mi amigo, el personaje joven que en un principio vi con una
blanca vestidura y brillo resplandeciente, volvió a aparecer. Fue en un parque
cercano a mi casa. Hacía un día maravilloso y yo quise salir a asolearme un
poco, a observar a los chiquillos que correteaban felices y a los adolescente
que practicaban sus deportes favoritos. Estaba muy distraído observando a un
joven que se ocupaba de entrenar a un perro de fina clase, con una pelota y un
palo especial, cuando de pronto, sentí que una mano se poso sobre mi hombro. Me
causó una gran sorpresa al ver allí al Maestro, en medio de tanta gente, sin
preocuparse de que alguien lo estuviera mirando.
- Sólo tú me puedes ver ahora. No te preocupes. Debemos
empezar hoy con nuestro trabajo. Será mejor que vayas a tu casa. Allí te
espero.
Cuando entré a mi cuarto, estaba allí, sentado sobre mi
cama, con los brazos descansando tranquilamente sobre las piernas. Me miro
sonriente y luego empezó a hablarme muy afablemente, como si fuéramos amigos de
infancia, como si fuéramos profesor y alumno.
Para decir las cosas tal y como él me las dijo a mí, creo
que le hacen falta palabras a mi léxico personal y tal vez a mi idioma. Nunca
he sido capaz de igualar la riqueza verbal de todo cuanto dijo, ni la certeza
de sus palabras. Nunca dijo nada que no fuera necesario ni abrió sus labios
para decir palabras que no enseñasen nada. Todo cuanto dijo me ha parecido
siempre muy sensato. Así es que para no dañar sus palabras al transcribirlas,
diré casi todo cuanto me fue enseñado con mis propios términos, procurando que
el sentido de cada párrafo sea el mismo que él quiso darle a sus enseñanzas.
Siempre me ha hablado en mi propio idioma cuando lo hace verbalmente. La
transmisión suele ser telepática y mi cerebro interpreta las ondas mentales y
las traduce a un lenguaje conocido…
Días después volví a reunirme con el maestro. Fue una
entrevista breve. Yo me había acostumbrado a no preguntar demasiado porque
sabía de sobra que hay muchas cosas que sólo debemos saber a su debido tiempo.
Me limitaba a seguir las enseñanzas de mi amigo y preceptor. Suponía que debía llevar un orden lógico.
Ese día, mi preceptor fue bastante lacónico. Se limitó a
decirme que muy pronto debería asistir a una reunión con varios de ellos porque
en adelante ya no sería él solo el encargado del entrenamiento, puesto que la
complejidad de las prácticas requería bastante tiempo y yo bien sabía que otras
personas debían ser instruidas al igual que yo. Dijo que con el tiempo la
educación podría ser en grupo pero aún no estábamos preparados para ello y era
preciso recibir primero otro tipo de enseñanza. Y se fue sin decir más.
Tres días después, dormía tranquilamente en mi casa cuando
fui despertado por el Maestro.
- Voy a llevarte afuera- me dijo.
Yo me apresuré a levantarme pero él me detuvo.
- Te llevaré afuera pero sin necesidad de que lleves tu
cuerpo contigo.
Note que su voz era más clara, más natural, aunque él no
movía sus labios para hablarme. Yo escuchaba su voz en mi mente, tal cual era.
También noté que su imagen no era la misma de siempre. Todo su cuerpo brillaba
de una manera muy especial. Sobre su cabeza veía un aura inmensa, dorada que me
inspiraba un profundo respeto. Podía también ver cómo en el interior de su
cuerpo giraban en diferentes direcciones una serie de corrientes, lumínicas, de
diversos colores. Su imagen era un espectáculo maravilloso ante el cual yo me
quedé asombrado.
- No temas, ya te explicaré por qué mi imagen es diferente
hoy- me dijo sin que yo le preguntara nada. Duerme un poco que ya regreso.
Me recosté, procurando conciliar el sueño, practicando un
ejercicio de relajación física que él una vez me enseñara.
Un rato después me vi flotando en mi habitación. El Maestro estaba a mi lado flotando también. Me indicó que mirara hacia abajo. Allí,
sobre el lecho, se hallaba mi cuerpo descansando tranquilamente, bajo las
frazadas. Podía ver la cabeza descubierta que reposaba sobre la almohada.
Parecía dormir. Yo, allí en el espacio, me encontraba muy tranquilo ante la
presencia del Maestro. Estaba feliz de poder vivir aquella experiencia
maravillosa. Un cordón, energético, luminiscente, me unía al cuerpo dormido;
era el famoso cordón de plata del cual ya tenía noticias pues no era la primera
vez que yo abandonaba mi cuerpo conscientemente.
