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sábado, 6 de julio de 2013

DISCIPULADO NO. 11. LA INTELIGENCIA UNIVERSAL

DISCIPULADO NO. 11
LA INTELIGENCIA UNIVERSAL

La investigación científica asocia la inteligencia al cerebro. La investigación esotérica suele atribuirla al trabajo del Ego o Yo interno efectuado mediante la asociación entre el Cuerpo Mental y el cerebro. El aspirante al Discipulado debe trascender estos dos conceptos haciendo consciencia de la verdadera inteligencia.

La investigación y análisis de cualquier estructura presente en el universo, revelará un maravilloso orden, una sorprendente complejidad, ya sea que se aborde desde el punto de vista de la física convencional, de la física cuántica o de la química. En tiempos modernos, la tecnología permite ampliar nuestra capacidad de observación y nos sorprende aún más al mostrarnos aspectos macro y micro cósmicos que el ojo convencional no podría apreciar. Tanto en lo grande como en lo pequeño la aparente realidad está inteligentemente ordenada. Cada estructura enseña el resultado de un largo proceso de acomodación evolutiva del universo y la presencia permanente del movimiento y de la vida. Las nuevas criaturas o estructuras generadas en este proceso son igualmente ordenadas y llevan en sí una herencia extraordinaria de información inteligente que sin duda es independiente del cerebro, aún cuando es a través de él como estamos acostumbrados a comprender, analizar e investigar.

El ser humano le ha dado una especial importancia al cerebro y confunde inteligencia con proceso del pensamiento. En realidad, vivimos en una estructura física cuya actividad vital no es controlada por el pensamiento, pero la mayoría creen que es así  y hasta extrapolan esta creencia al mundo, creyendo que este puede ser controlado por el cerebro, el pensamiento o el deseo. La inteligencia no es exclusiva del cerebro ni de ninguna otra parte del sistema nervioso. El cerebro escasamente puede manejar voluntariamente en nuestro cuerpo aquello que tenga músculos. Trasladarse, hablar, ver, respirar, gesticular solo son completamente posibles gracias al movimiento muscular voluntario. Pero el cerebro no tiene control consciente sobre nada más. Ni siquiera cierta clase de músculos s como los que facilitan el tránsito intestinal o el músculo del corazón están bajo esta clase de dominio. Para la mayoría de las actividades vitales el organismo recurre al llamado sistema nervioso vegetativo, el cual es un mecanismo automático, involuntario, sobre el que no tenemos ningún control consciente. Pero no podemos atribuir la inteligencia del cuerpo a este sistema. El desarrollo embrionario del ser humano tiene su origen en una célula heredera del material genético de sus padres, a partir del cual se forma una primaria estructura formada por tres capas denominadas ectodermo, mesodermo y endodermo las cuales nos son otra cosa que hileras de células que poco a poco van diferenciándose y especializándose siguiendo un programa predeterminado. En estas capas germinales originales no existe tal cosa como el cerebro o el sistema nervioso vegetativo. Estos aparecerán mucho más adelante en el desarrollo del feto. Vale la pena decir que el cerebro y en especial la corteza cerebral, asiento aparente de nuestra actividad consciente son la última adquisición de nuestra estructura corporal en el proceso de la evolución. Esto se revela en el desarrollo fetal. El cerebro es uno de los últimos en aparecer y aún debe madurar después del nacimiento antes de que un individuo pueda alcanzar alguna actividad consciente. Su desarrollo y evolución están ligados al programa predeterminado. Es decir, el cerebro está sujeto a la inteligencia y no al contrario.

El programa original de cada ser contiene toda la información relacionada con el desarrollo de la estructura, su funcionamiento, su equilibrio biológico, su capacidad de reacción y la posibilidad de hacer actualizaciones de nuestros programas. También incluye mecanismos de defensa y detoxificación. Toda alteración de la información básica de este programa redundará en una malformación, enfermedad o tendencia patógena y toda alteración funcional o estructural tendrá como consecuencia un deterioro físico, vital, emocional o mental. Las alteraciones pueden ser parte del contenido original, transmitido por herencia o pueden darse por agresiones internas o externas, mentales, verbales, emocionales, energéticas o físicas, por parte de otros individuos, animales, plantas, sustancias no compatibles o infecciones virales, bacterianas o por otros microorganismos y parásitos. Igualmente pueden existir deficiencias nutricionales, afectivas, sociales o cósmicas que desencadenen un proceso de disfuncionalidad o muerte.

