DISCIPULADO No. 24
EL CORAZON
ES LA PUERTA DE LA SABIDURIA
MENSAJE DE ALIPUR KARIM
Pronunciado el 15 de Octubre de 2016 en el Ashram
El tesoro de la sabiduría
es el corazón: la puerta a un templo superior. Su riqueza es inigualable.
Los seres
humanos buscamos encontrar sabiduría y pensamos con frecuencia:…entonces,
debemos educarnos, prepararnos, entrenar la mente, aprender a leer a mayor
velocidad, acumular un gigantesco acervo de conocimientos provenientes de la
ciencia. Se cree que un hombre muy leído es un gran sabio y hasta se le llama
un gurú; se habla del gurú de la economía, del gurú de las letras, del gurú de
la administración. Es un nombre que se ha tomado muy mal en occidente, porque
un verdadero Gurú es la Divinidad en presencia viva. Un verdadero Gurú es un
rayo de luz que nos enseña a despertar el corazón.
Si bien es
cierto que el estudio profundo y sistemático es uno de los requisitos de este Sendero,
no es a través de ese estudio que se hallará Sabiduría. Ese estudio solo nos
traerá conocimiento, y es muy diferente el conocimiento a la Sabiduría. El
conocimiento profundo de las enseñanzas de las escrituras, con todo y su
infinita grandeza, con toda la fuerza del Espíritu de la letra que fue plasmada
en la Sagrada Ciencia, con todo y eso, es conocimiento espiritual. Pero la Sabiduría
no puede ser contenida en ningún texto que los hombres tomen por sagrado; va
más allá. Los textos sagrados solo preparan el corazón, acallan la mente, la
dejan estupefacta ante tal perfección.
Cuando el hombre
desarrolla la capacidad analítica profunda, la capacidad intuitiva profunda que
le permite develar los misterios ocultos en las escrituras, su mente
simplemente está anonadada de ver la perfección con que un sabio, un enviado de
Dios, o un profeta, pudo plasmar en el papel algo con tantos niveles de
profundidad. Entonces, el corazón de
este hombre se pregunta: ¿Cómo hizo este profeta, este enviado, este mensajero,
este gran sabio, para develar todos estos misterios y plasmarlos en documentos
sagrados? Indudablemente que la mente no pudo hacerlo. Tal personaje tuvo que
haber sido imbuido de una fuerza de intuición poderosa, tuvo que haber sido
iluminado por el Espíritu mismo de la Verdad, tuvo que haber sido contactado
por la Divinidad, porque esas cosas que uno propone en una Escritura Sagrada
nunca antes más estaban en otro lugar; así que este ser no pudo haber recurrido
a su memoria. Entonces, todo este conocimiento elevado fluyó de alguna parte.
La Escritura Sagrada es el resultado de la precipitación de la Sabiduría por un
hombre santo.
Así que nuestra
búsqueda de la Sabiduría tiene varias facetas. Está la faceta del que escucha,
del que va con un hombre que expresa Sabiduría, con un Instructor, con un
discípulo, o un Maestro, y le escucha con atención. Está también la faceta del
que estudia las Escrituras Sagradas y va avanzando en su capacidad de recepción
y de percepción, nivel tras nivel. Pero está también la faceta del que
comprende que hay algo más allá, que el conocimiento o la escucha de palabras
sabias son solamente las llaves del misterio, son solamente el plano del tesoro
escondido que es necesario hallar.
Todos los
grandes tesoros están generalmente ocultos, ocultos bajo la tierra. Las gemas,
las perlas, están en la profundidad. Para hallar una perla preciosa es
necesario capacitarse para ir al fondo del mar. Para encontrar una joya
preciosa, una piedra preciosa, es necesario capacitarse para ir a lo profundo
de la tierra. Para encontrar un tesoro escondido es necesario capacitarse para
cavar profundamente. Pero el tesoro más grande es el tesoro de la Sabiduría; el
tesoro de la Sabiduría es antecedido por el tesoro del Amor. Es necesario ir
primero a esa caverna. El Amor es la llave que abre la caverna sagrada donde se
encuentra el tesoro de la Sabiduría.