Mi amigo me condujo a través del techo de mi casa. Todo se
veía como si aún contempláramos todo en una perspectiva de tres dimensiones.
Nos elevamos lo suficiente como para poder contemplar el maravilloso
espectáculo de la ciudad que dormía. Las luces del alumbrado y el reflejo de la
luna dejaban adivinar las sutiles casas, edificios y avenidas. Uno que otro
vehículo circulaba por las calles. Se veían otras personas flotando en el
espacio, como suspendidas por hilos misteriosos e invisibles.
Duermen realmente -dijo mi educador. Lo que ves etérico,
pero es aún parte del nivel físico de tu mundo. Aunque a veces parecen actuar
con cierta naturalidad, al despertar no recordarán nada de lo que están
haciendo.
Era realmente bello
el contemplar miles de cordones de plata que salían de los techos de casas y
edificios y se unían a los cuerpos astrales de sus dueños, pero me entristecía
el pensar que verdaderamente eran muy pocos los que disfrutaban de aquella
fantástica libertad.
Recorrimos velozmente, a muchos metros de altura, bastantes
kilómetros. Yo no sentía frío, ni hambre ni nada que me incomodara. Mi cuerpo
también brillaba como el del Maestro. Mientras volábamos mi gran amigo me dijo:
Lo que estás viendo ante ti hoy, es mi imagen
tridimensional, no es mi imagen tele transportada. Estas viendo mi cuerpo
astral, mi propio cuerpo espiritual. Vamos a reunirnos con algunos de los míos
y con unos amigos tuyos. Yo me sorprendí.
- Maestro, pero si estoy en piyama.
El sonrió.
- Vístete como desees- me dijo. Las cosas que has aprendido
son verídicas. Imagina el vestido que quieras y de inmediato te verás con él. Ahora
estamos entrando en otro nivel de vibración donde la energía es más plástica.
Hemos salido del campo físico.
Pensé en un traje como el que él llevaba puesto, sin
ninguna costura. No bien lo hube imaginado, mi cuerpo se hallaba vestido como
yo quería.
- Vas haciendo progresos, amigo mío. Recuerda siempre que
en los mundos actuales tu mente es maestra, es creadora. En este nivel o mundo
puedes construir lo que desees con tu imaginación y con tu pensamiento. En esta
dimensión no tienes las limitaciones de tu cuerpo físico. Eres libre, tan libre
como Juan Salvador Gaviota el personaje del libro que tanto lees. Eres más
libre que el viento.
Yo me sentía conmovido. No sabía en qué lugar nos
encontrábamos pero tampoco me importaba preguntarlo. La conciencia se fue
alterando, al punto que muchas de las cosas habituales habían desaparecido de
nuestra vista y el espacio y el tiempo parecían trastocarse. Muchas cosas
aparecían frente a nosotros como resultado inmediato de la construcción de
imágenes mentales. Sin embargo, nada parecía ser sólido realmente, Todo parecía
ser inter penetrable.
Bajamos a una
hermosa playa donde nos esperaba un grupo de personas. Reconocí a los ancianos
instructores que ya había visto antes. También estaban unos ecuatorianos amigos
míos y con ellos Antonio Rosero. La sorpresa fue tan grande que nuestros
cuerpos espirituales estuvieron a punto de ser regresados a los cuerpos
físicos. Luego, vi que junto a los ancianos se encontraban unas mujeres muy
hermosas y reconocí que no eran habitantes de la Tierra. Miré a mi amigo instructor,
extrañado.
- Son de las nuestras- dijo él.
Nos saludaron con una sonrisa que nos hacía sentir una
dulce sensación de armonía y afecto. Luego nos sentamos en círculo sobre las
arenas de aquella etérica playa. Éramos en total dieciséis personas. Tres
maestros de noble aspecto que parecía tener bastantes años encima, tres
hermosas damas y un instructor joven, el
hombre de blanco, conformaban el grupo de los instructores. Los alumnos éramos
nueve. Dieciséis cordones plateados se alejaban de nosotros, comunicándonos con
nuestros lejanos cuerpos que dormitaban en tres países y dos sistemas
planetarios diferentes.
