DISCIPULADO No. 21
CUANDO EL CORAZON DESPIERTA
Hace más de veinte
siglos, el dulce Yashua Ben Yoseph enseñaba: “ Bienaventurados los mansos,
pues ellos heredarán la tierra… Bienaventurados los misericordiosos, pues
ellos recibirán misericordia… Bienaventurados los de limpio corazón, pues
ellos verán a Dios”.
Hemos enseñado
anteriormente que la disciplina de la Felicidad
se practica en el Camino de la Imperturbabilidad
y que el sendero de la Imperturbabilidad
se conquista mediante la Devoción.
Las Bienaventuranzas que
enseñara el Divino Maestro aluden claramente al modo de alcanzar la Felicidad
divina y estas tres en especial se refieren directamente al corazón, a un
corazón despierto.
La mansedumbre, la
misericordia y la pureza de corazón son cualidades que surgen como preciosos
dones provenientes de nuestra Esencia Divina cuando el discípulo ha trabajado
en el despertar del corazón, en un elevado nivel.
En verdad toda la
disciplina de ejercicios espirituales, dietas, austeridades, mantras, posturas especiales, conocimientos y rituales, si bien constituyen ayudas en el sendero, no
son nada si no se ha despertado el corazón.
Hace pocos días, en el Ashram de
Colombia, el Mahavatar Babaji expresó: “en este sendero, en estos momentos, el
mundo necesita seres de corazón verdaderamente amoroso, más que rígidos ascetas,
que solo ocupan sus vidas en cumplir exigentes requisitos, o fríos
intelectuales encerrados en sus mentes. El propósito de las prácticas es el
despertar del corazón, es el contactar con nuestro Ser verdadero, es buscar la
perfecta presencia de la Divinidad en nuestras vidas”.
Existen varios niveles
de despertar de la fuerza espiritual que fluye a través de lo que
simbólicamente llamamos el corazón. Este representa el centro, el punto de enfoque
de nuestra conciencia, el objetivo hacia
el que dirigimos todas nuestra fuerzas, el eje en torno del cual giran nuestras vidas
en esta rueda del samsara o encadenamiento al ciclo de encarnaciones.
El caminante del sendero
que busca el Camino del Corazón
encuentra a su paso siete puertas que debe franquear para lograr la
total iluminación. El primer umbral es el del corazón dormido. Allí el novicio halla el valle de la conquista material. Está atrapado por instintos y
pasiones y se enfoca en la satisfacción de sus deseos. Parece un animal
hambriento que se abalanza sobre su presa y pelea por ella a muerte si es
necesario. Se niega por completo a compartir y solo le importa el disfrute
placentero del mundo externo en el cual sus sentidos están enfocados.
Es un
nivel de grandes apegos y fanatismos en
el cual el péndulo sensorial muta del placer al dolor, cuando lo que sucede a
su alrededor es contrario a sus ideales e ilusorias pretensiones y quimeras. El
ego allí es el rey. Está ausente por completo la consciencia de la abundancia
infinita y el individuo busca acumular
posesiones y conquistas de todo tipo para cubrir con ellas a una personalidad
que se cree en carencia absoluta. El ego actúa allí totalmente desconectado de
la Realidad y confunde a ésta con el mundo exterior proyectado en su mente.
Pervierte por completo el uso de los sentidos y los utiliza para derivar placer
creyendo que la felicidad es el vano disfrute sensorial.
En este nivel,
correspondiente al mundo físico-etérico, no se preocupa en verdad en absoluto por el
otro y solo le tiene en cuenta si la relación con él le es favorable en algún
sentido. Hay una total identificación con el cuerpo físico. El servicio está
ausente. El amor allí no existe. El corazón duerme profundamente. La cordialidad está latente.
El segundo portal es el
del corazón ensombrecido. Es un nivel de creencias, ensueños,
ilusiones. El amor no lo es aún y es confundido con el romanticismo. Se da
esperando recibir. La dádiva es vacía, fría, sin el dador o interesada, a veces
disfrazada de bondad pero en el fondo cargada de satisfacción. Es un nivel de
favoritismos. La mente le hace sombra al corazón y opaca su brillo,
contaminándolo. Este portal conduce al valle del orgullo. El individuo busca
reconocimiento. Es un ser que en el fondo tiene una autoestima muy baja, un ser
que vive en la ilusión de la carencia afectiva. Necesita, además de ser
alguien, ser reconocido como tal, así que siempre se muestra y hace jactancia
de sus logros y favoritismos. Atrae a otros para que le admiren. Siempre habla
de sus cosas, de sus posesiones, de sus conocimientos. Cree saber mucho, cuando
en realidad no conoce, cree poder hacer lo que en realidad no logra, cree o
muestra tener lo que en verdad no posee.
