DISCIPULADO NO.18
CREACION, CONSERVACION
Y DESTRUCCION
El fuego divino que dormita en la
semilla,
despierta creando vida, hasta convertirse en flor,
y al llegar ésta a su máximo esplendor, ¡qué maravilla!,
marchita muere en brazos de su ardiente
creador.
Alipur Karim
Plantas, animales,
humanidades, planetas, estrellas y universos nacen, evolucionan y mueren bajo
la Infinita Ley de Impermanencia.
Todo nace, surge del infinito fuego creador,
trata de adaptarse y sobrevivir en aparente lucha constante y finalmente cae,
presa del propio fuego que le crea y es devorado por la muerte. Nada escapa a
ello en la Creación. Todo lo creado avanza hacia la disolución.
Al comienzo de un Universo, El Ser Absoluto, el
Uno sin segundo, genera dentro de sí un remolino de ausencia de autoconsciencia
o Ignorancia Fundamental, un velo que le oculta de sí mismo. Ese vacío cósmico
o poder ilusionante, conocido como el Velo de Maya en algunas cosmologías,
posee el poder de velar la Realidad Fundamental y el de proyectar una
Ilusoriedad. Requiere el Absoluto de hacer esto para generar el juego de la
Creación.
Bajo este manto de la ilusión de Maya, se crean diferentes envolturas y proyecciones
que se convierten en Planos cósmicos y Divinidades. El Ser Absoluto, no dual,
sin tiempo ni espacio, envuelto en el velo de Maya, al asociarse al poder de
ilusión que vela la Realidad Fundamental, genera al Ser manifestado o Ser
Supremo (Ishvara) , la fuente de toda manifestación. Este proceso de creación
de un universo es llamado Gran día de Manifestación o Mahamanvantara y es
seguido de un proceso inverso de disolución llamado Gran Noche Cósmica o Mahapralaya.
Este ir y venir de los universos en un proceso continuo es llamado Respiración
Cósmica. Durante la Exhalación crea el Universo
y durante la Inhalación se disuelve. Este flujo cósmico genera el nacimiento de
las Divinidades que rigen el inteligente y ordenado proceso de la Creación.
El universo dual es una proyección ocurrida en
la Mente Cósmica (Mahat) del Ser Manifestado, dotada de Inteligencia, al
asociarse éste al poder de proyección de la Ignorancia Fundamental o ausencia
de autoconsciencia, el Velo de Maya. Este Gran Ser a su vez se proyecta como
una trinidad de fuerzas operantes que actúan sobre la sustancia Raíz Universal
( Prakriti), aquello de lo que todo fue hecho, y en la cual, antes de la
generación del universo, coexisten en equilibrio tres elementos primigenios. Las
tres Fuerzas operantes que pueden asociarse a grandes Divinidades son:
Creadora, Conservadora y Destructora del Universo.
La acción de las tres fuerzas operantes o
Trinidad, sobre los tres elementos primigenios, los cuales se desequilibran
formando diferentes mezclas, da lugar a la formación de los cinco elementos
cósmicos sutiles fundamentales que constituyen todo lo creado: Eter o Akasha,
Fuego Cósmico, Aire cósmico, Agua Cósmica y Tierra Cósmica. A partir de ciertas
mezclas de estos sutiles elementos se van formando las diferentes gradaciones
de densidad que dan lugar a todos los elementos de los planos más densos que
conforman además todas las estructuras o envolturas a través de las cuales se
expresa la divinidad en oleadas de vida que constituyen reinos y seres, tal y
como los apreciamos desde la dualidad por efecto del velo de ilusión.
Todo el proceso de creación, desenvolvimiento y
destrucción de un Universo se desarrolla en el Espacio, una ilusión creada por
el velo de Maya, y requiere de eones de tiempo, una ilusión derivada de la
ilusión del Espacio, perfectamente
ordenados en ciclos dentro de ciclos. Algunos de estos son de corta duración
como los días y las noches de la Tierra, las estaciones, las revoluciones
lunares o solares y otros son de duración más larga como las dispensaciones raciales, las grandes épocas o
grandes razas, los períodos globales y las revoluciones cósmicas o rondas.
Otros son aún de mayor duración como los Kalpas o Días de manifestación.
Durante todos estos períodos, largos o cortos,
y en todos los seres, se ve claramente que hay un momento de inicio o
nacimiento, un período de desenvolvimiento
y un final o muerte, en los cuales operan, en forma permanente y
simultánea, las tres fuerzas operantes del Ser Manifestado: Creación,
Conservación y Destrucción.
El grado de intensidad de estas fuerzas varía
para cada uno de los períodos respectivos. A partir del nacimiento y en los
primeros años de vida, la fuerza de Creación es predominante, permitiendo el
avance, crecimiento, desarrollo y desenvolvimiento. La fuerza de destrucción
opera aquí, permitiendo los cambios pero sin anular totalmente el proceso. La
fuerza de Conservación es en realidad un equilibrio entre Creación y Destrucción
y genera Atracción, armonía, Amor, tolerancia, simbiosis, homeostasis y todos
aquellos procesos que favorecen el sostenimiento de la vida.