Uno de los monitores tomó la voz del grupo. Nos habló de lo
maravilloso en infinito del Universo y lo comparó con nuestro cuerpo físico,
diciendo que éste, al igual que el cosmos, tiene infinitas dimensiones y muchos
lugares inexplorados por el ser humano. Ya habíamos comprobado la existencia de
una parte espiritual además de nuestro cuerpo físico pero aún nos hacía falta
mucho. Se habló de la constitución estructural del hombre, de los planos
materiales, energéticos y espirituales que lo conforman, de innumerables
facultades que todos podríamos desarrollar y de los múltiples usos del cerebro
y de la mente. Verdaderamente el ser humano fue creado a imagen y semejanza del
Eterno -dijo una de las mujeres- Ella continúo hablando y dijo: para conocer y
emplear las facultades que hemos logrado desarrollar, nos fue necesario
investigar a fondo sobre la composición del hombre. Lo que hemos logrado
averiguar ya lo saben la mayoría de ustedes como estudiantes nuestros. Si en
algo tuvieran dudas deben de consultar después con sus respectivos instructores
pues esta parte es muy importante.
Yo entendí que la mujer se refería a los conocimientos
adquiridos durante mi adolescencia investigativa. Ignoraba cómo y cuándo mis
amigos habían adquirido tales conocimientos pero era indudable que los poseían.
Si no, es posible que nunca hubieran estado allí.
Un anciano maestro, el que parecía ser el principal, a
juzgar por su apariencia y por el gran respeto que infundía, aún a los otros
instructores, nos dijo que seríamos entrenados de una manera especial para que
pudiéramos utilizar la visión del mundo en sus planos superiores. Debíamos
aprender a observar el aura humana en estado consciente así como las corrientes
de los centros de energía de los organismos vivientes. De ahí en adelante, el
entrenamiento sería un tanto riguroso y deberíamos tener ciertas limitaciones
en nuestras costumbres. Deberíamos educar definitivamente nuestro carácter,
doblegar a nuestro ego y conocer ampliamente las características del mundo que
nos rodea, de las gentes que habitaban a nuestro alrededor, para comprender la
diferencia radical entre un ser humano que evoluciona rápidamente y otro cuya
evolución está estancada o restringida por sus condiciones de vida.
La reunión terminó al amanecer. Nos despedimos y regresamos
por nuestra cuenta a nuestros dormidos cuerpos. Maravilloso el fenómeno de
expansión y contracción del cordón de plata!
Por alguna razón que desconozco, a pesar de que ya se me
había advertido que la instrucción vendría ahora de varios maestros, únicamente
seguí recibiendo lecciones de mi ya conocido educador. Sólo veía a otros de los
suyos cuando hacíamos desplazamientos nocturnos…
A mis veinticuatro años de edad, habiendo recorrido un
sendero maravilloso, había hollado la
vía de la evolución en mi última encarnación. Había llegado a la comprensión de
profundas verdades, a través de la adquisición de los conocimientos de que hablé
en estos apartes de mis memorias, y gracias a la comunicación con muchos otros
seres humanos o espirituales que conviven con nosotros en la infinitud del
universo. De otra manera hubiera tenido que vivir muchos siglos antes de que
pudiera haber llegado a vislumbrar siquiera
la grandeza del hombre.
Finalmente, quienes comprendan esta magnificencia humana y
aspiren a escalar rápidamente los peldaños de la vía de la evolución se
preguntarán si no son ellos merecedores de adquirir las verdades aquí
esbozadas. Y yo, ¿qué podré responderles?
¿Acaso les diré que no se lo merecen? Tal vez no sabría decirlo a ciencia
cierta pues sólo Dios, el Eterno, es el más profundo conocedor de los designios
universales.
Se, sin embargo, que a pesar de la aterradora corrupción
del mundo, que a pesar del estancamiento mental, físico, sociológico y
espiritual del género humano de la Tierra, aún existen personas en cuyo corazón
habita la bondad y que son merecedores de levantar la cabeza sobre la
podredumbre y la maldad que acechan el corazón del ser humano. A todos les diré
entonces que recuerden la ley del Equilibrio Universal. A todos les diré que
nada hay sobre la Tierra o en todo el Universo que escape a esta ley. No existe
sufrimiento alguno que el hombre no tenga merecido. No existe alegría ni
satisfacción que no haya ganado el individuo. Nada de lo que puede pasarnos es
injusto. Todo no es más que el resultado de nuestras acciones pasadas. Si éstas
fueron acordes con las leyes del amor, de la ciencia y de la paz del Cosmos,
nada malo nos sobrevendrá y nos haremos poseedores de todas aquellas verdades y
de todos aquellos dones a los que tengamos derecho. Si, por el contrario,
nuestras acciones fueron ruines, mezquinas, si en nuestra mente y en nuestro
corazón habitó el odio o la envidia o la maldad del mundo, tenemos que esperar
un duro proceso, traducido en
sufrimiento, en imposibilidad de alcanzar lo que otros pueden lograr con gran
facilidad.