Suele ser arrogante, prepotente,
jactancioso, vanidoso, ostentoso y con frecuencia quejoso de no recibir lo que
cree que merece. La intención egoísta, narcisista, que subyace en la mente,
oscurece al corazón y le impide amar en verdad. Más que un dador es en verdad
un pescador de afecto. Este nivel corresponde a los mundos astral y mental y el
individuo experimenta una identificación con su personalidad, con su psique,
con sus emociones, sentimientos, pensamientos, opiniones y creencias.
El tercer portón es el
del corazón puro. Conduce al valle de la mansedumbre, de la humildad.
Allí reina la misericordia. Este umbral
solo puede ser cruzado por aquel que esté totalmente exento de orgullo, de toda
personal intención subyacente. Es el nivel al que se refería el dulce Yashua en
las tres bienaventuranzas mencionadas al comienzo de este artículo. Este es el
nivel en el que verdaderamente despierta el corazón.
Mansedumbre,
misericordia y pureza son virtudes que emergen de aquel que cruza este portal.
Manso es aquel que ha desarrollado una total aceptación de aquello que en el
presente se precipita en derredor suyo, sin emitir queja alguna ante ningún
otro que no sea La Divinidad misma y en este único caso no para protestar sino para implorar al
Compasivo y Misericordioso que se haga la Luz suficiente para desterrar las
sombras que impiden comprender, en profundidad,
lo que es necesario para evitar el amargo sabor de una experiencia
kármica.
Manso es el que verdaderamente ha comprendido y aceptado que todo lo
que sucede es perfecto y le ocurre al sujeto correcto, del modo correcto y en
el tiempo correcto y es necesario para poner en evidencia un antiguo error de
percepción o el conjunto de pensamientos emociones y sentimientos fuertemente
alterados que surgen cuando la personalidad egoica es afectada por algo. Si lo
que pasa en ese aparente afuera te perturba es porque lo llevas dentro y eres
tú el único causante, o porque necesitas la experiencia para poner a flote energías de baja
vibración que han permanecido ocultas en el inconsciente. A veces una fuerte
experiencia actúa como cucharón que agita el fondo para ver si el agua es pura
u oculta algún sedimento. Nada está sucediendo en verdad al azar o por error.
Solo
hay distorsión de la percepción de la realidad cuando se ve desde el ego. Dios
sabe lo que hace, no importa si lo que nos llega es el resultado de la fuerza
de Creación, de Mantenimiento o de Destrucción. La perturbación surge cuando la
relativa realidad precipitada no cumple con las expectativas del ego y este se
rebela, manifestando su desacuerdo con enfado, tristeza, angustia,
desesperación, evasión, orgullo, envidia y otras gigantescas olas del mar de la
existencia personal. La Mansedumbre es el fuego espiritual que incinera la
semilla de un mal fruto, cosechado de otras vidas en las que se hicieron
elecciones inadecuadas, para impedir que la tendencia que precipitó un duro
karma vuelva a renacer en esta o en otras encarnaciones. La sabia abuela, cuando
se acercaba la tormenta, en los tiempos difíciles, solía decir: “Dios nos
ampare y nos favorezca”, pero añadía de inmediato… “Haga Dios su Santa
Voluntad”, implorando la Divina Compasión pero a la vez aceptando mansamente el
resultado justo. La mansedumbre es el punto medio entre la resignada y
resentida sumisión y la rebeldía. No se crea mediante análisis mental, no es el
resultado del raciocinio comparativo entre lo que el ego cree correcto e
incorrecto. Surge cuando la mente silenciosa da lugar al comprensivo corazón y
acepta que Dios es quien verdaderamente sabe y se expresa a través de él,
guiando a la acción iluminada mediante su poder intuitivo impoluto.