Pero no es el
amor simple. El Amor tiene varios niveles: está el amor espontáneo, que es amor
instintivo. Puede verse en la naturaleza como los pájaros se aman, los animales
se aman, los árboles se aman entre sí. Es amor natural, amor instintivo. Cada
pareja, bien sea de una planta o de un animal, siente el llamado de su
contrario, siente la búsqueda del equilibrio, siente la necesidad de propagar
la especie. Las plantas en forma pura ofrecen al sol sus órganos procreadores,
y allí en plena luz del sol son fecundadas; les ayudan los pájaros, los
insectos y otros seres. Como las flores son puras, elevan sus órganos hacia
arriba, hacia el sol. Los animales y los hombres han contaminado el Amor con
pasión. La pasión mancha el Amor. La pasión despierta simplemente el instinto
de procreación. Por eso en la mayoría de los animales y los hombres,
especialmente en los animales más avanzados aparentemente, en los que haya un
leve despertar de la conciencia, y en el hombre en el que ha habido un
despertar de conciencia (conciencia de vigilia), los órganos procreadores se dirigen
hacia abajo, como si el hombre y el animal superior sintiesen vergüenza de
ellos; y es porque han contaminado la simiente sagrada con pasión. Por la
pasión el animal grande y el hombre abandonan su casa, abandonan su manada,
abandonan su familia, lo abandonan todo. Por la pasión desmesurada el hombre
abandona su responsabilidad, abandona hasta su propio amor, abandona hasta el
amor de su familia, o el amor de su pareja o el amor de sus hijos. Así que la
pasión no es Amor puro; es la contaminación del amor. El Amor es algo más
grande. No es simplemente el instinto de protección que siente una madre por su
hijo, no es simplemente el sentimiento de confraternidad que existe entre dos
hermanos surgidos del mismo vientre, no es simplemente atracción y simpatía, no
es simplemente química corporal, no es simple armonía emocional, no es simple
empatía mental. El Amor va más allá de todos estos planos. El amor verdadero
pertenece a otro mundo. No es del mundo físico, no es del etérico, no es del
mundo astral, no es del mundo mental; es del mundo búdico, del llamado Mundo
del Espíritu de vida. Allí es donde comienza el terreno del Amor: se ubica en
el mismo nivel del poder intuitivo.
El Amor real no
discrimina, no diferencia, no contamina, no es apasionado, no es sensual, no es
sexual. El Amor verdadero no es mental, no es emocional, no es sentimental, no
es corporal. Incluye todo eso, pero va más allá; es más elevado. El Amor
verdadero es un sentimiento profundo de absoluta identidad con todo lo creado,
es un sentimiento profundo de eterna y siempre bienaventurada esperanza, es un
sentimiento profundo de dicha que no termina jamás, es un sentimiento de estar
unidos en esta eterna dicha con todas las criaturas aparentes de esta creación. El Absoluto, el Uno sin Segundo, el Ser sin
atributos, es Amor; es el Amor más grande, es el único Amor existente, es lo Único
existente.
El amor más elevado se identifica con el
Absoluto, pero en este mundo de la creación, la primera faceta del Amor que nos
lleva a la proximidad con Dios es el amor que se encuentra arriba en el mundo
búdico. Por tanto, un hombre que aspire a sentir Amor puro, ha de elevarse a
este nivel, ha de superar los niveles de la mente ordinaria, ha de ir al Budhi,
el intelecto puro. Para estar en ese mundo debe haber despejado su mente
totalmente, debe haber superado las pasiones, las emociones y los sentimientos.
Debe haber ido más allá del drama de la vida y de la dualidad, y de las cosas
que suceden. El amor profundo trasciende a todas las criaturas y por ello no discrimina,
por ello no se fija en lo externo. Es un sentimiento que no se adquiere por los
ojos, ni por la armonía de una voz melodiosa; que no se adquiere por el tacto,
que no se adquiere por la dulce fragancia de un perfume, que no se adquiere a
través del sabor de un alimento ofrecido con cariño;no, el Amor profundo es
algo que va de alma a alma, algo que traspasa toda nuestra materialidad, algo
que traspasa toda nuestra energía, algo que traspasa el pensamiento.