Aparentemente el programa original está contenido en el ADN. No obstante, el ovulo fecundado es algo más que hélices de ADN y dos individuos con ADN idéntico, como es el caso de los gemelos univitelinos, son individuos diferentes aunque sus estructuras se parezcan mucho. La inteligencia trasciende el ADN. De hecho, los hijos de padres similares provienen de informaciones de ADN idénticas presentes en los espermatozoides del padre y los óvulos de la madre. En cada fecundación, el programa original correspondiente al ser que encarna determina qué parte del material de cada padre es tomado, dando lugar a hermanos diferentes con ADN distinto. El conocimiento espiritual revela que el programa original está contenido en el llamado átomo simiente o átomo primordial del cuerpo físico, un paquete de información que a la manera de un chip es colocado en la cabeza de uno de los espermatozoides del futuro padre y que debe coincidir con el átomo simiente del cuerpo vital o energético colocado en el óvulo de la futura madre. Tales átomos pertenecen a cada ser individualizado durante todas sus encarnaciones y hacen parte del juego de varios átomos simientes que son necesarios para el desarrollo del ser en cada vida. Estos átomos son programas que contienen todas las posibilidades de desenvolvimiento y evolución de la criatura a quien pertenecen y la información allí contenida es el resultado del proceso vivido a través de múltiples encarnaciones. Toda la síntesis de la experiencia es guardada en ellos. Al morir, después de un largo proceso de destrucción de la estructura física, vital, emocional y mental, los átomos son conservados. La personalidad, formada por estos cuatro vehículos destruidos, llega a su fin. La vida que actuó a través de ella se retira al mundo Mental abstracto. Esa vida actuante que algunos llaman el Triple Espíritu o Yo Superior, no es otra cosa que una proyección del Triple rayo de la Mónada o Espíritu Virginal. Es una triple fuerza cargada de información que se incorpora a la Gran Fuente de información del Espíritu Universal de la cual siempre ha hecho parte. Dicho de otra manera, lo que nosotros llamamos un individuo no es otra cosa que una forma particularizada de información del Espíritu Universal que actúa a través de las estructuras generadas, con un propósito específico, determinado por Su Universal Inteligencia. El impulso hacia una nueva encarnación surge de la Inteligencia Universal y fluye hacia su proyección. La encarnación no es planeada por el Yo, simplemente porque el Yo, tal como solemos concebirlo, como un ente separado de la Divinidad, no existe. El Yo superior es una forma de acción de la Divinidad y no un ente separado. Esta ilusión se crea cada vez que la Fuerza encarna, es decir que adopta una forma particularizada en el espacio-tiempo. Igualmente, si el Yo separado existiera no tendría en el Mundo mental, antes de la encarnación, ni un cerebro, ni un ADN, ni emociones, ni pensamiento, ya que éste último solo es posible mediante la acción del cuerpo Mental sobre el cerebro. La Inteligencia Universal no planea encarnaciones separadas. La Mente Universal (Mahat para el vedantista) lo ha contemplado todo de un solo golpe ya que la creación es una estructura en red y no un rompecabezas compuesto de pedacitos que encajan en un molde. Junto con “tu” programa de vida han sido contemplados los programas de vida de los aproximadamente 7.000.000.000 de habitantes que están encarnados simultáneamente contigo y los programas  de vida de los billones de animales, plantas, minerales, elementales, espíritus de la naturaleza, ángeles en todas sus Jerarquías  y demás criaturas de todas las corrientes de vida de esta creación. Todos estos programas están entrelazados siendo en realidad un solo programa. Es la creación que fluye y ha sido contemplada por la mente Divina, instante tras instante en el eterno presente de su Infinita Existencia. A través de cada aparente criatura fluye constantemente la Fuerza de la misma Divinidad, siguiendo el Plan de Su Divina Inteligencia Universal. Es la misma Mente Universal quien ha creado todos los arquetipos de forma y fuerza de todo lo existente porque El es la Existencia misma. Esra Fuerza Armónica ordenada e Inteligente fluye a través del Angel y de la piedra, del hombre y del animal, de la planta y del elemental. Todos los seres manifiestan de una u otra forma esa inteligencia de una manera aparentemente particularizada para los propósitos del Plan Unico. Al igual que los colores del espectro son simples reflejos aparentes de una única luz que atraviesa el cristal, cada ser no es más que una forma particularizada de la Vida Universal que manifiesta la multivariedad en la secuencialidad y la Unidad en la atemporalidad. Cada paquete de información, cada parte del programa tiende a su expresión y va creando, en un creciente proceso, la ilusión del ego, del yo separado, que luego adorna con la figura de un Yo Superior. La Vida Universal está en inconsciencia profunda en el elemental, duerme en el mineral, sueña en la planta, siente en el animal y despierta en el hombre, viéndose con claridad a sí misma en el ser iluminado y en el ángel.