El manso
escucha a Dios a través de la silenciosa voz de su corazón iluminado.La
humildad es el principio de igualdad de todos los aparentes seres y de todas las cosas. Es la comprensión
profunda de la Unicidad de la Divinidad, es la aniquilación de la ilusión de la
separatividad de los seres, es el percibir en perfecta autoconsciencia que solo
existe un solo ser, el Uno sin segundo y que toda la Creación es algo más que
una multiplicidad de seres desconectados o invisiblemente conectados.
La
humildad es el punto medio entre la minusvalía, la baja autoestima que lleva a
la auto conmiseración, y la plusvalía o sobre estimación que lleva al orgullo.
El ser humilde trata a todas las criaturas de la creación como sus iguales, sin
favoritismos ni discriminaciones porque ha comprendido que todos están dentro
de él y son él. Esto lo lleva a la misericordia.
Aquel
que tiene el corazón despierto siente que en su Ser infinito hay un océano de
sabiduría inagotable que llega en oleadas sin fin a las tranquilas playas de su
sosegado corazón. Tiene con ello un atisbo del Cielo. Para lograr este paso no
basta ser creyente, hay que ser puro. Solo así el brillante espejo del corazón
reflejará, sin distorsión alguna, la luz Divina que se revela, para iluminar a
quien sea suficientemente receptivo a ella. La más leve mancha de ego, el más
ligero asomo de orgullo empañarán el mágico cristal intuitivo. La luz manchada
cambiará su frecuencia y se precipitará a los dominios de la yoidad para inflar
el ego. La Divinidad solo se revela cuando el ego ya no se rebela.
Este
nivel corresponde al mundo mental abstracto o manas superior, el estrato de las
ideas arquetípicas, el fluir de la Divina Inteligencia que da lugar al orden
Divino. El nivel de percepción que logra quien allí mora, más allá de todo
pensamiento, de todo concepto y de toda imagen, es el de una mente iluminada
que recibe el efluvio de las divinas corrientes del mundo de la Unidad Divina
que está en un nivel de vibración más elevado. Quien logra traducir en palabras,
con posterioridad a la percepción, sin distorsión alguna, se muestra como un
gran sabio o un profeta. Es el nivel de un discípulo.
El
cuarto portal es el del corazón que conoce el secreto de la vida. Conduce al valle de
la santidad. Este umbral solo puede ser traspasado por aquel que, entre todas
sus posibilidades de destino, ha hecho la elección de seguir el plan de la
Divinidad, con completa sumisión a la Divina Inteligencia. Este nivel
corresponde al llamado Mundo del Espíritu de Vida en las tradiciones llamadas
occidentales. Es el nivel de Buddhi o Inteligencia intuicional, un estrato
donde reina una completa percepción de Unicidad de la Vida. Desde allí fluye la
Divina Sabiduría hacia el corazón del discípulo. Le revela el secreto de la
vida presente, la verdadera misión, el objetivo trascendental de su
encarnación, y por resonancia el de cualquier otro ser que se encuentre a su
paso.
Es el nivel del discípulo avanzado en preparación para la Maestría. Quien
se halla en este nivel de despertar del corazón vive una vida de santidad
dedicada por completo al encuentro con la Divinidad. Aquí el discípulo ve más
allá de la apariencia de los eventos que suceden en su vida y en la de los
demás y comprende la verdadera razón de cada fuerza que es atraída a la vida de
los seres, comprendiendo la ley de la perfecta sincronía. Esta sabiduría
percibida por una forma de cognición que trasciende a la mente ordinaria, al
proceso de raciocinio y conceptualización convencionales, hace que el caminante
no exprese la más mínima señal de queja frente a lo que sucede, ni verbal, ni
gestual, ni actitudinalmente. El no necesita observar para aceptar. La
aceptación hace parte de él. El es la perfecta aceptación porque comprende con
Sabiduría Divina. Simplemente sonríe frente al devenir dejando que la
Naturaleza siga su curso.
Este
es el nivel de un verdadero Iniciado, de alguien que ha sido contactado por un
Maestro y se capacita para ser un futuro Instructor de nuevos discípulos. Este
es un nivel de tolerancia absoluta frente a toda creencia. El corazón aquí
revela al discípulo, en todo momento, la divinidad subyacente en cada criatura.
