DISCIPULADO No. 20
LA DISCIPLINA DEL DISCIPULO
La
Divinidad, el Ser Único, el Absoluto indiferenciado, es la Realidad subyacente
a toda manifestación. Toda expresión de vida surge de Él y es Él
simultáneamente. Él es sin tiempo ni espacio y permanece en perfecta quietud.
No tiene atributos porque no puede ser calificado, ya que esto implicaría la
existencia de otro diferente de Él que lo observara y lo comparara con algún
otro distinto. Pero siendo Él el Uno sin segundo solo puede en realidad
observarse a Sí mismo.
La Creación surge a partir de un juego en el
que la Divinidad se recrea. Desde su omnipotencia genera en Sí mismo un velo,
el Velo de la Ilusión, el cual le permite ocultarse de Sí mismo en un aparente
vacío de autoconsciencia, y proyectar una ilusoriedad. Esa ilusoriedad cósmica
genera la apariencia del espacio, del tiempo y de la multiplicidad. Eso es la
Creación. El Absoluto juega a verse a Sí mismo a través de la multiplicidad.

Así como el
septenario espectro de luz blanca contiene tres colores básicos primarios (amarillo,
azul y rojo), de cuyas mezclas binarias derivan otros tres secundarios (verde,
violeta, naranja) y un séptimo color, el púrpura, que proviene de mezclar los
tres primarios, el Absoluto se proyecta a través del velo de la ilusión en un
espectro de cualidades en el que hay tres atributos básicos fundamentales: Existencia,
Consciencia y Gozo o Felicidad. Están en
relación con los aspectos de Poder-Voluntad, Actividad-Creación y
Amor-Sabiduría y con las tres fuerzas básicas de la Naturaleza divina:
Destrucción o Disolución, Creación y Conservación.

El aspirante
al discipulado y el discípulo trabajan en armonía con estas tres elevadas
cualidades. Tres disciplinas surgen de esta resonancia: la disciplina de la
Existencia divina, la disciplina de la Consciencia divina y la disciplina de la
Felicidad divina. Tres caminos, que a la vez son uno solo, se abren para llegar
a las puertas de la Divinidad y vivenciar sus cualidades. La disciplina de la Existencia se desarrolla por el Camino de la Meditación. La disciplina de la Consciencia implica el Camino del Conocimiento y la disciplina de la Felicidad se practica
en el Camino de la Imperturbabilidad.
No existe la
más mínima posibilidad de error porque la Creación es un sueño de la Divinidad
y como tal es un sueño perfecto porque el Absoluto así lo es. Lo bueno o malo
de lo que sucede solo son calificativos de nuestra mente que surgen de nuestro
condicionamiento. La mente genera resistencia frente a la realidad cuando lo
que acontece está en desacuerdo con las expectativas del ego. Las aparentes
nieblas que a veces empañan nuestras vidas son recursos de la Divinidad para
presionar a la Chispa de la Llama Eterna que subyace a nuestra realidad y hacer
que se expanda. Cuando las sombras acosan a la luz, la flama del alma se acrecienta. El dolor que tortura la
mente revela la cantidad de ego que hay en ciernes, insistiendo en ver
injusticia y error para velar la apreciación de la verdad.
Todo lo que
llega a nuestras vidas está ahí porque nosotros mismos lo hemos convocado con
nuestros actos, sensaciones, emociones, pensamientos y palabras. La tapa de la
mente consciente cubre el baúl de la memoria inconsciente y supra consciente
para ocultar las causas generadas en el pasado, en esta y en vidas anteriores.
Todo lo que es permitido que suceda es perfecto y frente a ello no debe el
discípulo emitir queja alguna. No hay en realidad víctima alguna en ningún
proceso en el que surja el sufrimiento.
También
debemos permanecer imperturbables cuando aparecen aquellas cosas o seres que
nos traen placer. La alegría debe estar todo el tiempo en nuestro corazón pero
ella está lejos de la risa y cerca de la sonrisa. La risa es más propia del ego
y la sonrisa es un asomo del estado de felicidad en el que el Ser vive
permanentemente. Disfrutar placer y evitar el dolor son mecanismos del yo que impiden percibir la serena quietud de la
felicidad.
El discípulo
debe permanecer imperturbable, no importa qué o quién nace, no importa qué o
quién permanece y no importa qué o quién muere. La comprensión de que el tiempo
en el que sucede cada nacimiento, cada muerte o cada hecho de supervivencia es
el tiempo perfecto revela la humildad del caminante.