Nuestra consciencia es imparcial y
está más allá de todo estado psíquico humano. Nuestra verdadera consciencia es
la voz infinita del Eterno, es la voz real del Espíritu Virginal del hombre,
que no admite ni el más leve asomo de maldad. Nuestra verdadera consciencia es
la medida perfecta de la existencia humana, por cuanto es el sello infinito de
semejanza entre el hombre y Dios que el Universo imprimió en todos los
espíritus del Cosmos.
Así, amigo mío, no desesperes por encontrar tu camino. Más
bien cultiva la virtud de la paciencia porque bien es cierto lo que una vez leí
de un pensador de alto rango: “Cuando el alumno está preparado y dispuesto, entonces
aparecerá el maestro y sólo entonces”. Si no has encontrado la identidad y la
guía de tu propia existencia, quizás aún no estás preparado para el siguiente
paso de tu evolución o tal vez no estés dispuesto.
Cuando escribí estas líneas, hace unos 36 años, aún no
había terminado mi entrenamiento con el maestro. Aún continuaba mi compromiso.
No sé hasta cuándo pero si es preciso continuaré hasta el final de mis días,
con tal de conocer aunque sea una mínima parte de la infinita verdad que
involucra nuestro ser, y de nuestro universo. Quiero hacer llegar a quienes en
este punto no han abandonado mi lectura, una voz de esperanza. Algún día
seremos una raza superior aunque para ello sea preciso que cambiemos de
planeta, de sistema o de galaxia. Y esa raza la conformaremos todos,
absolutamente todos los que pisan esta Tierra, sin excepción alguna. Quizás
unos primero y otros luego, pero al final, aunque pasen muchos siglos, todos
llegaremos alto en la infinita espiral de la evolución eterna del Espíritu.
Nadie es más que nadie y todos tarde o temprano seremos dignos merecedores de
recibir los dones de Dios porque aún en el corazón del ser más maligno habita
la semilla de la bondad.
Si bien mi entrenamiento no había concluido, el maestro había
terminado una parte de la investigación que le fue encomendada. La senda de la
evolución perece ser única e igual para toda la especie humana habitante en los
siete sistemas solares hermanos, en diferentes niveles de vibración o mundos,
independientemente del lugar en donde esté. Por lo menos eso se ha visto en los
varios planetas habitados que ha conocido el maestro. Ha sido comprobado en
gran parte que el género denominado por nosotros como humano que habita en la
Tierra es similar al género humano al cual pertenece el maestro y a muchos
otros en muchas galaxias a la redonda, si bien hay sustanciales diferencias
externas, biológicas y estructurales…
A pesar de que estuvo aparentemente distante algún tiempo,
durante todos estos años el Maestro ha permanecido muy cercano dándome siempre
las mejores pautas en el Sendero. Vale la pena mencionar algunas de sus
apariciones e intervenciones.
En el año 1991, siguiendo un mensaje de un sueño que me
indicaba ir a Montserrat, hice un viaje a España con el ánimo de hallar algún
contacto que me permitiera dar enseñanza en el viejo continente. El Maestro
apareció mientras oraba a la Virgen en la Catedral de Monserrat y fue
claramente visto por Dominique, la amiga
que nos había llevado hasta el lugar. Allí, el hombre de blanco me dijo que
solo había ido a aquel lugar para recoger el rastro energético de una vida
pasada, el cual era parte de un sello iniciático. En ese lugar habían sido
salvaguardados, durante cierto tiempo, algunos secretos de los antiguos
templarios, con los cuales estuve vinculado. No lo entendí en ese momento pero
esto se aclaró años después. El Maestro me dijo que mi trabajo era en América y
que debía regresar para dar enseñanza en los Estados Unidos y en varios países
de Centro y Suramérica. Me dijo que debía realizar una gran labor en mi país de
nacimiento y que para eso había sido preparado y recibiría instrucción futura.
Afirmó: “no te preocupes, todas las puertas te serán abiertas y todos los
caminos te serán mostrados..”. Fue un verdadero vaticinio de la labor que he
venido desarrollando durante todos estos años.