Esa compleja estructura física, vital, emocional, mental y espiritual en la que parece habitar tu yo es una forma particularizada de la Inteligencia Universal que se esfuerza para verse a sí misma, deshaciendo la obstrucción que genera la ilusión de la separatividad, para fluir con todo su Poder con entera Libertad. Al paso de la Luz crujen las tinieblas generando el proceso del sufrimiento humano, el dolor de los egos que en su ilusión de ser tan grandes como Dios no pueden ver que son la Divinidad misma. La prepotencia del ego no es más que agua estancada de la Divina Fuente, agua que perdió el cauce del río de la Vida, luz apagada en la profundidad de una caverna.
Es necesario permitir que la Verdadera Inteligencia fluya a través de toda estructura humana, permitiendo que el verdadero discernimiento, el proceso contemplativo que se halla más allá del pensamiento ordinario, basado en la memoria y los patrones emocionales descontrolados, atrapados en el vaivén del tiempo, retome el control, vuelva al cauce y permita que el cerebro cumpla la verdadera función para la que fue creado: el fluir de la Sabiduría, la expresión de la Inteligencia Universal. El pensamiento ordinario, con todo el proceso del silogismo, del raciocinio, es un simple juego comparado con la maravillosa complejidad que inunda al ser iluminado, conectado con la Fuente de la Sabiduría Universal. El conocimiento que deriva del pensamiento es una mera falacia virtual que envejece y muere con el tiempo para convertirse en falsedad, pues el pensamiento desconoce el Plan Original, el verdadero Arquetipo de la Creación. El pensamiento junto con sus ayudantes de laboratorio, los órganos de los sentidos, son incapaces de percibir la realidad, solo ven su reflejo, quizás su sombra. Los sentidos nos hacen ciegos a la Verdad; el pensamiento egóico, con su carcelera la memoria psicológica, nos invalidan para sentirnos en la presencia Divina. Hay que huir del condicionamiento, hay que escapar de la prisión del intelecto, hay que ir más allá de los sentidos y más allá del tiempo, hay que dejar de sentirnos como pedazos de la Creación y ver que somos la Creación misma y el Creador actuando en ella, develando su sueño de verse reflejado en el espejo de la Manifestación. Hay que permitir que el triple velo astral, mental y espiritual sea corrido para permitir el paso de la luz, de esa Luz Universal que siempre ha estado ahí, contenida, dispuesta a fluir cuando hayan sido liberados los obstáculos que estorban su paso.

El ego, el falso rey actual de tu personalidad debe abdicar al trono y ceder el paso al Verdadero Rey. Esfuérzate en ello, no como un yo, sino en la consciencia de la Unidad, de la Totalidad,  de la complejidad de la Red del Tejido Infinito de la Divinidad. Extiende tu visión, mira más allá. No eres alguna clase de ser abstracto escondido en el cerebro. No pretendas hallarte allí como quien busca al locutor dentro de un aparato de radio. El artífice está más allá. Tu cerebro es solamente un maravilloso instrumento biológico que aun no alcanza el propósito de la Inteligencia que lo construyó. Este aparato no construye la inteligencia. Ella lo genera a él y le permite evolucionar. Busca la verdadera Inteligencia, cambia el dial, sintonízate con la frecuencia correcta, pásate al modo Consciencia Infinita y  encuentra la clave del contacto con la Sabiduría Universal. Deja de buscar al yo en el cerebro, en las creencias, en los partidismos, en las organizaciones. Nunca lo hallarás allí. Deja de buscar al yo. El yo no existe. Solo hay una Unica presencia: la Vida que actúa a través de esa estructura particular de la que te crees dueño, que es la misma que actúa a través de todas las estructuras de las que otros tantos egos buscándose a sí mismos se creen dueños. Tu alma, el Alma del Mundo es como una mariposa en  crisálida. La estructura es el capullo. Rompe tu capullo alma divina y emprende el vuelo de la Libertad.

El cerebro, además de ser un supervisor de la actividad del organismo, debe ser un instrumento puente entre el mundo biológico, el mundo de la energía o etérico y el mundo mental. La actividad del pensamiento ordinario hace que el cerebro quede atrapado en la actividad repetitiva de la memoria, la cual es la base del yo inferior o ego. En este estado cada conjunto de estructuras individualizadas se creerán individuos y soñarán con obtener satisfacciones meramente materiales, con tener y mantener una familia y alcanzar el éxito en la personalidad para ser reconocidos en la sociedad. El pensamiento convencional no permitirá ir más allá.