Una mente
perturbada por las emociones y los sentimientos es como la superficie de un
lago azotado por una tormenta. No se proyecta en ella imagen alguna o lo poco
que se visualiza está distorsionado. Pero cuando la tempestad cesa y el agua
está en calma, se ve hacia adentro el fondo del lago y a la vez se contempla el
reflejo de lo que está arriba. Así, la mente en serena quietud permite ver con
claridad nuestra realidad interior y también la belleza de la Divinidad que se
proyecta en la Chispa de la Divina flama que fluye en la estructura.
Quien
permanece a los pies de los Maestros permanece a los pies de Dios pues un
Divino Avatar, un Hermano Mayor, es un Iluminado en el que la Luz de la
Divinidad arrojó de sí toda sombra de yoidad, toda bruma de egoísmo. La
personalidad que allí vivió alguna vez se diluyó totalmente en el infinito mar
de la Divinidad. El devoto sabe que en su Maestro la Divinidad se manifiesta en
total revelación y es el reflejo perfecto del Ser único que subyace a toda
estructura de la Creación.
La fe del discípulo en la Omnipotencia divina y en
la Omnipresencia, manifestadas por el Maestro, le hacen sentir que sin importar lo
que suceda todo está bien, todo está bajo control y todo hace parte del Plan
Divino diseñado por el Creador para su creación. Si hay perturbación, el
discípulo mira cuáles son los vientos egoicos que osan perturbar la paz y les
ordena aquietarse tal como lo hizo el Divino Rabí de Galilea cuando la barca en
que viajaba amenazaba con hundirse. Al igual que sus angustiados apóstoles le
despertaron para que calmara la tempestad, el discípulo tiene confianza en el
poder del Maestro y despierta a la Divinidad durmiente en él, cada vez que las
sombras amenazan con opacar la luz.
En el Camino
del Conocimiento hay tres portones: el portal de la mente racional llamado la
Puerta de Hod, el portal del Entendimiento, llamado la puerta de Binah y el
portal de la Sabiduría o puerta de Hochmah. Una vez traspuestos los tres por el
discípulo, se llega al santuario de la Consciencia verdadera.

La Puerta de
Binah o Portón de Budhi es el nivel del intelecto puro. Es el nivel donde la
sabiduría que viene de adentro es organizada por la mente y esbozada en
términos de enseñanza clara y concisa. Este portal permite percibir la
enseñanza contenida en la metáfora, en el símil, en la percepción intuitiva,
los cuales están más allá de las palabras. En este nivel, la percepción sutil
de la realidad puede organizarse para ser revelada en palabras. Este portal
abre la mente al conocimiento de las Leyes de la Creación, de sus patrones de
organización, patrones de evolución y patrones de disolución.
Una vez
pasados los tres portales, el Ser contactará con la Consciencia pura. Se hará
Omnisciente y podrá contemplar a cabalidad todo el Plan Divino, sin la sombra
de la duda, sin traducciones, sin simbolismos y con certeza absoluta de la Verdad.
En este nivel la Sabiduría no fluye hacia el ser. El es la Consciencia de la
Sabiduría. La Sabiduría es una experiencia directa.
El Camino de
la Meditación se conquista mediante la práctica intensa de esta disciplina de
aquietamiento que conduce a la percepción de la Existencia Divina en la Eternidad. Previo a este Camino es necesario haber hollado los campos de
la observación y la concentración. La observación profunda no es un método
nuevo para mirar el yo. La mente suele enredar al aspirante en este nudo. La
atención debe ser enfocada en observar los movimientos de la mente. La
concentración es atención focalizada en un solo objeto, una sola imagen, un
solo tema. Con ella se rompe la divagación mental generada por el vicio de
asociación de pensamientos, imágenes, palabras, conceptos, hechos etc. La
atención es la fuerza que dirige a la mente.
La meditación busca el silencio total de la
mente mediante la atención puesta en el Sí mismo, la realidad subyacente a todo
ser. La meta de la meditación es el estado de Iluminación, la revelación
suprema de la Divinidad en la estructura. La Meditación es un estado de
perfecta quietud del cuerpo y sus percepciones sensoriales, es un estado de
ausencia de emoción y sentimiento ordinarios y de ausencia de pensamientos y de
su séquito de palabras e imágenes. La técnica de la Meditación conduce
lentamente al practicante a un estado superior de cognición, más allá del
pensamiento inicialmente y luego más allá de la percepción temporo- espacial,
es decir de la dualidad. En esta forma distinta de cognición se alcanza la
disolución del ego, rompiéndose la identificación con la personalidad. La
ilusoriedad es despejada y el ocultamiento de la Divinidad termina, al romperse
el triple velo de la Ilusión.
Quien
comienza a percibirse como Existencia Eterna elimina de su vida todo temor
porque llega a la comprensión de que nada en realidad puede destruirle. Quien
comienza a percibirse como Consciencia se hace permeable al infinito manantial
de Sabiduría y quien comienza a percibirse en estado de Felicidad Divina alcanza la perfecta
Imperturbabilidad.
La triple, y
a la vez una, disciplina de Existencia, Consciencia y Felicidad conducen al
discípulo realmente a los pies del Maestro, esa Puerta Sagrada, ese Divino
Avatar a través de quien la Divinidad se revela en plenitud.
Meditación,
Conocimiento e Imperturbabilidad, alcanzados mediante Quietud perfecta, Ritmo y
Regularidad en el estudio y Devoción, son las llaves que abren las puertas del
Reino Interior. La disolución del ego, la Sabiduría y la alegría perenne son
las bendiciones que recibe el discípulo que sigue esta disciplina.
Alipur Karim