Puede ver a Dios en el piadoso al igual que en el criminal, en el tierno gatito
al igual que en el fiero tigre, y respeta la condición, el nivel de conciencia,
el método elegido y la velocidad de evolución de cada ser, dando amorosamente a
quien esté preparado para recibir, en la cantidad, calidad y nivel de
profundidad adecuado a cada ser. No juzga, no critica, no urge a quien no lo
pide, no acosa espiritualmente a nadie, ni tampoco lo menosprecia. No califica
porque solo ve a Dios en todos, manifestándose desde distintos niveles. La
sabiduría emana de quien ha pasado este umbral.
El
quinto portal es el del corazón de los Misterios
Divinos .
Conduce al valle del conocimiento perfecto que se halla más allá de la vida y
de la muerte terrenales. Corresponde al nivel átmico o Mundo del Espíritu
Divino. Trae el afloramiento a la consciencia de la sabiduría despertada en todas las vidas
vividas. Trae la memoria de pasadas encarnaciones y revela el misterio de la
vida que trasciende los sucesos, el devenir temporo- espacial. Es el nivel de
la Maestría. Dios se expresa por quien trasciende este portal y manifiesta su
Fuerza, Poder y Sabiduría infinitos pero
aún se conserva cierto asomo de individualidad.
Es el nivel de verdaderos Reyes
espirituales. Es el nivel de quienes vinieron a esta tierra a sembrar sus
semillas de Sabiduría en la las eras perfectamente labradas de corazones receptivos.
Quien ha pasado por este umbral es en sí mismo un portal que conduce a los
Misterios Divinos. Es el nivel del savikalpa samadhi.
El
sexto portal es el del corazón mayávico. Corresponde al nivel
de la diferenciación, al llamado mundo monádico o de los espíritus virginales. Es el estado en el que realmente comenzó la creación.
Conduce al valle de la comprensión del sueño de la Divina Ilusión Creadora.
Quien despierta su corazón a este nivel logra ver que existe un velo divino que
oculta el Rostro de Dios de su Creación. Logra percibir este manto llamado el
velo de Maya, la gran Ilusión Cósmica, y siente que debe rasgarlo, traspasarlo
para salir del universo creado y saltar al Mar sin orillas para fundirse con su
Creador. Quien traspasa este umbral tan solo anhela y vive para unirse con el
gran Amado Cósmico.
Quien
ha logrado despertar a este nivel de sabiduría en su corazón ha despertado a
Dios, subyacente en él y tan solo desea la disolución integradora pero aún
logra contemplar compasivamente al mundo y decide encarnar o precipitarse en la
encarnación, conservando una forma diferenciada tan solo para servir de hilo
conductor a quienes buscan salir del laberinto del mundo creado. Es el nivel
del Nirvikalpa samadhi. Es el nivel donde se aprecian los Atributos Divinos de
Existencia, Conciencia y Felicidad.
El
séptimo y último portal es el del corazón absoluto. Conduce al valle del insondable
infinito, al abismo de lo Incognoscible. Corresponde al Mundo de Dios. Es el
portal del Atman que se convierte en Brahman, la mónada que regresa al seno de
su creador, la gota de agua que retorna al océano sin orillas.
Es el portal de
la disolución del cristal puro y cristalino que desaparece en la solución
homogénea. Es el retorno al Uno sin Segundo. Es un portal sin retorno. Es el
nivel del Soruba samadhi, el retorno al Silencio Infinito.
Atrévete
a vivenciar uno a uno los distintos niveles de despertar del Corazón, desde el
corazón egoico hasta el Corazón del Absoluto y aprecia la variada gama del
sentir cósmico, desde la ilusión del amor llamado deseo placentero hasta el
Amor Infinito que todo lo abarca. No hay en verdad ninguna otra cosa en esta
tierra que valga la pena de ser vivida. Es además la única forma de escapar de
esta prisión llamada Tierra, de esta cárcel llamada encarnación, de esta rueda
llamada samsara a la que estamos encadenados por nuestros deseos y proyecciones
mentales, viviendo en la ilusión de los sentidos.
Busca el tesoro escondido. Está dentro de ti y
la tapa que lo oculta se halla en tu propio corazón. Rompe las siete corazas
que te separan del Secreto Infinito. Pide y recibirás, busca y hallarás, llama
y te será abierta la puerta de los Divinos Misterios.
Alipur
Karim