En otra ocasión, perteneciendo por ese entonces a una fraternidad
de estudios esotéricos, había hecho los estudios y prácticas correspondientes
al grado de probación, de acuerdo con sus reglamentos. Desee optar por el
siguiente grado que era el de discípulo pero en verdad no había en esa
institución ningún Maestro visible encarnado que en verdad pudiera otorgar ese
grado, así que lo pedí a cualquier Maestro invisible que pudiera hacerlo. El
día convenido, un ser apareció ante mi vista, vuelto de espalda y envuelto en
una capa negra. Me sorprendí enormemente y confieso que hasta temí una mala
jugada, pero mi sorpresa siguió en aumento cuando al preguntar de quién se
trataba y por qué estaba oculto, el ser se volteó, mientras su vestidura
cambiaba a un blanco reluciente. Era el Maestro, el hombre de blanco de siempre.
-¿Qué haces aquí?-inquirí.
- Estás pidiendo el discipulado. No necesitas hacer eso.
Aún no te das cuenta de que hace muchos años eres un discípulo?
-¿Perteneces a esta fraternidad?
- No a la fraternidad, pero sí a la Orden Interna. En
verdad trabajo con varias de ellas, investigando los linajes de los Rayos. Es
posible que en un corto tiempo no esté más en esta Orden de Misterios….
Otra vez, mientras daba en USA un seminario sobre Sanación
espiritual, el Maestro apareció allí durante la instrucción. Su presencia, su
energía fue sentida por varios de los asistentes, y todos los presentes vimos
como una pequeña rosa casi marchita que me regaló una mujer y que había
colocado en un vaso con agua, para tratar de que reviviera, lo hizo de forma
instantánea, como en cámara rápida y alcanzó un gran tamaño. Todo el ambiente
fue impregnado de una gran energía.
En otra ocasión mientras recibía un alineamiento para
obtener el Tercer grado de entrenamiento en Reiki, la Instructora se quedó
quieta y dejó de hacer la secuencia. El Maestro apareció allí para hacer los
alineamientos. Al final pregunté a la iniciadora qué había pasado. Ella afirmó
que había visto al Maestro hacer la iniciación y por eso permaneció
respetuosamente en silencio. Ella no sabía hasta ese momento de su existencia.
Lo describió como yo usualmente le veía.
Muchos contactos he tenido desde la primera ocasión con mi
querido Instructor. Todo mi entrenamiento espiritual y enseñanzas esotéricas
profundas provinieron de él…
Había estado dando seminarios de instrucción aislados
durante muchos años en los países que un día vaticinó mi gran Amigo. En el año
2012 el Maestro sugirió que comenzará el trabajo de los grupos de discipulado,
saliendo del anonimato, lo cual acaté, siguiendo paso a paso sus instrucciones.
Comenzamos entonces con la dinámica de seminarios,
convocaciones, satsangs y grupos de
estudio. Los estudiantes preguntaban cómo se llamaba el Maestro. Después de
tantos años no lo sabía en realidad. El siempre decía que no importaba el
nombre ni la forma. Pregunté con gran respeto nuevamente al Maestro acerca de
qué debía decir a los aspirantes. Me dijo que cualquier nombre que mi intuición
me dijera estaría bien. Me surgió en ese instante decirle Maestro K. y él dijo
que estaba bien y así le seguimos nombrando.
Un día, mientras me hallaba en una sesión de reprogramación
genética, apareció ante mí un ser luminoso de gran esplendor y majestuosidad
espiritual. Dijo ser el Gran Iniciador, El Anciano de los días, Sanat Kumara,
el mismo Murugán o Al Kadir. Me instó a seguir con mi trabajo y a mi Instructor
y me reveló la identidad de mi Maestro: Suryavatar Mahavatar Kathar Mahadeva
Kumara.
Me fue revelado que hace unos 18 millones de años, en la
llamada Lemuria, seres provenientes de Pléyades vinieron a la Tierra. Venían
del sistema etérico planetario de Alcione una de las siete principales
estrellas de Pléyades.. Este sistema hace parte de un grupo de siete sistemas
solares hermanos que están asociados en un trabajo cósmico grupal, del cual
nuestro Sol (Surya) hace parte. Del novísimo sistema planetario etérico de
Alcione y por pertenecer a la constelación de Tauro tenían gran afinidad con el
planeta Venus. Vinieron a través de él a nuestro sistema solar y luego a
nuestro planeta. Se les conoció como los “Señores de Venus”, porque hicieron
escala allí en el Venus etérico durante algún tiempo, para adaptarse a las
condiciones del sistema solar, pero en realidad eran pleyadianos . Vinieron en
total 108 seres denominados Kumaras, seres iluminados, expresiones de la Divinidad
.
Cuatro de ellos eran los principales, ayudados de otros tres más cercanos.