Ese Amor
elevado es la verdadera llave de la Sabiduría. Cuando se está en ese Amor,
cuando se experimenta un Amor absolutamente profundo por toda criatura
viviente, por toda criatura existente, por cada sol, por cada estrella, por
cada amanecer, por cada planta, por cada flor, por cada insecto, por la más
pequeña de las criaturas, por todo ser humano, por el más cercano, por el más
lejano; por la tierra misma, por cada cristal, por cada piedra, por el más
pequeño grano de arena, cuando el Amor profundo se instaura, no hay
absolutamente ninguna diferencia, y el principio de igualdad de todos los seres
y las cosas se establece en el interior del Ser, porque se sabe que la
naturaleza subyacente de todo lo existente, en realidad es la Divinidad; que la
esencia pura de todo lo existente es la Divinidad. Es la Realidad Única
existente atrás de la aparente multiplicidad, es la Unidad de la Divinidad.
Solo así puede
experimentarse el Amor puro. Por eso quien ama comprende la ley de simpatía
química, comprende la ley del sentimiento, comprende la ley de la emoción,
comprende las leyes del pensamiento puro. Quien ama debe ejercer la pureza
mental, porque si la mente está contaminada, las emociones están contaminadas
por la pasión, los sentimientos están contaminados por la atracción física, entonces
no hay Amor: el espejo está empañado.
El
espejo elevado, el espejo superior, el que está más allá de la mente, refleja
el amor de la Divinidad. La mente quieta, pura, silenciosa, refleja el
conocimiento Divino, el conocimiento de los arquetipos, el conocimiento
del plan Divino para todas sus criaturas. Pero el espejo de ese mundo que está
más arriba de la mente, refleja totalmente el Amor de la Divinidad. Y ese amor
profundo es Sabiduría.
Cuando la
Divinidad puede fluir reflejándose sin mácula en el límpido espejo del mundo
búdico, representado por Budhi, el intelecto puro de un discípulo elevado,
entonces ese Amor puro de la Divinidad se transforma en armonía perfecta.
Armonía perfecta es Sabiduría, porque la armonía perfecta establece quietud.
Imaginad una balanza, con sus dos platillos iguales. Imaginad un balancín con
peso igual a cada lado manteniendo el equilibrio. Esto es quietud verdadera,
sin sobrecargas, sin sobrepeso, sin desequilibrio de polaridad, y en esa
quietud perfecta entonces la Sabiduría se revela.
El Absoluto lo
es todo, lo sabe todo, lo ve todo, lo
percibe todo, lo conoce todo; simplemente es todo. El Absoluto manifestado, el
Ser Creador, la Divinidad proyectada por el Ser Creador, la naturaleza
proyectada por el Ser Creador, son perfectas, irradian Sabiduría, Conocimiento
y equilibrio perfectos. Cuando el Ser está en equilibrio, esa Sabiduría se
refleja y se convierte en Amor, y se convierte en luz, se convierte en
perfección. Así que si alguien quiere ser sabio ha de empezar por ser puro, y
una vez es un ser puro debe abandonar la
búsqueda exterior. Ya sabe que el tesoro está oculto bajo la tierra. Ya sabe
que el tesoro del corazón está oculto tras las capas del sentimiento y de la
emoción, bajo las capas del sentimiento y de la atracción. Ya sabe que los
tesoros están profundamente escondidos, así que debe sondear e ir más
profundamente a su mundo interior. Y sabe que ahí, lejos de sus ojos físicos,
lejos de sus oídos, allí se encuentra la Sabiduría.
Todas las ayudas
recibidas en los primeros pasos del sendero, toda la práctica, todo el
conocimiento recibido, no son más que las instrucciones del mapa del tesoro,
pero al final, todo esto conduce al despertar del Ser Interior.