El ego inferior es un truco de la Divinidad para permitir que la estructura alcance la supervivencia y el desarrollo necesarios. Este proceso se lleva a cabo hasta la edad de veintiocho años. En este tiempo, el individuo pasa por varias etapas que hacen parte del desarrollo sicológico, a la par que los llamados vehículos de la personalidad (físico, etérico, astral y mental) alcanzan la misma estatura de la encarnación anterior. A partir de esta edad, en sucesivos períodos de siete años, los vehículos superiores, sin forma, surgen paulatinamente. Esta triple fuerza espiritual llamada el Yo Superior (Atma, Budhi, Manas o Triple Espíritu) debe hacer conexión con el cuerpo físico a través del puente en el cerebro, desterrando el control del pensamiento y la ilusión de la separatividad. Si esto no se consigue, el individuo será un personaje más del montón cuya mente patina una y otra vez en el condicionamiento de su memoria, atrapado en sus hábitos, manías, deseos, emociones y recuerdos, es decir se convierte en un autómata comandado por el yo inferior que es todo lo anterior. Si logra el contacto, se implantará el comando de su Yo Superior. A la edad de cuarenta y nueve años, no obstante, este Yo Superior debería dar paso a la conciencia de Unidad. Si el ser logra dar el salto, la Luz Universal permeará toda la estructura y hará que el predominio de la Triple Fuerza Divina, la proyección del Triple Aspecto Divino, tome el comando. Si no se logra dar el salto, el ego inferior o Superior seguirán tomando el comando y patinarán en la misma rueda de la espiral evolutiva, viviendo otros siete periodos septenarios en los cuales intentará corregir aquellas deficiencias o fallas cometidas en el proceso correspondiente a cada vehículo, con el fin de alcanzar el objetivo, en el caso de que sea el Yo Superior o Ego quien comanda. Pero si se trata del ego inferior, esa ilusión virtual que nos hace creer que somos individuos separados, es posible que surjan violentos impulsos o deseos reprimidos de otros tiempos y que el ser experimente una especie de retrogradación a la infancia o la adolescencia, aspectos que con gran frecuencia se aprecian en las personas de edad avanzada. Esto representa una caída al abismo, de la cual solo es posible escapar mediante la muerte y una nueva encarnación.

El Yo Superior o Triple Espíritu intentará dar la batalla por el trono de la estructura, mediante algún proceso como el del Probacionismo y tal vez se ayude de la Ronda Interna en la cual cada año de un septenario representa a un septenario completo para hacer o corregir el trabajo necesario en cada vehículo.

En el proceso del Discipulado, el ego no está invitado. Es imposible invitar a alguien que realidad no existe.

En el proceso del discipulado está invitado el Yo Superior y el trabajo comienza con el desarrollo de Manas, el Espíritu Humano, quien opera más allá del pensamiento ordinario, en el Mundo del Pensamiento Abstracto.

 La meditación contemplativa es la práctica más adecuada para permitir la conexión del Manas con el puente del cerebro y permitir que el discernimiento verdadero, el fluir de la Inteligencia Universal, sea la mecánica permanente.. Esto generará una extraordinaria mutación evolutiva en el cerebro que hará que el proceso elevado de percepción alcanzado sea el estado natural y que sea imposible el manejo del pensamiento ordinario. El Yo superior habrá escapado para siempre de la prisión del intelecto y comprenderá que es necesario dar paso a la Luz. Entonces será cuando el conocimiento perfecto del Plan Primordial y la Sabiduría fluyan a través del ser.

Alipur Karim
  



martes, 5 de marzo de 2013



DISCIPULADO No.10
ROMPIENDO EL VELO ESPIRITUAL


 
El trabajo mental del discípulo implica la ruptura de tres velos: el velo astral, también llamado velo del arco iris; el velo mental o velo del templo y el velo Celestial o Abismo. A los dos primeros nos hemos referido en anteriores líneas. Trataremos ahora lo concerniente al último.
                                                                                                            