Alrededor de estos, otros 101 Kumaras ayudaron en la organización de la
Jerarquía planetaria abriendo el camino de la Iniciación para despertar a la
humanidad dormida. El Maestro Kathar es uno de ellos y vino para convertirse en
un Avatar solar (Suryavatar).
Muchos de los últimos contactos con el Maestro y con otros
iluminados se han dado en un laberinto arbóreo de siete senderos especialmente
diseñado en una propiedad rural que adquirimos hace muchos años y que luego
fuera consagrado como Ashram. Este núcleo de fuerza constituyó un centro
espiritual alrededor del cual un templo etérico se ha precipitado.
Un buen día, en nuestra meditación nocturna en el laberinto,
apareció ante mí un Anciano de barba blanca muy larga. Ante la pregunta mental
de quién era manifestó que ser el Guardían del Santuario en el que estábamos y
el Guardían de todos los verdaderos santuarios, incluída Shamballa, la Ciudad Sagrada, el Templo máximo de la
Jerarquía. Un pequeño ser junto a él susurró:
-Es el Venerable Guardián.
Y este agregó:
-Protegeré siempre este lugar. Tu misión es grande Alipur
Karim. Debes conducir a quienes estén dispuestos, no solo al discipulado, a los
pies de su Maestro, sino a las puertas de Shamballa. Acto seguido me tomó de
las manos y me llevó espiritualmente a ese misterioso lugar, en una dimensión
diferente al plano físico. Parecía una ciudad de cristal. Me paseó por los
alrededores y allí se veían muchos Maestros de todos los linajes, trabajando
arduamente. Curioso, pregunté si el dulce Jesús estaba entre ellos. El
Venerable Guardían me llevó por el éter y me mostró a prudente distancia una
colina de cristal. Allí Él meditaba. Cuando traté de acercarme, mi amoroso guía
me detuvo:
-No puedes ir allí todavía
Me regresó al laberinto del Ashram y reiteró que una vez
hacemos contacto con un Maestro de la Jerarquía estamos en verdad en contacto
con todos. Desde entonces, siempre que vamos al santuario del Ashram a meditar
se precipita la presencia espiritual del Venerable Guardián. Muchos de los
sensitivos le han visto…
En uno de esos contactos, el Suryavatar manifestó que era
necesario mostrar que las enseñanzas de Jesús el Cristo eran las mismas
contenidas en la Vedanta advaita. Sabía tan solo un poco al respecto y pregunté
cómo podía adquirir tal conocimiento. Maestro K. me dijo que el iluminado
Paramahansa Yogananda había dejado un extenso estudio al respecto y que él nos
guiaría en esto.
Entonces el Maestro Yogananda apareció en el laberinto para manifestar su apoyo al movimiento discipular. Le ví un poco de más edad de lo que suele ser representado en las fotografías clásicas de este Maestro. Me dijo que él y todos los Gurús de su linaje ayudarían en el proceso
Entonces el Maestro Yogananda apareció en el laberinto para manifestar su apoyo al movimiento discipular. Le ví un poco de más edad de lo que suele ser representado en las fotografías clásicas de este Maestro. Me dijo que él y todos los Gurús de su linaje ayudarían en el proceso
En medio de mi sorpresa le pedí que por favor me ayudara
con una muestra externa de este apoyo, para asegurarme de que mi mente no me
jugara una mala pasada. No dudaba de él sino de mi mente.
Días después, un amigo mío llegó directamente desde México,
para visitarme en el Ashram. Llevaba en sus manos un ejemplar del primer tomo
del libro “La Segunda Venida de Cristo” de Sri Yogananda, un maravilloso
estudio que explica las enseñanzas de Jesús a la luz de las enseñanzas de la
Vedanta. Es de anotar que en ese momento la publicación no había llegado a
Colombia. Cuando mi amigo puso el libro sobre la mesa y ví la fotografía del
Maestro que está en su interior, supe que él lo había enviado como mensajero
para decirme que mi contacto era genuino.
El Maestro Kathar había dicho que el trabajo que hacíamos, el sendero hacia el
discipulado, debía ser organizado en niveles que él llamó pequeñas iniciaciones.
Manifestó que un gran apoyo nos sería dado por un Mahavatar . Nuestro sitio de
retiro fue bendecido en una noche de meditación con la presencia espiritual de
Maestros y discípulos de varios linajes
y fue declarado oficialmente un Ashram de confluencia de linajes.