Cuando el Ser
despierta, el corazón despierta, porque el Ser es el corazón del Todo. No
estamos hablando del corazón biológico como una puerta, sino del corazón como
el centro, como el Ser; ese es el verdadero corazón. Cuando tenemos acceso a él
hemos encontrado la cueva mágica, el túnel que conduce al tesoro de la Sabiduría.
Y una vez
despejado, una vez limpio el camino, entonces la Sabiduría vendrá a nuestro
encuentro. Descubriremos que ha estado siempre allí como un tesoro reluciente,
impoluto, brillante, en lo más profundo de nuestro Ser. La Sabiduría aflora y
arrasa con todo conocimiento; está más allá de él. Es algo extraordinario.
El ser que va
camino al entrenamiento pre-iluminación es un Ser que se hace cada vez más
sabio, es un Ser en cuya mente y en cuyo corazón la Sabiduría se precipita en
mágicos raudales que le inundan, sin anegarle; que atraviesa todos sus poros,
todos sus átomos, todos sus canales, sus nadis, sus chakras, todo su Ser Infinito,
todo su mundo astral y su mente, en su pensamiento superior e incluso en su
intelecto superior.
La Sabiduría no
es un bien a alcanzar. Es simplemente una Gracia a despertar, porque está ahí
siempre, como un tesoro en una caverna, esperando por su descubridor.
Así es que, es
bueno estudiar mis queridos amigos, estudiar profundamente, pero no olvidarse
del tesoro de la Sabiduría. No basta con admirar lo que hombres grandes han
escrito. Hay que perseguir aquello que les permitió escribirlo. Y hay que
aspirar a aquello que les permitió escribirlo porque eso es Sabiduría que fluye
a través de la pluma santificada, a través de un Ser que se ha convertido en un
templo. Es necesario que no olvidemos cuando estudiamos, cuando practicamos,
cuando operamos en actividad consciente, que la Sabiduría pertenece a los Cielos.
Es una Gracia que la Divinidad transmite al hombre puro. No encontraremos el
tesoro escondido en una página secreta; no, no está allí. Allí solo están las
pistas, las claves del mapa que nos conducen al tesoro escondido. Es necesario
amar profundamente, santificarse profundamente, purificarse totalmente, con el
objeto de que este tesoro escondido de revele.
Los antiguos
decían que cuando a un hombre se le revelaba que había un tesoro en algún lugar
y ese tesoro era para él, debía ir solo y cavar para encontrarlo, abrir el
pozo, el hueco, la caverna, taladrar la roca. Era quizá un trabajo arduo y
difícil que lo exasperaría, que haría que el ego se revelase. Y si había la más
mínima sombra de ego que le hiciera manifestar queja, cansancio, maldición o
grosería, entonces el tesoro se anegaba, el pozo se cubría, el agua inundaba
todo y era imposible llegar al tesoro. Y en esto hay una clave secreta.
Efectivamente, cuando buscamos el tesoro de la Sabiduría, si nuestro ego se rebela,
la sabiduría no se revela. Si el ego salta, si la impaciencia inunda al ser, si
el egoísmo inunda al ser, si el deseo de reconocimiento inunda al ser, si el
deseo de ser mostrado, de ser alabado, de ser admirado por aquello que surgirá
aparece, entonces lo que tanto se anhela no brillará; el tesoro se ocultará,
porque las distintas perturbaciones del ego generan movimientos que son como
terremotos que derrumban las techumbres de la caverna que conduce al túnel de
la sabiduría. Entonces el gran derrumbe que el ego genera oculta el tesoro.
Así que es bueno
estudiar, pero de vez en cuando es bueno silenciar la mente, callar, buscar
adentro, cavar profundamente, revisar si estamos limpios aunque sea por un
instante, puros aunque sea por un momento; con la mente en silencio aunque sea
por unos minutos. Y si podemos, a través de ese agujero creado en el vacío infinito,
observar una pequeña luz, es señal de que ahí está el tesoro. Y es bueno
buscarlo, cavar profundamente, quitar lo que no sirve, la tierra inerte, el
cristal que no es aún la joya preciosa, hacerlos a un lado, taladrar la roca
profunda de nuestro ego, hallar el carbón y después finalmente la joya pura, la
piedra preciosa, el diamante; está adentro, no afuera.