A medida que el tiempo avanza, la fuerza de
destrucción aumenta su intensidad hasta llegar a ser equivalente a la de
Creación. Es el punto de máximo esplendor de una vida o de una civilización. Es
el punto de máximo florecimiento. Pero luego, la intensidad creciente de esta
fuerza de disolución supera a su opuesta generando deterioro, decrepitud y
finalmente la muerte, cuando la fuerza de Destrucción gana la batalla. La flor
se marchita y perece.
Cada cósmico proceso, ya se trate de una vida
humana, de la vida de un planeta o de la
de todo el Universo, es controlado por la Inteligencia Universal, mediante
patrones arquetípicos de organización, estructurales y dinámicos. Dichos
patrones, generados por la Mente del Ser Manifestado (Mahat) determinan la
organización geométrica y configuración espacial que da lugar a todas las
hermosas formas de la Creación, la velocidad de su formación y desarrollo y
también el proceso de disolución o muerte. Cada estructura cristaliza en torno
a invisibles pero precisas líneas de formación y se desintegra o disuelve de
una manera característica.
Los buscadores espirituales y devotos se han
acostumbrado, por fuerza de condicionamiento o falta de conocimiento a ver
solamente las facetas Creadora y Conservadora de la Divinidad, las cuales son
asociadas al Bien. No se mira casi nunca la faceta destructora de la Divinidad
y si bien se ve la Destrucción y se le teme, no se asocia a Dios sino que se
atribuye al Mal, como algo que está fuera de él, personificado quizás en seres
demoníacos, expulsados de su seno.
Es necesario en este proceso de
realización, apreciar también esta faceta divina. Esto nos ayudará a ver
claramente como la Divinidad es también la rectora de todo proceso de
deterioro, decrepitud, disolución y muerte. Es fácil ver a Dios actuando a
través de aquellos que expresan bondad y misericordia pero es difícil reconocer su acción en la vida de
un criminal, durante un terremoto o en
un proceso de enfermedad. Le vemos en el Amor, en el Altruismo, la camaradería y en todo aquello que nos
genera Atracción, pero no le apreciamos en la guerra, en el odio y en todo
aquello que nos genera Repulsión. Hemos sido condicionados para ver a Dios solo
en su cara Creadora y Conservadora y hemos olvidado o no queremos aceptar su
faz Destructora que rige la Ley de la impermanencia. Por eso sufrimos frente a
la enfermedad y a la muerte o cuando algo que apreciamos nos es arrebatado o no
nos es concedido.
Todas
las tres Fuerzas operantes actúan finalmente para el propósito divino. Karma o
Ley de Causa y Efecto es parte del Patrón de organización que busca el
equilibrio de las fuerzas operantes.
El caminante del sendero del discipulado debe
aprender a permanecer imperturbable frente a cualquier cosa que sucede, viendo
en ello la acción de las tres Fuerzas Divinas que trabajan para completar el
Divino juego de la Creación, recordando que solo hay en realidad, más allá del
velo de Maya, un Ser Único cuya esencia permea toda aparente individual
estructura del Cosmos. Sufrir por lo que pasa es desconocer la Infinita
Sabiduría, la Omnisciencia del Absoluto, y tener miedo por lo que pasará es
desconocer que la Sabiduría Divina, La Inteligencia Universal opera en todo
evento del Universo, conforme al patrón creado por la Mente Divina. La fuerza
de Destrucción no opera al azar. Solo actúa cuando es el momento perfecto y
existe la necesidad de que algo sea disuelto.
Todo lo que nace, todo lo que
florece y vive lleva en sí mismo la simiente de la disolución, porque
finalmente el juego de la Creación termina cuando es levantado el velo de Maya
que oculta la Realidad Fundamental y la proyección de la ilusoriedad de un Universo
dual. Cuando el velo se levanta, la Luz, la Eternidad y la Sabiduría irrumpen
disolviéndolo todo. Desaparece el vacío o remolino generado por la ausencia de
autoconsciencia, y el Absoluto se solaza en perfecta Unidad y quietud, en pausa
respiratoria, en el Mahapralaya o Gran Noche Cósmica, antes de su siguiente
exhalación.
La inercia en el camino es un proceso contrario
a la Fuerza de Creación. Nuestro deseo de que las cosas permanezcan sin
modificación alguna es contrario a la Ley de la Impermanencia, y desconoce la
Fuerza de Destrucción que permite el cambio, la transformación necesaria para
la avenida de la Luz Divina. Los apegos pertenecen a esta clase de perturbación,
incluso el apego al conocimiento, no por el conocimiento mismo sino por la
obtusa interpretación del mismo.
El aspirante a la iniciación debe buscar con
intensidad un entrenamiento perseverante, bajo la sabia guía de su Maestro, una disciplina de trabajo que le
permita desarrollar una nueva forma de cognición, una percepción no dual capaz
de rasgar el velo de Maya, para escapar de la sombra de ilusión que le impide
ver la Realidad y lo mantiene dormido en el sueño de ser un yo individual, un
monumento al ego.
Es necesario despertar y no dormir más hasta
lograr la Realización. Esta no es una necesidad del yo sino el impulso poderoso
de la Divinidad que pulsa en cada ser, tratando de romper la dura costra de
ausencia de autoconsciencia, que ha sido reforzada por las sobreimposiciones de
la consciencia egoica.
Despierta ya, abre tus ojos internos para ver
la Realidad y deja el profundo sopor que te ha traído miles de veces a la rueda
de encarnaciones.
Alipur
Karim