El velo celestial es la frontera que separa la Unidad, representada por la Trinidad Suprema, expresada como Voluntad, Amor-Sabiduría y Actividad Inteligente, bellamente simbolizadas por tres distintas personas o dioses en las diferentes concepciones religiosas, y la dualidad, interpretada por el ser humano como expansión-contracción, luz-oscuridad, negativo-positivo o Mal y Bien. Esta cortina nos separa del Paraíso del que fuimos expulsados al probar la fruta del Árbol del Conocimiento  de la Ciencia del Bien y del Mal. Hay un gigantesco abismo en este velo que franquea el paso del discípulo, el cual debe construir un puente que le permita superar la dualidad. En realidad se trata de salir de la ilusión de la separatividad, de la concepción sujeto-objeto. Más allá del Abismo se halla el Sujeto Único: la Divinidad. Muy pocos seres humanos han logrado traspasar esta frontera. Quienes lo han logrado, ciertamente se han convertido en la Divinidad misma.
                                                             
Harmonic Light Spiral VortexLa necesaria división entre sujeto conocedor y objeto conocido, creada al comer el fruto del Árbol del Conocimiento, constituyó la caída del Paraíso, símbolo de la Conciencia de Unidad. La Triada Divina se separó del resto de la manifestación por el Abismo. Fueron separadas las Aguas Superiores de las Inferiores según el texto simbólico del Génesis. El Pensamiento de la Divinidad fue separado, por este Abismo, de sus contenidos singularizados, dando la ilusión de la emergencia de entidades separadas. Este fue el proceso involutivo de individuación de las Mónadas o Espíritus Virginales. El Divino Pensamiento se transforma en Luz (“…Y Hubo Luz”). La Luz generó la consciencia del Yo. Los seres sensibles, dentro de la Mente de Dios, en una  Gran Ilusión se percibieron unos a otros como objetos o se pensaron a sí mismos como Yoes, asumiendo la subjetividad como propia. 

Entonces  surgió el Universo de los nombres y las formas (Adán puso un nombre a cada cosa). El lenguaje surgió de la necesidad de coordinar acciones entre los seres generados por la ilusión de la individualidad. Esto creó la noción de objetos. Aparecieron  símbolos e imágenes mentales de los objetos. La distinción de objetos generó conceptos abstractos de ellos. Los conceptos generaron distinciones y éstas generaron el proceso de observación consciente.

 El Observador apareció al distinguir entre observaciones, y la consciencia de sí como observación del que observa. El observador distinguió un mundo externo a él, cuya imagen podía compartir, pero no era un mundo real sino uno que alumbramos con los demás, al ponernos de acuerdo en definiciones de nuestras observaciones.


Ese mundo que alumbramos incluye pensamiento abstracto de nuestro mundo interno, conceptos, creencias, imágenes mentales, intenciones y consciencia de sí.
De hecho, el ser confió en sus sentidos físicos de percepción al confundirse con la forma biológica individualizada en apariencia. Pero definitivamente nuestros cinco sentidos son extremadamente limitados para percibir la realidad. Solo perciben reflejos de vibraciones de la realidad misma que ni siquiera pueden ser captados por el observador en tiempo presente ya que las vibraciones, envueltas en la secuencialidad generada por la ilusión del espacio entre individualidades separadas, deben viajar de un supuesto objeto al sujeto. La luz, el sonido, las partículas, las radiaciones etc., tienen una velocidad determinada y, por grande que ésta sea, hace que las señales tarden un tiempo mientras llegan al observador. Entre mayor capacidad para percibir a la distancia tenga nuestro poder de percepción más distante es el pasado que percibimos. Al mirar el cielo de una noche estrellada estamos viendo lo que sucedió hace varios años, que es lo que demora la luz de las estrellas en llegar desde lejanos lugares del espacio a nuestra retina. Al mirar al Sol vemos lo que sucedió hace 8 minutos. Y nuestros limitados sentidos apenas si captan una pequeña gama de entre todas las infinitas vibraciones posibles. Y ha sido con estos pocos e imprecisos datos que hemos generado nuestra imagen del universo.

El discípulo debe aprender a distinguir entre lo ilusorio y lo real. Tal vez en primera instancia a darse cuenta de su muy limitada percepción de lo Real y de su incapacidad de acercarse a la realidad mediante observaciones sensoriales. Al igual que no podemos ver a simple vista la infinidad de conexiones entre todas nuestras células que hacen de nuestro organismo una unidad perfectamente sincrónica, nos es imposible ver con una mente ordinaria las infinitas conexiones entre todos los seres de la Creación. Más allá del Abismo, al romper el velo Celestial, el Iniciado comprenderá y sentirá que no hay sujeto ni objeto separados, ni mónadas individualizadas.

 El mundo separado, diferenciado, el reino de los nombres y las formas, solo existe en la mente del que se cree el Observador. Al traspasar el Abismo, después de la llamada Noche obscura del Alma, el Iniciado experimentará la fusión con la Unidad y recobrará la Consciencia Real de que no hay ni mundo, ni Yo, ni Dios, ni nada adentro o afuera. Solo hay un Sujeto Único: la Divinidad. Esto solo será posible al retornar al Paraíso y comer del fruto del verdadero Conocimiento del Árbol de la Vida.