No se obtiene
con los ojos, no se obtiene a través de una melodía, no está en un libro, no se
obtiene por una clave secreta. Está adentro y es importante hacer silencio.
Buscarle, observarle, mirarle, y confiar que se llegará a esa profunda caverna,
a ese túnel misterioso.
Dediquemos pues
en nuestras vidas algún pequeño tiempo al silencio profundo, allí donde todas
las aguas del ego permanecen quietas, calmas, absolutamente dominadas por la
voz del Maestro. Allí, en ese sagrado silencio está el portal, está la clave;
allí, de repente, en la superficie bruñida y pulida del espejo que se crea
cuando el ego se silencia, allí, de repente, vemos reflejado el brillo de la
luz del tesoro escondido; y si no dudamos, si no pensamos que estamos lejos, si
no creemos que es imposible, un rayo de luz impacta el espejo y se esparce e
ilumina todo el recinto, la caverna profunda. Y entonces la sabiduría fluye
como una chispa que explota en el espacio infinito y crea una hermosa estrella.
Es necesario
confiar, desarrollar confianza, confianza de que encontraremos el tesoro. Es
necesario ir a por él; es necesario tener tenacidad, tener perseverancia. Es
necesario tener espíritu de búsqueda, es necesario tener espíritu aventurero,
es necesario ser osados, es necesario anhelar con un anhelo Divino profundo, es
necesario saber que allí está el tesoro, en el corazón.
Es necesario callar,
hacer silencio; los ruidos, los sonidos, el escándalo, la bulla que el ego
hace, suelen alejar al buscador del tesoro. Eso es bien conocido por los que
buscan tesoros perdidos. Deben ir con profundo silencio, respeto; porque los
lugares donde los tesoros, las piedras preciosa están, son sitios sagrados.
Allí existen hermosos templos: en el centro de la tierra, en las profundidades
de los océanos, donde los genios y los espíritus de la naturaleza dirigidos por
la Divinidad, han producido estos tesoros y los mantienen ocultos; porque estos
tesoros, estas piedras preciosas, estas piedras divinas, cumplen con objetivos
precisos. Sus vibraciones son especiales y están dirigidas a seres especiales.
No deben ser asaltados estos templos y estos lugares para derivar dinero de
ellos, sino para apreciar el sagrado tesoro que la Divinidad, mediante sus
criaturas constructoras, entrega al hombre que busca con sinceridad una piedra
preciosa. Cuando no se hace así, cuando se invade sin sacralidad el sacrosanto
terreno de un tesoro, esto se convierte como en una maldición. El hombre que es
sacrílego atrae sobre si una energía funesta.
Lo mismo sucede cuando tratamos
de encontrar el tesoro de la sabiduría. Si aún tenemos ego en nosotros, si hay
deseo de prevalencia, si hay prepotencia, si hay orgullo, si hay deseo de
reconocimiento, si hay vanidad, deseos
de enriquecimiento, ¿que ocurrirá? Simplemente que el tesoro será una maldición
para el ser. Porque toda esa energía, la poca energía, la poca luz de sabiduría
que en un instante alcance a ser obtenida, contaminada por el ego se convertirá
en una energía que le atrapa, que le esclaviza, que le detiene, que oscurece su
visión, que obnubila su corazón, que enceguece su mente. Pero si el hombre se
acerca a la Sabiduría sabiendo que está en un templo sagrado, que es un terreno
sacrosanto, y luego recibe esa Sabiduría en su propio corazón para ser
transmitida, para ser brindada desde el corazón hacia el corazón de todo oído
receptivo, de todo ojo preparado para ver la luz, de todo corazón que está
listo para sentir la sublime resonancia de semejante poder, si es así, si él lo
empieza a hacer con santidad, entonces la Sabiduría le abraza, le bendice, le
ilumina, le inunda por completo, está siempre con él y no se aleja.