Aquella noche maravillosa se percibieron Seres de gran altura espiritual: Yashua Ben Yoseph, el dulce Rabí de Nazareth, con uno de sus discípulos. El Maestro Kathar, Ibn Arabi y varios Maestros de órdenes sufíes ataviados con hermosos turbantes, Shimóm Bar Jochai y Rabí Akiva con otros Iniciados kabalistas , algunos Maestros de túnica escarlata, naranja, gris y marrón, de cabeza rapada, pertenecientes a órdenes budistas, otros Maestros sin atuendo especial, con trajes más bien occidentales. En fin, había allí más de doscientos seres. Todos los Maestros estaban vestidos de blanco en esa ocasión. Pregunté al Maestro Katahar por ese gran Adepto conocido como el Conde de Saint Germain y casi de inmediato el apareció, vestido de rojo, muy elegante y cambió su atuendo mágicamente a blanco al ver a los demás.
Aquella noche maravillosa se percibieron Seres de gran altura espiritual: Yashua Ben Yoseph, el dulce Rabí de Nazareth, con uno de sus discípulos. El Maestro Kathar, Ibn Arabi y varios Maestros de órdenes sufíes ataviados con hermosos turbantes, Shimóm Bar Jochai y Rabí Akiva con otros Iniciados kabalistas , algunos Maestros de túnica escarlata, naranja, gris y marrón, de cabeza rapada, pertenecientes a órdenes budistas, otros Maestros sin atuendo especial, con trajes más bien occidentales. En fin, había allí más de doscientos seres. Todos los Maestros estaban vestidos de blanco en esa ocasión. Pregunté al Maestro Katahar por ese gran Adepto conocido como el Conde de Saint Germain y casi de inmediato el apareció, vestido de rojo, muy elegante y cambió su atuendo mágicamente a blanco al ver a los demás.
Pregunté al Maestro K. si conocía al Maestro Kepton, un
iniciado que se me apareció a los 14 años y me dijo que mi nombre discipular
era Alipur Karim. Maestro K. le señaló entre la multitud y me dijo:
-En efecto, es un colaborador de la Jerarquía y te fue
enviado para guiarte secretamente en tus primeros pasos en el sendero en esta
encarnación.
No le veía desde los 16 años…
Mientras todos los Maestros se acomodaban en círculos
alrededor del centro del laberinto, una poderosa visión resplandeciente inundó
el lugar. En medio de dos colinas el Gran Al Kadir empuñando un cetro de poder
dirigió hacia nosotros una gran irradiación de luz mientras bendecía el Ashram.
Todos los Maestros, Jesús incluido se inclinaron ante Él…
Algunos días después, al final de una maravillosa
meditación en la cual se sentía la presencia de algunos iniciados y discípulos,
que habían venido en sus cuerpos sutiles,se presentó ante mí un Maestro de gran
luminosidad. Era un hermoso joven cuya sutil irradiación destilaba amor
espiritual. Se plantó frente a mí y me dijo: “soy Babaji. El tapete sobre el
cual meditas debe estar perfectamente limpio, literal y simbólicamente hablando.
He venido para apoyar la organización de los niveles del discipulado.
Trabajaremos en entrenamiento para los que estén dispuestos y usaremos los
métodos del Kriya Yoga, con los cuales fuiste entrenado por Kathar cuando eras
muy joven, para ayudar a la limpieza de la estructura y elevación de la
vibración a la altura necesaria para el trabajo de verdaderos discípulos. Se
necesitan valientes y dinámicos aspirantes. Muchos serán convocados. Algunos
son novatos en tanto que otros han recorrido ya largos caminos en otras vidas…
Antes del solsticio de verano del año 2015, durante una
meditación de luna nueva, estando en mi apartamento, aparecieron ante mi siete
maestros del linaje de Ibn Arabí. Me bendijeron en su lengua, que intuí era
árabe, y me autorizaron para ingresar en el linaje sufí. Me anunciaron que
entraría en contacto con un Maestro encarnado de la Tradición, perteneciente a
una de las muchas órdenes sufíes y con otros ya fallecidos pero igualmente
presentes en el trabajo de la Jerarquía. Me dijeron que esto era una
preparación especial que continuaría en el solsticio de verano.
Durante la
celebración del solsticio de verano en el Ashram, Maestro K. me confirió un
nuevo grado iniciático necesario para el arduo trabajo que vendría. Me dijo que
él había sido ascendido también de grado en su trabajo cósmico. Ahora
pertenecía al gran concilio general de todas las Órdenes de Misterios. Expresó
que el Mahavatar Babaji estaría ahora siguiendo muy de cerca nuestro proceso.
El me guiaría para desarrollar los instructivos de práctica. Debía de hacerme
discípulo suyo también.
En los días que siguieron debí asumir el largo trabajo de
desarrollar el instructivo. Mahavatar Babaji solía despertarme temprano en la madrugada.