Es un buen ejercicio para el aspirante el tratar de ver siempre la expresión de la Divinidad a través de todo lo que existe, sintiendo en cada criatura la manifestación viviente de una de sus infinitas facetas y sintiendo, más allá de la dualidad, a cada ser aparentemente separado como una parte de sí mismo, conectado por invisibles hilos a toda la Creación.

Alipur Karim


jueves, 24 de enero de 2013




DISCIPULADO No. 9

EL DESTETE ESPIRITUAL

En el trabajo del sendero del discipulado es necesario distinguir claramente la etapa preparatoria llamada generalmente la etapa de probación, que es el mismo estado del  chela o lanú en otras tradiciones, de la verdadera etapa del discípulado.

 Así como un niño en sus primeros años de vida ha de ser nutrido por la leche de su madre, preparando su cuerpo para una futura independencia, así el aspirante a la vida superior o senda de la espiritualidad ha de pasar por la etapa de probación. Y al igual que el bebé se siente tan cómodo en el regazo de la madre recibiendo sin esfuerzo el alimento, el aspirante probacionista puede quedarse en el dulce solaz del regazo de alguna forma de doctrina o de algún grupo, bebiendo apacible  y pasivamente  de la enseñanza de algún instructor específico, sin otro esfuerzo que el de asimilar este único alimento, el cual parece dejarlo satisfecho y aportarle crecimiento.




 Pero así como el bebé un día debe ser destetado y recibir alimento sólido, ya que la madre no podrá aportarle todos los nutrientes necesarios llegada cierta edad, igualmente el aspirante debe destetarse de la etapa de probación y entrar en una nueva fase de desarrollo, so pena de desnutrirse espiritualmente ya que su madre-enseñanza inicial no podrá aportarle el alimento espiritual necesario para etapas más elevadas.




El discipulado es el comienzo de esta nueva forma de vida que se nutrió de los primeros rudimentos durante la etapa de aspirante. Durante el probacionismo o primer acercamiento serio al sendero, toma el alimento de la tradición o de los caminos andados por otros. Llegó hasta su primer crecimiento y formación por medio de la comunicación con el mundo visto a través de otros; sus teorías, sus hallazgos, sus leyes, sus costumbres, sus posibilidades e interpretaciones. Pero después de esto debe llegar al "destete". El destete simboliza la liberación de una forma de aprendizaje (alimentación) para entrar en una nueva e independiente de la anterior. Romper el velo mental tal como se explicó en el artículo concerniente es entonces necesario. El aprendizaje (alimentación) comienza a hacerse independiente de formas antiguas. No se hace por teorías transmitidas, sino por experiencias nuevas, propias y acordes con el tamaño y las necesidades de la nueva criatura espiritual. Se empieza a hacer necesario el "alimento sólido", alimento frente al cual podemos elegir entre una gran variedad de viandas. Esto representa el discernimiento. Las viandas simbolizan la gran cantidad de vivencias, experiencias nuevas y hechos ya comprobados como favorables al desenvolvimiento del nuevo ser, que sirven de alimento espiritual para el crecimiento y desarrollo del dictado ideal que cada cual tiene asignado.




Es como una orden preprogramada en el núcleo interior, una fuerza invisible dictando sus comandos de necesidad evolutiva hacia formas, cada vez más perfectas, como cumplimiento del comando divino  de la Mente del Espíritu Universal que se proyecta hacia todas las especies.


Este simbolismo del nuevo y variado alimento y el destete , abren el camino hacia la nueva vida que el discípulo trae consigo, ya que no se entra en el sendero por casualidad sino como resultado de un plan y trabajo previo, realizado quizás en pasadas encarnaciones.


Solo dejando la tutela del camino anterior, abrirá la nueva senda, o la nueva ruta,  hacia la plena manifestación del hombre Real que se conecta con su ser divino interior o como 'Hijo de Dios", ser conectado, contactado, iluminado, Mesías o como quiera llamársele al elevado estado de perfección o grado superior.


Las etapas del aspirante y probacionista han de ser simples fragmentos de la historia del verdadero caminante espiritual. Son pasos preliminares de un concepto tomando forma. Son, simplemente, los primeros pasos hacia el hombre perfecto, el que se manifestará como nacido de Dios, no por medio de  evolución espontánea o pasiva, sino a impulsos de la nueva corriente de pensamiento que se introducirá, paso a paso, en el hombre por medio de las experiencias vivificantes y preseleccionadas por Dios
para ese fin.