La Sabiduría es
el tesoro más grande a encontrar en esta tierra. Para ser un hombre sabio es
necesario liberarse del ego, porque cualquier sombra que el ego pueda poner en
el templo sagrado de la sabiduría, la empaña, la altera, la contamina, y se
convierte entonces en una energía funesta para el hombre. La energía
contaminada de la Sabiduría se convierte en conocimiento. El conocimiento, como
sabiduría contaminada inunda la mente, la anega, la ensoberbece y la llena de
oscuridad, la limita, y cierra, como un poderoso derrumbe, la caverna que
conduce al túnel del tesoro.
Es necesario ser
puros, tener intención pura, ahondar profundamente. Y repito, saber que ahí
está esa Sabiduría, anhelar profundamente esa Sabiduría, ser osados, valientes,
aventureros para buscar; y guardar silencio, silencio profundo, frente a la
pureza y al brillo del tesoro.
Si queremos ser
sabios es necesario primero buscar ser santos; buscar ser seres limpios, puros,
silenciosos, sacros y fundamentalmente, para todo ello hemos de ser seres que
aman profundamente a todo lo que sus ojos puedan abarcar, a todo lo que sus
oídos puedan escuchar, a todo lo que sus sentidos puedan percibir; porque
solamente haciendo eso, purificando el sentido de nuestra percepción, la
energía que ha sido dirigida a los sentidos hace su proceso de retorno.
Solamente cuando apreciamos que todo lo que nuestros sentidos pueden percibir
no es otra cosa que una transformación milagrosa de la energía de Dios, solamente
cuando apreciamos el Cosmos de esa manera, la energía retorna. El objeto del
viaje a través de los sentidos ha terminado, así que la energía vuelve, vuelve
al lugar de donde surgió, despierta las fuerzas internas, rompe las murallas,
las corazas que hemos puesto en el corazón y nos abre a la energía del Amor
profundo, de un Amor que está sostenido por los fuertes cimientos de la
comprensión consciente. La comprensión consciente de la Divinidad que permea toda
estructura es el cimiento fundamental sobre el que el corazón profundo se
sostiene. El templo del corazón se construye sobre eso.
Cuando el
corazón es fuerte, amante, no se vende, no se deja manipular, no manipula, no
convence, no se deja convencer, sino que es puro, impoluto, manifiesto, surge
del interior, de lo más profundo, de lo más elevado del Ser, cuando eso sucede,
podemos decir realmente que nuestro corazón está absolutamente despierto.
Cuando el corazón está absolutamente despierto comienza nuestra escalera por
las más elevadas estaciones espirituales. Cuando esto es así podemos decir que
estamos liberándonos de las cadenas del ego, que el Ser se está liberando.
Cuando esto es así, el corazón está despierto; ya no pensamos acerca de si mismos
como sujetos, como personas, como individuos, como fulano de tal, sino que
pensamos como el Ser absoluto siempre existente, siempre dichoso, siempre
consciente, que poco a poco se libera de las cadenas del oscurantismo en que
fue sumergido por el velo de Maya.
Recobremos nuestra
luz, que es la luz de la Sabiduría sempiterna. Recobremos nuestra conciencia,
que es la Existencia perpetua en la Eternidad. Recobremos nuestra felicidad,
que es la Dicha perpetua, eternamente renovada. Recobremos nuestra conciencia
de ser seres ilimitados, de ser seres infinitos, y sumerjámonos para siempre en
el infinito Océano, en el mar sin orillas.
Que la simiente de esta enseñanza penetre en
vuestro corazón. Si el corazón está despierto, que la semilla comience su
proceso hasta ver alumbrar el brote, la planta y la flor. Y si el corazón aún
no está listo, espere la oportunidad en la tierra bien preparada, húmeda,
labrada, libre de toda mala hierba, para que entonces la simiente renazca en su
próxima primavera espiritual.
Que así sea.
Que la Voluntad de Dios sea nuestra voluntad.
Que el Amor de Dios sea el amor de nuestro corazón.
Que la Luz de Dios sea la que guíe siempre nuestro
camino por el sendero recto.
Que así sea.
Alipur Karim