-
No duermas
tanto. El instructivo debe estar listo antes del 7 de septiembre.
A veces me daba instrucciones en estado de sueño
consciente, es decir mientras mi cuerpo dormía pero mi consciencia seguía
activa. Me dio pistas y claves para hallar toda la información requerida y
ajustarla de acuerdo con los grupos de trabajo.
El día 19 de septiembre de 2015 , en ceremonia con algunos
aspirantes, en el laberinto del Ashram, el Mahavatar Babaji me hizo entrega
simbólica del manto de Acharya o Instructor de su linaje y me transfirió la
Primera Iniciación de éste. Luego se hicieron las primeras iniciaciones para
los novicios. En días posteriores nuevos grupos de aspirantes fueron iniciados.
A sugerencia de los
Maestros, un nuevo templo de meditación y ceremonias está siendo construido en el Ashram. En la
noche del 27 de diciembre, bajo un cielo estrellado que enmarcaba el gran
trígono de Urano- Luna-Saturno y alumbrados por una hermosa Luna llena, ,
mientras ascendía el signo de Cáncer, nuestros amados Gurús bendijeron el lugar
del nuevo templo. Suryavatar Kathar apareció bajo la luz de las Pléyades que
brillaban en el lejano firmamento recordando su distante origen. Luego apareció
el Mahavatar Babaji representando el linaje Vedanta, seguido de Sri Aurobindo,
quien por primera vez visitó espiritualmente nuestro Ashram. Sri Yutekswar se
unió al grupodespués. Tres Sheiks del linaje sufí nos acompañaron también, al
igual que un Magid cabalista de barba puntiaguda. Y luego en representación del
linaje del dulce Yashua, apareció el Amado y amoroso Juan, su iluminado e
inmortal discípulo. Otro rabino cabalista, de vestimenta sacerdotal se unió al séquito,
junto con un Maestri indio moreno, de torso desnudo. Ramana Maharshi completó
el número 12 y luego, mientras eran rodeados por algunos de sus discípulos,
dieron siete vueltas en torno a las siete columnas recientemente erigidas,
entonando mantras e irradiando su Fuerza, Luz y Amor. Un hermoso Angel con una
espada fue visualizado por una humilde mujer a quien le fue despertada la visión para ser
testigo de la presencia de los Maestros. Aquello fue apoteósico.
El día 31 de Diciembre de este mismo año. Luego de la
meditación nocturna, en el Ashram, sin previo aviso, aparecieron ante mí muchos
discípulos, todos vestidos de blanco, sentados formando dos largas hileras. En
medio de ellos, el Suryavatar Kathar y
el Mahavatar Babaji. En un momento dado todos los discípulos se inclinaron
reverentemente, mientras los Maestros se hacían a un lado en actitud reverente
también. Tras ellos apareció el Gran Iniciador, el ser de los dos rostros, a
veces un anciano de blancos cabellos, a veces un joven de apariencia
adolescente, el Señor Sanat Kumara o Al Kadir.
-El canditato ha sido aceptado y admitido como discípulo-
dijo, irradiando su fuerza y luz. Luego se retiró hacia atrás en tanto que el
Maestro Babaji me bendecía para hacerme su discípulo. Me pidió mantener como
nombre discipular el de Alipur Karim. Al final de la corta ceremonia, cuando ya
los discípulos se aprestaban a retirarse, El gran iniciador regresó. Todos
volvieron a sus posiciones mientras él anunció:
-La candidata ha sido aceptada y admitida como discípula
del Mahavatar Babaji- dijo, refiriéndose a mi amada esposa. Su ceremonia de
aceptación se hará en tres días. Y así fue. El día 3 de enero de 2016 mi esposa
fue iniciada formalmente al discipulado y el Maestro Babaji le dió el nombre de
Kriyananda y le anunció que sería puesta en contacto con varios Maestros de
diversos linajes, encarnados y desencarnados, de los cuales podría también
hacerse su discípula…
Espero que este breve resumen de algunos de los contactos
con los Divinos Avatares y sus discípulos sea ilustrativo de la magna labor de
construcción de un núcleo espiritual que se está haciendo en este Ashram de
Colombia, bajo el auspicio de los Maestros de este grupo de confluencia de
linajes.
Continuaremos trabajando bajo la sabia guía de nuestros
Amados Gurús, alumbrando nuestra lámpara del corazón, para llevar a la puerta
del sendero a todo aquel que, despertando del largo sueño de la ilusión
mayávica, se haga receptivo a la Luz.
Alipur Karim
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