El hijo de Dios, el hombre perfecto, el Adan Kadmón, ya existía antes que el hombre fuera creado con la ordenanza de alcanzar ese estado. Esta es la idea de perfección establecida para el hombre  que se manifiesta por pasos fragmentados; como peldaños de la simbólica escala que Jacob vislumbró  en sus visiones para su tiempo.


Así como  Abel, Seth, Noé, Abraham, Isaac, Jacob, Moisés, David…preceden al Mesías, así las primeras etapas del caminante en su aproximación al sendero son solo pasos iniciales de un gran concepto que los comprende a todas ellas como elementos de tránsito ineludible, para manifestarse en la posteridad en todo su esplendor.


Cada una de ellas muestra un pequeño aspecto del hombre en extensa gama de posibilidades. Son como estrellas en el firmamento que marcan la ruta hacia lo perfecto señalado por Dios, y que han tenido su primera representación en el probacionista, el Adán que será tentado, y que se manifestará a plenitud en el Iniciado, cuando alcance un punto más alto de de la escala y obtenga el "destete" de la ley de mandamientos y ordenanzas nacidos de su condición anterior, y se revele con la plenitud de su conciencia espiritual como un iluminado o su equivalente en cualquiera de las tradiciones existentes.


El destete espiritual suele ser doloroso al igual que en el caso del bebé que se resiste a abandonar el alimento materno y ha de ser necesario un período de adaptación o de aproximación al nuevo alimento.

El condicionamiento físico, energético, emocional y mental adquiridos durante el adiestramiento adaptativo familiar, escolar, social, cultural, religioso y grupal ejercerá una fuerte resistencia al cambio. Todos estos aspectos formativos serán como cepos que retendrán al aspirante  y le incitarán a volver a nutrirse de su primaria y pasiva leche instructiva o quizás a disculparse o evadirse, disfrazando el alimento anterior de otra forma, como el bebé que es engañado con una mamadera o biberón.

Si el bebé no se desteta llegado cierto tiempo, se desnutrirá y se hará un ser dependiente, pusilánime, inseguro, temeroso o tal vez un desadaptado social. Este proceso de destetarse será necesario muchas veces en las diversas etapas de la vida, en las que será necesario abandonar antiguos procesos para entrar de lleno en otras más elevadas. El niño ha de desaparecer para dar lugar al adolescente y este debe quedar atrás para llegar a la juventud, rumbo a la madurez. El resistirse y retroceder o el tratar de entrar prematuramente en una etapa posterior, destruirán la psiquis y conducirán al retraso o al fracaso, a la dependencia o a la frustración, al sentimiento de incapacidad disfrazado de complaciente pasividad o a convertirse en un fiasco o en los casos más graves a transformarse en humanos afectados de enfermedades mentales o en seres patológicamente destructivos o autodestructivos. Lo mismo ocurrirá en el sendero espiritual. Cada etapa tiene su límite, su tope y requiere su destete.

El probacionista debe destetarse de su formación familiar y de sus apegos familiares. Debe salir de la idea de que su familia es lo mejor del planeta y lo único por lo que vale la pena vivir. Debe romper el pasivo solaz de la compañía familiar adictiva y que con frecuencia solo le aporta roces que se convierten en trampas kármicas. No quiere esto decir que deba abandonar sus responsabilidades sino más bien que debe tener claridad en cuanto a la realidad y límites de éstas, para evitar depender o hacer dependientes sus parientes. El aspirante al discipulado debe abandonar la idea de que la unidad perfecta de la familia es la meta máxima y trascender la propia idea de familia extendiéndola a toda la humanidad y más tarde a toda la Creación. Debe contemplar su propia independencia y la libertad de los demás, aprendiendo a partir y a dejar partir cuando ya es tiempo, recordando que todos los vínculos de la personalidad y todos los parentescos son absolutamente temporales y tarde que temprano morirán y se disolverán en las arenas del infinito. Debe destetarse de la ilusión de la eternidad de los vínculos individuales y beber el alimento sólido de la eternidad del espíritu inmortal.




De igual manera, debe el probacionista destetarse del conocimiento a pie juntillas de su propia tradición, religión o creencia, por más racional y perfecta que le parezca, para poder acceder al sólido alimento de la sabiduría eterna, lejos del biberón del conocimiento aportado por otros. Ha de buscar el alimento interior, aquel que fluye desde la sutil región del pensamiento abstracto y después desde sutiles niveles cada vez más altos, abandonando poco a poco toda teoría rígida o cuadriculada, todo fanatismo o partidismo, todo conocimiento racional sesgado. Si no se suelta de su primaria madre-enseñanza terminará desnutrido espiritualmente, caduco, fósil religioso o esotérico, atrapado en la enseñanza de viejos tiempos, y también inseguro, frustrado o autohipnotizado por la placidez de su pasiva espiritualidad que no le conducirá a ningún desarrollo genuino o en el peor de los casos, si intentó saltarse etapas, creyendo que el sendero es un juego de niños, en un ser psíquicamente alterado por alguna clase de locura mística o esotérica, perdido en el laberinto de la ilusión de los sentidos, creyéndose la flor y nata de esta humanidad, mientras que solo es presa de un gigantesco delirio o autoengaño. 

Es necesario entender que el desarrollo espiritual no es simplemente una cuestión de tiempo en la que el aspirante se ilumina o se inicia luego de cierto número de años de pertenecer a determinado grupo o comunidad que sigue teóricamente una tradición de enseñanzas espirituales. Todo conocimiento esotérico, por elevado que sea no es más que un marco de referencia que transmite un concepto particular de la Creación que pretende acercar al individuo a la percepción interior de la realidad. No ha de confundirse con la realidad misma, la cual es imperceptible por la mente conceptualizadora. Por el contrario, este tipo de percepción mental suele matar la realidad. Solamente cuando el Yo espiritual sale de su ilusión de individualidad y se funde con el Espíritu Universal puede captarse la realidad. Solo Dios puede ver a Dios al contemplarse en el espejo de la Creación. Este proceso de destetarse, de romper las pétreas cáscaras de la mente, es el verdadero camino del discipulado. Nadie que no se esfuerce, que no limpie su mente de vanas teorizaciones y de la ilusión del deseo, pisará siquiera el primer escalón del acceso al templo de la Sabiduría.

El caminante debe trabajar para ir más allá de su mente memorística, racional, teorizadora, hacia los dominios de la mente abstracta, donde fluyen las corrientes que conectan al Yo espiritual con la verdadera inteligencia. Ese fragmento del Yo real que conecta con los vehículos inferiores, y se autohipnotiza confundiéndose con ellos, debe despertar de su letargo y verse a sí mismo en toda su plenitud, rompiendo el techo de la caverna mental que lo encierra y cristaliza.



En este proceso de adiestramiento, cada etapa que se abandona, por haber sido convenientemente superada, sirve de piso a la siguiente, de lo cual se deduce que una mente bien estructurada, clara, profunda, creativa, libre de las cadenas emocionales, con un buen control de la imaginación y centrada en el fluir del presente, es necesaria para construir sobre ella los cimientos de la percepción espiritual que nos permitirá acercarnos a ese gran ser iluminado que es el Maestro interior, el Silencioso Vigilante.



Es por eso por lo que es menester estudiar, profundizar, analizar y hacer claridad respecto a la estructura energética humana,  su proceso de desarrollo o desenvolvimiento y su relación con el cosmos, para luego pasar por el proceso del destete intelectual necesario a la nueva etapa de contacto con el mundo del pensamiento abstracto. Un contacto prematuro, con una mente de débil estructura, hará que ésta colapse, al igual que lo hará un edificio construido sin cimiento alguno sobre una capa de arena o lo que es peor, en un lodazal.

Es importante revisar nuestro proceso de trabajo espiritual y ver si estamos realmente estudiando, investigando, esforzándonos, si tenemos algún tipo de práctica espiritual que arroje resultados o si simplemente estamos plácidamente conformes en el regazo de alguna madre-enseñanza o pegados al biberón de algún instructor, siendo ya tiempo del destete. La espiritualidad no se transmite por ósmosis ni por magnetismo de contacto simplemente. El avance espiritual verdadero que logra un desenvolvimiento real de todas las potencialidades latentes en la semilla del Yo espiritual es el resultado de un proceso, de un exhaustivo trabajo donde el ritmo, la regularidad, la persistencia, la vigilancia, la objetividad de la subjetividad, el movimiento y el esfuerzo son necesarios.

Desde este espacio invito a todos los aspirantes y probacionistas del mundo a contemplar la posibilidad del destete, previo agotamiento de sus propios trabajos, y si ya lo lograron a compartir la variedad del sólido alimento espiritual que han hallado, para contribuir en la noble tarea de  iluminar este planeta donde las amenazadoras tinieblas de la ignorancia y la maldad se ciernen peligrosamente.

Alipur Karim